Cuando apuntamos a little Ana a la escuela infantil nos dieron un folleto explicativo de las distintas áreas que cubrirían a lo largo del curso: desarrollo psicomotriz, experimentación sensorial, introducción al idioma del las Islas Británicas, módulo de las Estaciones del Año, etc... sin embargo omitían una "asigantura troncal" que va a durar todo el año y es la que más créditos aporta: introducción a los virus, bacterias, fiebres y su posterior visita al pediatra. No entiendo cómo siguen obviándola cuando es la materia más difícil y completa que se imparte en la clase.
Y, como ya tenemos a la "Muy" con 3 añazos y curtida en mil batallas, ha llegado el momento de clasificar a ese profesional de la salud infantil taaaan especial: el pediatra.
- El carnicero: no se me alarmen, no se trata de ningún asesino en serie. Se trata de ese pediatra que tiene la empatía de un lemur, es decir, ninguna. Suele coincidir con que son profesionales sin hijos, el trato que les dispensan a los pequeños es el mismo que da el carnicero de mi barrio a las piezas de ternera que vende: cachos de carne. Deben de tener un defecto en los músculos de las comisuras de los labios porque no pueden sonreir ni emitir palabras con dulzura. Reciben la mercancía, la pesan, la miden, comprueban la laringe y otros órganos vitales y que pase la siguiente res...
- El fantasma: este está muy de moda últimamente. Más que una categoría en si mismo, el fantasma es un estado. Se produce cuando, tras pedir cita y concedértela (con suerte) el día siguiente, asistes al centro de salud y el pediatra está de huelga, la sala de espera se ha convertido en un paisaje desértico y el personal de recepción del centro te pide que firmes en contra de los recortes. Según qué día te pille o cómo se encuentre tu monstruito, firmas o vomitas improperios al personal de recepción (pobres, quizá sean los que menos culpa tengan, pero habiendo un receptor de vómitos a mano no hay que desaprovecharlo).
- El naturista: llevas dos días con la niña con fiebre alta, tiene un ritmo de 120 toses/hora, el color amarillento de la cara hace que la confundas con cierta esponja marina que echan en Clan por la tarde/noche y la congestión hace que respire cual abuelete corriendo tras el autobús. Cuando expones todo esto, hay un tipo de pediatra que le observa la garganta, le ve puntos blancos que indican que existe infección y su diagnóstico es: que siga con Dalsy que vamos a intentar que lo supere sin antibiótico. Dos días después, regresas con la palabra Amoxicilina grabada en un anillo-sello con la idea de estampársela en la frente al "naturista de los coj..." y entonces sí, ve claro que el antibiótico es necesario.
- El crítico de cine: a este le encanta regañarte, según llegas ya te está advirtiendo que no puede ser que vayas al pediatra sólo porque tu hijo tiene fiebres altas, que debes dejar pasar cuatro días, que bla, bla, bla... se pasa 10 minutos "aconsejándote" y 5 revisando el estado de la mercancía (éste tiene mucho de carnicero). A mí se me había ocurrido que estos profesionales deberían cobrar los días 15 del mes siguiente y cuando vayan a pedir explicaciones se les dijese: no puede ser que vengas a quejarte porque hayan pasado sólo quince días sin cobrar la nómina, tienes que esperar 15 días más y, si aún entonces no has cobrado, vienes.
- Los esbirros de los pediatras: los enfermeros. ¿Qué se pensaban, que no tenía también para ellos? Sólo voy a destacar a un tipo de enfermero: el veterinario. Este profesional es el encargado habitualmente de poner las vacunas, hacer curas y otros menesteres relacionados con heridas superficiales. Concretamente la especie de los veterinarios gusta marcar a los niños como si fueran reses de ganado: pinchazo rápido y que pase el siguiente. Cuenta la leyenda que a un niño le "graparon" a la oreja el carnet de identidad...
Y por último y, por suerte, el más frecuente: el pediatra común. Es aquel que trata a los niños como lo que son, con un lenguaje y unas estrategias acordes a éstos, que también trata a los padres como lo que somos: unos histéricos deseosos de una ración de tranquilidad y de amoxcilina a partes iguales; son profesionales, seguros y con más psicología que muchos de los profesionales que sientan en el diván al paciente.
A mí se me ocurren estas categorías porque son las que he vivido en mis carnes, seguro que se os ocurre alguna más con la que ampliar la disección. Sed malos, por favor...