¿Cuál es la mejor historia de amor de todos los tiempos? Estoy seguro que cada romántico empedernido que todos llevamos detro tiene su favorita. Unos dirán Moulin Rouge, otros Amelie o la poética El Paciente Inglés, pero yo me decantaré siempre por la obra maestra del genial director Francis Ford Coppola, Dracula de Bram Stoker. Porquemás allá que una auténtica película de terror es por encima de todo una historia de amor, el auténtico timón para narrar una historia tan trágica como emotiva, con una fuerza que los jóvenes de hoy en día locos por la MTV y los Jonas Brothers parecen no ver pendientes de obras tan huecas como la saga crepuscular. Pero bueno, esto ya es otra historia…
El inicio es posiblemente una de las mejores aperturas de todos los tiempos del cine, equiparable al brutal principio de Trainspoting o Casino. Van Helsing nos relata de primera mano la cruel historia del príncipe Vlad El Empalador, aquel luchador por la fe cristiana que fue traicionado por su propio Dios al no poder concebir que su amada Elisabetta acabara en el infierno por su desafortunado suicidio. Con un Gary Oldman portentoso, vemos como Vlad reniega de Dios clavando su espada en la cruz del Señor al que servía, tomando éste la sangre derramada por la cruz y convirtiéndose en el no muerto.
Coppola consigue precisamente un equilibrio perfecto entre el romanticismo y el miedo. Son las escenas con Jonathan Parker (Un sosísimo Keanu Reaves, como de costumbre) junto con el envejecido Drácula muestra de ello. Desde la oscura travesía de Parker por los senderos de la vieja Transilvania hasta el lúgubre castillo cuya luz se fue marchitando tras la muerte de Elisabetta. Fruto del destino, o tal vez sea la creencia de la reencarnación (recordad que Van Helsing es el cura del inicio) Drácula encuentra a su amada de nuevo en un portarretrato bajo el nombre de Mina, la futura esposa de Jonathan Parker para perdición de éste.
Comienza de nuevo la conquista del terreno perdido. Un Drácula rejuvenecido se adentra en las multitudinarias calles londinenses sin otro motivo que encontrar a su ansiada Mina. Con una sensacional banda sonora que sabe perfectamente interpretar los tiempos del film y la buena mano de Coppola, nos hacen revivir una historia de amor que el destino truncó y a pesar de los desesperados intentos de Mina por resistirse a su misterioso desconocido, muy en el fondo es consciente de la conexión que existe entre ellos.
Tras los asesinatos y la misteriosa enfermedad de Lucy , la vividora amiga de Mina, surge el alter-ego de Drácula el Doctor Van Helsing. Un Anthony Hopkins polivalente dando vida a un personaje tan divertido como clásico es el referente de héroe de la película. Un hombre que admiró lo que fue Vlad en su día, al tiempo que como investigador de las enfermedades de la sangre, representa el mayor enemigo de toda su vida. En definitiva, aquel que siempre ha anhelado encontrar.
El tercer acto de la película está protagonizado por la caza sin cuartel de los hombres hacia la bestia. Una carrera a contrarreloj a través del Mediterráneo y por las duras tierras de la vieja Europa. Drácula debilitado intenta llegar a su castillo de la mano de sus fieles gitanos, quiénes le custodian. La última carrera hasta el castillo para alcanzar a Drácula es una de aquellas escenas que a pesar de que el espectador se encuentra sentado en su butaca, parece que nos queda poco para sacar la lengua fuera de la tensión en la que te mantiene. Al igual que las escenas de nuestro héroe de acción preferido Jason Bourne, Coppola consigue crear un ritmo sublime hasta su portentoso final con un Drácula combativo hasta su ocaso final.
Mina, conocedora ya del fin de su amado, ayuda a éste a adentrarse a la iglesia del castillo donde todo dio comienzo. Otra vez su historia de amor imposible como sólo el cine sabe crear se ve truncada, y a pesar de los pecados del príncipe Vlad, éste consigue alcanzar la paz ante la presencia de Dios, viendo el espectador como la cicatriz de la cruz se cierra en señal de perdón. En una escena piadosa a la vez que cruel, Mina le corta el cuello a su amado para darle paz y morir como la persona que fue y no como la bestia en el que se convirtió.
Y así, alejando la cámara de la conmovedora escena, termina la obra maestra de Coppola, que para muchos supuso la mejor película de vampiros de todos los tiempos, aunque evidentemente siempre admitiremos a debate Entrevista con el vampiro, película de Neil Jordan que ralla el sobresaliente pero no llega a la excelencia de Drácula de Bram Stoker. Francis Ford Coppola, al que muchos esperamos que vuelva algún día a dar la campanada con una nueva joya, siempre será recordado por esta obra, al igual que por su saga El padrino y por su obra más compleja Apocalipsis Now.