Siento debilidad por Clint Eastwood, y también por los papeles que ha interpretado. Verle masticar tabaco, apuntar, mirar de reojo, o perseguir sin correr… pero ahora me gusta todavía más.
Clint Eastwood, ya con 82 años, ha sido uno de los personajes más comentados en los USA de los últimos días. Hace unos meses dejó claro su apoyo a Obama. Recientemente, como protagonista del comentadísimo anuncio de Chrysler en el descanso de la Super Bowl (It´s Half Time In América) fue acusado también de hacer campaña a favor de la política de Obama durante el texto que emitía el anuncio al hablar de la segunda parte del partido, ya que fue considerado como una bienvenida de esperanza y mejora hacia la segunda parte de la era Obama.
Él negó este hecho a pesar de sus anteriores apoyos al presidente, pero fue hace unos días cuando el bueno (y el feo y el malo) de Harry ocupó la primera plana de todos los noticiarios norteamericanos mientras ardían las redes sociales con su nombre.
Eastwood, saltándose el guión que la convención republicana había preparado para él, sostuvo una genial interpretación sobre el escenario dialogando con una silla vacía con el imaginario Obama mientras repasaba los problemas del país, los sueños rotos y las promesas incumplidas “Yo también lloré la noche que Obama aceptó la nominación de su partido, “Ahora hay 23 millones de personas sin trabajo…”
Inmediatamente fue criticado sin piedad por la mayoría de la profesión, más proclive al lado demócrata, y que como en la mayoría de los países mantiene un curioso paréntesis corporativista cuando se refiera a determinadas posiciones políticas.
Clint fue sincero consigo mismo, independiente y consecuente. Clint es él, y lo presupongo irrepetible. Ahora mucho más. Sus últimas palabras sobre el escenario fueron
“Este país nos pertenece a ti, a mí, a nosotros. Ni siquiera a los políticos, los políticos son nuestros empleados. Cuando alguien no sabe hacer su trabajo, debemos dejarle marchar”
Vaya tipo.
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