Clásicos de Culto: Hulka de John Byrne Parte 3: La Serie Regular.2º etapa

Hulka 22 al 27 y Hulka Amazona Esmeralda Tomo 1 y 2 (The Sensational She-Hulk 31 al 46 y 48 al 50 USA)

Dos años habían pasado desde que Byrne había abandonado la colección. Dos años en los que el mundo del cómic había cambiado radicalmente. De autores como Byrne, Simonson o Perez y guionistas como Marv Wolfman, Roger Stern o el propio Byrne, verdaderos top artists de la época, se había pasado a una nueva generación que ponían por delante la forma sobre el fondo con tebeos que se basaban en la splash page espectacular, las pin-ups y las poses de dientes apretados y grandes armas. Los autores son de sobra conocidos por todos, Todd Mc Farlane, Rob Liefeld o Jim Lee.

A esto se le sumaba que estos autores se habían puesto en los primeros puestos de las listas de éxito, adorados por unas nuevas generaciones que no se dieron cuenta que esos tebeos no superarían el paso del tiempo y que en el fondo sus “historias” eran una excusa para los excesos anteriormente mencionados. La oscuridad y el pesimismo de los cómics de finales de los 80, dieron paso a unos personajes e historias donde el adjetivo “macarra” tuvo un nuevo significado.

Por todo ello, la vuelta de Byrne a su personaje más querido, tras su primera obra propiedad suya, “Next Men”, para el sello Dark Horse fue de nuevo una bocanada de aire fresco. Hay que decir que su última etapa al frente de la colección, la más larga de todas (17 números), aun siendo irregular, contiene algunos de los mejores momentos de toda la obra de Byrne y del cómic de los años 90.

Lo primero que llama la atención en esta nueva etapa al frente del personaje es el bajón de calidad en el arte del propio Byrne, una constante a partir de ahora en su obra. Los primeros números fueron únicamente abocetados por Byrne, dejando la labor de acabados en el entintador Keith Williams, el cual había realizado la misma función en los últimos números de la etapa Byrne al frente de Superman para DC Comics. El resultado, un acabado pobre, nada que ver con los entintados de grandes como Terry Austin o Karl Kesel, que sabían realzar los lápices de Byrne.

Gráficamente destacable es el número 38, un divertido número de San Valentín, donde Byrne hace uso de las tramas, recurso que tan buen resultado le dio en su etapa al frente de la serie de Namor, publicada en la misma a época que Hulka. El resto de los números que Byrne realiza como autor completo, con sus altos y bajos, tiene como denominador común un acabado gráfico con prisas, en algunos casos carente de profundidad y fondos. Por supuesto, anatómicamente y narrativamente, Byrne sigue demostrando su calidad a años luz de la gran mayoría de sus coetáneos.

Byrne, en esta etapa más que nunca, rompe la cuarta pared en numerosas ocasiones. Los ejemplos más destacables serían en el número 37, donde Hulka atraviesa literalmente las páginas del cómic o los números 40 y 45, donde Byrne se burla y lleva al extremo el estilo pin-up de la época anteriormente mencionado. Pero el momento más destacado es en el número 50 de la colección, el último número de la etapa Byrne, un número especial donde Hulka conoce a su creador, al estilo de Animal Man y su guionista Grant Morrison y donde las primeras figuras del cómic de los 80 (Frank Miller,Walter Simonson o Howard Chaykin, por poner unos ejemplos), homenajean al personaje y a su vez Byrne les homenajea a ellos (el mejor homenaje el que Byrne realiza para Howard Chaykin con la primera página de su polémica obra Black Kiss).

Byrne vuelve a jugar con personajes y villanos de segunda y tercera categoría del universo Marvel, parodia de nuevo a los mutantes en una de las mejores sagas de esta etapa, Los X-Humados (34 y 35 USA) y se ríe de todo y de todos y por supuesto de si mismo, en una etapa que aún con sus irregularidades (la última saga de la colección con el cambio de cuerpos entre Jennifer y Weezi es francamente aburrida) es una rara avis del cómic de los 90, que debería ser publicada de nuevo para que los lectores actuales se rindieran ante la obra más divertida y diferente de un egocéntrico genial como es John Byrne.

Felipe Rodríguez Torres