Cuando vi Clerks en 1994, en los antiguos cines Alphaville de Madrid, Kevin Smith se convirtió inmediatamente en un héroe. En aquella película en blanco y negro, de bajo presupuesto, aparecían personajes cercanos a mi edad que, como yo, eran fans de Star Wars y de los cómics de Marvel. Por primera vez, estaba viendo en la pantalla a alguien que tenía mis intereses. Hoy todo el mundo es friki, pero entonces, los tebeos y la saga de George Lucas eran pasiones más bien minoritarias y hasta mal vistas. Eran cosa de niños. Clerks reivindicaba todo eso y, además, era una comedia gamberra, con un humor escatológico y sexual poco común, que te hacía sentir 'adulto', y un retrato generacional con un puntito filosófico. Luego descubriría que, efectivamente, Smith era un gran fan de los superhéroes y del cine de los 80´s que consiguió abrirse camino en la industria de Hollywood. Uno de los nuestros infiltrado en la gran maquinaría de fabricar sueños. En 2023, la carrera de Kevin Smith se compone de pequeñas, pero simpáticas, películas que no han pasado a formar parte de la historia del cine. El entrañable director se dedica a dirigir episodios de series de televisión como The Flash, Supergirl, o la animada Masters of the Universe: Revelation. No fue el gran director de cine indie que soñé -ese fue Tarantino ¿no?- porque no maduró como realizador, ni en sus aficiones personales. Justo como yo. Ahora Smith estrena en Netflix una tercera parte de Clerks que devuelve a la vida a Dante (Brian O´Halloran) y a Randal (Jeff Graves) como maduros al borde de los 50 que siguen siendo los dependientes de la pequeña tienda de ultramarinos -bueno, también son los propietarios del local, pero, por alguna razón, eso no parece precisamente un gran logro-. El caso es que Dante, Randal y los fumetas Jay (Jason Mewes) y Bob -el propio Smith- siguen atrapados en las mismas rutinas. Y eso que Randal, que antes solo podía hablar de El retorno del Jedi (1983), ahora tiene como referente The Mandalorian. El caso es que Clerks III arranca como una comedia, francamente, lamentable. Los chistes sexuales han perdido garra, los comentarios frikis parecen pasados de moda -ahora tenemos Twitter- y el humor fumeta nunca tenido gracia -y ahora la marihuana es legal-. Eso por no hablar de todo el rollo católico, lo más original de la propuesta, que tampoco acaba de funcionar. Pero tras aguantar los primeros treinta minutos -o así- de esta cinta, debo admitir que Kevin Smith me fue ganando poco a poco. Randal sufre un infarto -un apunte autobiográfico- y se replantea su vida entera. Entonces surge la brillante idea ¿Y si tras pasar toda la vida viendo películas, Randal hiciese la suya? Y esa película que Dante y Randal deciden rodar es, claro, Clerks. Un ejercicio de metaficción muy obvio, sí, pero que me obligó a revisitar mentalmente aquella película de mi juventud y a darme cuenta de que me la sé de memoria -o de corazón- sin haberla revisado desde hace mucho tiempo. Conozco sus diálogos, sus chistes -las 37 mamadas- y sus extrañas teorías sobre Star Wars. Clerks III no es tanto un ejercicio nostálgico sino una película que nos obliga -a los de la generación X, sobre todo- a plantearnos qué hemos hecho con nuestra vida y si, en el fondo, al menos, somos felices. Kevin Smith no es el mejor director del mundo, pero seguramente es el único que parece un amigo, un tipo cercano, uno de los nuestros.
Cuando vi Clerks en 1994, en los antiguos cines Alphaville de Madrid, Kevin Smith se convirtió inmediatamente en un héroe. En aquella película en blanco y negro, de bajo presupuesto, aparecían personajes cercanos a mi edad que, como yo, eran fans de Star Wars y de los cómics de Marvel. Por primera vez, estaba viendo en la pantalla a alguien que tenía mis intereses. Hoy todo el mundo es friki, pero entonces, los tebeos y la saga de George Lucas eran pasiones más bien minoritarias y hasta mal vistas. Eran cosa de niños. Clerks reivindicaba todo eso y, además, era una comedia gamberra, con un humor escatológico y sexual poco común, que te hacía sentir 'adulto', y un retrato generacional con un puntito filosófico. Luego descubriría que, efectivamente, Smith era un gran fan de los superhéroes y del cine de los 80´s que consiguió abrirse camino en la industria de Hollywood. Uno de los nuestros infiltrado en la gran maquinaría de fabricar sueños. En 2023, la carrera de Kevin Smith se compone de pequeñas, pero simpáticas, películas que no han pasado a formar parte de la historia del cine. El entrañable director se dedica a dirigir episodios de series de televisión como The Flash, Supergirl, o la animada Masters of the Universe: Revelation. No fue el gran director de cine indie que soñé -ese fue Tarantino ¿no?- porque no maduró como realizador, ni en sus aficiones personales. Justo como yo. Ahora Smith estrena en Netflix una tercera parte de Clerks que devuelve a la vida a Dante (Brian O´Halloran) y a Randal (Jeff Graves) como maduros al borde de los 50 que siguen siendo los dependientes de la pequeña tienda de ultramarinos -bueno, también son los propietarios del local, pero, por alguna razón, eso no parece precisamente un gran logro-. El caso es que Dante, Randal y los fumetas Jay (Jason Mewes) y Bob -el propio Smith- siguen atrapados en las mismas rutinas. Y eso que Randal, que antes solo podía hablar de El retorno del Jedi (1983), ahora tiene como referente The Mandalorian. El caso es que Clerks III arranca como una comedia, francamente, lamentable. Los chistes sexuales han perdido garra, los comentarios frikis parecen pasados de moda -ahora tenemos Twitter- y el humor fumeta nunca tenido gracia -y ahora la marihuana es legal-. Eso por no hablar de todo el rollo católico, lo más original de la propuesta, que tampoco acaba de funcionar. Pero tras aguantar los primeros treinta minutos -o así- de esta cinta, debo admitir que Kevin Smith me fue ganando poco a poco. Randal sufre un infarto -un apunte autobiográfico- y se replantea su vida entera. Entonces surge la brillante idea ¿Y si tras pasar toda la vida viendo películas, Randal hiciese la suya? Y esa película que Dante y Randal deciden rodar es, claro, Clerks. Un ejercicio de metaficción muy obvio, sí, pero que me obligó a revisitar mentalmente aquella película de mi juventud y a darme cuenta de que me la sé de memoria -o de corazón- sin haberla revisado desde hace mucho tiempo. Conozco sus diálogos, sus chistes -las 37 mamadas- y sus extrañas teorías sobre Star Wars. Clerks III no es tanto un ejercicio nostálgico sino una película que nos obliga -a los de la generación X, sobre todo- a plantearnos qué hemos hecho con nuestra vida y si, en el fondo, al menos, somos felices. Kevin Smith no es el mejor director del mundo, pero seguramente es el único que parece un amigo, un tipo cercano, uno de los nuestros.