Clavos en la puerta

Por Candreu
Desayuno en Madrid esta semana con un viejo amigo. Hace meses que arrastra un serio problema de enfrentamiento casi permanente con su jefe. Las cosas están llegando al límite, pero no hay día que no haya un roce que haga saltar todo por los aires.
Cuentan de un joven que tenía muy mal carácter. El lo sabía, pero no hacía nada por corregirlo. Su temperamento le llevaba a continuos enfrentamientos con su familia, con sus clientes, con sus compañeros de trabajo...
Para que se diera cuenta, un día en el desayuno, su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia con alguien, debería clavar un clavo detrás de la puerta de sus habitación. Parecía que el muchacho se tomaba en serio aquella importante misión que le iba a ayudar a ser mejor persona, y poco a poco la puerta se fue llenando de clavos.
Con el paso del tiempo el joven aprendió a controlar su genio, y clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Hasta que llegó un momento en que pudo controlar su carácter y pasaba días sin clavar un solo clavo. Eufórico, una mañana contó a su padre su logro. Este le propuso que retirara un clavo de la puerta cada día que lograra controlar su carácter. Pasó el tiempo y el joven anunció a su padre que ya no le quedaban más clavos para retirar de la puerta. Aquello era un éxito.
Su padre lo cogió de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: "Hijo, has trabajado muy bien, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves. Tú puedes ofender a alguien y retirar lo dicho, pero la herida permanece y el mal se propaga. Ahora hace falta trabajar mucho más para que la puerta quede como nueva. Hay que reparar cada agujero y eso requiere esfuerzo. Mucho".
 
Y es que el conflicto entre las personas es un hecho muy frecuente. Sólo ventilándolo seremos capaces de abordar la solución. Tomando el conflicto en serio, siendo conscientes de que nos estamos equivocando y de que no queremos seguir clavando clavos en la puerta. Si ambas partes exploran las raíces de sus diferencias pueden llegar a un diagnóstico acertado y por tanto a una salida satisfactoria para ambos. Implica hablar de los sentimientos, de las percepciones... y eso es siempre pegajoso, pero es la única solución. Hace falta valor y paciencia, pero será la única manera en la que podremos volver a dejar la puerta como nueva.
Ahora que ya hemos vuelto todos al trabajo ¿por qué no piensas en qué conflictos, enquistados desde hace tiempo, quieres ventilar para que tu puerta vuelva a estar impecable?