Clausewitz en lo crítico ( 2 min.)por Juan B. Lorenzo de Membiela
¿Qué está mal nuestra sociedad? Otras estuvieron, sin embargo, más enfermas y no murieron: los dioses nos tratan como si fuéramos pelotas (Plauto, 1992: 3)[1]. Es difícil hablar de optimismo bajo una fatalidad tan prolongada. Y sin él, toda esperanza quiebra y toda sonrisa zozobra como vaga ilusión. Dijo La Rochefocauld: los grandes hombres se abaten y se desconciertan a causa de la duración de los infortunios (1963: 271)[2]. Y con ellos toda acción de gobierno que pueda mantener un rumbo, al menos, propicio.
El llamado « courage d´esprit » o valor moral, es un acto del intelecto que nace del sentimiento y que es imprescindible para afrontar las responsabilidades y evitar, en lo posible, el peligro moral. Con él se trata de superar la duda y la indecisión (Clausewitz, 2010)[3].
Para Clausewitz, en toda contienda (y las crisis económicas lo son como fricciones financieras entre corporaciones) las potencias morales son: las capacidades del jefe, las virtudes militares del ejército y su espíritu nacional.
En management tendría su correlación con el liderazgo del directivo, el capital humano y la identificación de toda la organización con los valores de la empresa.
Estas tres entidades tienen un mismo potencial, sin prevalencia de una sobre otra. Pero Clausewitz pondera la relevancia tanto del espíritu nacional (entusiasmo, fervor fanático, fe y opinión) y el hábito de un ejército para la guerra que favorece una mayor capacidad para la acción.
¿Cómo se encuentra nuestro espíritu nacional y su entusiasmo?
Vadeados en una marisma financiera de hostilidad imprevisible, cobra importancia el estado de la cosas, que es desfavorable pero no insuperable.
La guerra es el ámbito del peligro, por lo que el valor es ante todas las cosas la primera cualidad del guerrero. El valor como indiferencia ante el peligro, sea del organismo, sea de la subestimación de la vida o de la costumbre. Valor ante el peligro de la vida y posteriormente valor ante la responsabilidad, reclamada por el poder o por la conciencia.
La guerra es el ámbito de los esfuerzos y sufrimientos físicos, también morales. Se precisa fortaleza de cuerpo y espíritu pero sobretodo un predominio de las fuerzas del entendimiento.
De esta cualidad, versó Calderón:
« (…) Aquí la necesidad no es infamia;
Y si es honrado pobre o desnudo un soldado,
tiene mayor cualidad que el más galán y lúcido;
Porque aquí, a lo que sospecho,
no adorna el vestido al pecho,
que el pecho adorna al vestido (...)».
La guerra es el ámbito de la incertidumbre, tres cuartas partes de las cosas sobre las que se construye la actuación se encuentran sumidas en la niebla de la incertidumbre. Aquí, reflexiona Clausewitz (2005:49) se requiere un fino y penetrante entendimiento que perciba la verdad con el tacto de su juicio.
La guerra es el ámbito del azar, ninguna actividad humana se encuentra tan penetrada por esta circunstancia. El azar multiplica la incertidumbre y se precisa un entendimiento que incluso en esa incrementada oscuridad no carezca de rastros de luz interior que le lleven a la verdad, y valor para seguir esas débiles luces. La primera se denomina « coup d’oil », la segunda, la decisión (2005:50).
Pero junto a estos elementos se necesita liderazgo del general. Llámese acción humanizada, quizás no por su relevancia, que puede ser insignificante, sino por el gesto, el apoyo, la proximidad sin distancias en lo decisivo. Se trata de cercanía, quizás aliento, más próximo, más cálido. Porque en toda tempestad un reflejo aún lejano siempre es gratificante.
[1] Tito Macio Plauto, (1992), Comedias, Gredos: Madrid.
[2] La Rochefoucauld, (1963), Máximas, Bergua: Madrid.
[3] Von Clausewitz, (2005), De la guerra, La esfera: Madrid.