Todos sabemos que en los premios literarios abundan los rumores de apaños y pucherazos, si bien no es frecuente contar con la posibilidad de leer en la prensa el detalle de esos mangoneos.En esta ocasión lo relata el diario de Burgos, que presta voz a los miembros del jurado de preselección, los cuales se quejan de que el poemario ganador no se encontraba entre los finalistas.Para los legos en la materia, en el premio estaba metida la editorial Visor, cuyo amo, Chus Visor, es conocido en todo el mundo literario por sus turbios manejos, así que el enredo era previsible. Lo que no tiene desperdicio es la declaración del presidente del jurado, Luis García Montero:«Cuando al responsable de la editorial o a un miembro del jurado le llega la noticia de que alguien se ha presentado al premio, tiene derecho a pedir que su libro se añada a la deliberación. Esa es la costumbre establecida en la inmensa mayoría de los concursos literarios y eso es lo que ocurrió en el Premio Ciudad de Burgos»O sea, que, en un premio en el que los concursantes se presentan bajo pseudónimo para garantizar que se juzga la calidad de la obra y no otra cosa, el jurado pide leer una obra en concreto.Como postula la famosa cita apócrifa: «Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras»