Clásicos de Culto: Doom Patrol de Grant Morrison Parte 1 (de 3)

Publicado el 24 marzo 2011 por Juancarbar

Cuando la cogí, la Doom Patrol se había convertido en otros X-Men. No puedo imaginar algo peor que convertirse en eso, así que tuve que rescatarles. (Grant Morrison. Extracto de entrevista concedida a la revista Amazing Heroes en 1990).”

Doom Patrol de Grant Morrison y Richard Pace (Doom Patrol 19 al 34 USA).

Con esas palabras, Grant Morrison, el joven genio escocés promocionaba su larga etapa en una de las colecciones malditas del Universo DC. Su desembarco en el mercado americano había ocurrido en el año 1988, cuando se le ofreció la novela gráfica “Arkham Asylum” con Dave Mckean y que sería publicada en 1989 y el inicio de su mejor obra hasta la fecha, Animal Man, una etapa que duraría 26 legendarios números.

A principios de 1989, Morrison rescató a unos personajes que estaban a la deriva y que tras los sucesos del macroevento DC del año 1988, Invasión, habían quedado tan tocados que podían ser remozados y transformados completamente. Morrison, al igual que hizo con Animal Man, consiguió que personajes malditos, eternos segundones, se convirtieran en referencia absoluta de como realizar un tebeo de superhéroes contemporáneo.

En estos primeros catorce números de su trayectoria en la serie, Morrison mantiene personajes ya establecidos de la colección, como Robot Man y “El Jefe”  e introduce unos nuevos personajes absolutamente emblemáticos como Crazy Jane o la transformación de Larry Trainor en Rebis un ente hombre/mujer, mujer/hombre que es una mezcla híbrida entre el propio Trainor y la doctora Eleanor Pool (sobrecogedora la escena entre este nuevo Hombre Negativo con el marido de la doctora Pool, uno de los mejores momentos de la carrera de Morrison, bizarro pero emotivo).

Pero Crazy Jane, una mujer afectada por 64 personalidades diferentes a cual más extraña y alguna muy peligrosa, junto a su relación con Cliff Jones, Robotman es quizá el eje y núcleo principal en el que se sustenta esta primera aproximación de Morrison a los personajes, unos personajes que enseguida hace suyos.

Porque Morrison ya lo dijo, esto no es la Patrulla X y en cuanto los presenta y a lo largo de sus primeros catorce ejemplares, los enfrenta a seres y supuestos villanos tan originales y diferentes como Los Hombres Tijera, La Hermandad de Dadá o El Descreador.

Porque Morrison, al igual que en Animal Man y posteriormente Los Invisibles (su obra magna y de la que la Doom Patrol es un primer borrador y un previo de las obsesiones de Morrison a lo largo de toda su obra) está interesado sobre todo en la fábrica de la realidad, en la ligera línea que separa lo real con la ficción, el poder de las palabras, la magia y en definitiva lo desconocido.

Pero el aspecto más importante y que hace que la obra de Morrison y en particular su Doom Patrol sea una rareza dentro del cómic no solo de finales de los 80 sino de la historia del cómic, es el hecho autoconsciente de que es un género que no hay que tomarse tan en serio. Ya dijo Morrison que a él le parecía más interesante las aventuras de As el Bat-Sabueso que el Dark Knight de Frank Miller, ya que intentar dar seriedad y realismo a un género que se cae por su propio peso en el momento que intentas anclarlo a la realidad, es una tarea absurda y en algunos aspectos ridícula. Morrison, a sabiendas de lo irracional del medio, mete en su cajón de sastre, cerebros parlantes y simios mejorados genéticamente enamorados, enfrentamientos físicos entre cuerpos y mentes, hombres-tijera que recortan seres humanos en la realidad, famosos asesinos en serie convertidos en La Deidad y así un sinfín de ideas a cada cual más alocada pero a la vez más inteligente.

Por eso mismo, esta Doom Patrol bebe de las raíces de dos corrientes artísticas de la época de las vanguardias artísticas, los años 20 del siglo XX, el dadaísmo y el surrealismo. Del dadaísmo, Morrison coge el absurdo de la existencia, la vacuidad del arte por el arte y la narrativa sin ningún tipo de estructura y sentido. Del Surrealismo, la escritura automática, los ambientes oníricos y la simbología. Pero no solo bebe de estas dos fuentes, y la obra respira también nihilismo, futurismo y simbolismo, con toques del expresionismo y el futurismo, sobre todo en el número 28 de la colección, perteneciente a la historia “El Cuadro que se comió París”, una historia que se inspira en las cajas rusas de muñecas, donde el principio y el fin de un acontecimiento y una situación no se sabe bien donde empieza y donde acaba, demostrando algo que ha desarrollado en toda su obra, que el ser humano es una marioneta, un pelele frente a unas fuerzas ocultas contra las que nada podemos hacer.

La Doom Patrol en manos de Morrison (sin olvidar a su fiel dibujante Richard Case, correcto artista al que hay que aplaudir su capacidad para convertir los lisérgicos guiones de Morrison, en páginas de diseño visual arriesgado, pero perfectamente comprensibles)pasaron de ser un tebeo de superhéroes del montón, a convertirse en el cómic de vanguardia por excelencia de una DC ya de por si innovadora y vanguardista. Junto a su Animal Man, Morrison aventuró el siglo XXI, con una serie adelantada a su tiempo, nunca imitada, únicamente por su autor en las imprescindibles “Los Invisibles” y “the Filth”. Y esto fue únicamente el principio.

Felipe Rodríguez Torres.