Batman Annual 11 de Alan Moore y George Freeman (1987).
Si la semana pasada os hablaba de una de las tres historias que el gran Alan Moore había dedicado a una de las dos figuras icónicas de la editorial DC Comics, ahora toca una acerca de la otra figura: Batman. Al igual que con el hombre de acero, Moore no ha dedicado mucho tiempo de su carrera al hombre murciélago, pero en sus dos escasas incursiones lo ha bordado. Una de ellas es archiconocida, la emblemática “La Broma Asesina”, pero su segundo acercamiento al personaje, un año anterior a la publicación de la novela gráfica con Brian Bolland, es mucho menos conocida, pero igualmente satisfactoria.
La obra a la que me refiero, apareció en el anual número 11 de la colección de Batman en el año 1987. En España apareció un año después, en el segundo volumen de la colección del personaje de la editorial Zinco, en su número 14. Creo que posteriormente no ha vuelto a publicarse en España.
Esta pequeña maravilla de escasas 23 páginas, se centra en la figura del villano Clayface, en su tercera encarnación, cuya primera aparición data del año 1978, concretamente en el Detective Comics 478, dentro de la clásica etapa de Steve Englehart y Marshall Rogers y que podéis encontrar en el primer volumen de la colección Clásicos DC: Batman, que edita en la actualidad Planeta de Agostini.
Varios puntos en común unen las dos obras de Moore centradas en la figura del Caballero Oscuro. En ambas historias, Batman es una mera sombra, un elemento incitador de la trama, pero que tiene poco protagonismo en la historia, centrada y contada desde el punto de vista de los villanos. Si la Broma Asesina está contada desde el punto de vista distorsionado de el Joker, esta historia está narrada en primera persona desde el punto de vista de Clayface.
Moore, como el maestro que es, plantea una historia de amor y desamor entre Clayface y un maniquí, desoladora y extrañamente emotiva, haciendo al lector partícipe y cómplice del punto de vista de Clayface, convirtiendo a un monstruoso villano en un anti-héroe trágico cuya historia de amor imposible y bizarra acaba conmoviendo al lector.
Acompañado de los lápices de un cumplidor George Freeman, Moore deleita al lector con uno de sus trucos de guionista que mejor resultado le ha dado en su carrera, esa narrativa en primera persona, que contrastada con las imágenes que aparecen en las viñetas, acentúa y aumenta de significado lo plasmado, enriqueciendo y aportando dobles y triples sentidos, haciendo indivisible la fusión entre texto e imágenes, ya que no podríamos entender un aspecto sin el otro.
El otro aspecto que une La Broma Asesina con este Anual, es el comportamiento de Batman, más redentor que justiciero, reflejo invertido de unos villanos (Clayface o el Joker) que al igual que Bruce Wayne, son víctimas de una sociedad y una vida a la que no han podido vencer. Por ello, Batman no castiga, sino que tiende su mano a estos freaks que en el fondo son su reflejo en un espejo invertido.
Si Tim Burton declaraba que la obra que más le influenció para la realización de su primer Batman, fue La Broma Asesina, el espectador que ha leído esta obra, verá varios puntos en común entre este trágico Fantasma de la Ópera que en el fondo es Clayface, con el patético y genial Pinguino que Danny de Vito representó de manera sobrehumana en la incomprendida Batman Vuelve.
Otra pequeña joya de Moore, olvidada con el paso de los años y que merece ser conocida por nuevos y jóvenes lectores y revisitada por los lectores veteranos.