Club Alonso Berruguete

Publicado el 20 abril 2022 por Monpalentina @FFroi

En mi último paso por Palencia, al visitar el Casino, tuve un inesperado, feliz y breve encuentro con Conchita Casalduero y lo recordamos. Me ha servido para hacer memoria de su promotor y de sus actividades.


Al Padre Ángel Pidal y Bernaldo de Quirós, de familia aristocrática, nieto del famoso Marqués de Villaviciosa D. Pedro Pidal y sobrino del más famoso D. Ramón Menéndez Pidal, le entró la vocación de fraile cuando tenía 30 años. Le conocí y traté de novicio en Palencia, durante mi periplo vital con fray Escoba. Y mucho más cuando, ordenado sacerdote en 1960, fue destinado al convento de San Pablo, cuna de santos, y quiso dedicar su tiempo a la juventud creando nuestro club, con centro de actividades en el antedicho lugar y también en el cine San Pablo, tristemente desaparecido.

¡Cuántos felices momentos se me agolpan! Aunque sea pequeño, voy a hacer recuerdo para rendirle mi sencillo homenaje.


Como antes mis buenos amigos de Acción Católica y después los de Cursillos de Cristiandad, mucho me ayudó el Padre Pidal, con sus charlas y testimonio personal, para formarme y meter al buen Dios en mi vida. Cuanta vida, alegría y bien me proporcionaron. Siempre les estaré agradecido, como a la buena gente del club, con los que compartí sanos y alegres ratos recreativos, deportivos y culturales.

¿Quién fue aquella buena gente, partícipe y protagonista del Club Alonso Berruguete?


Aparte de Conchita, Adita, Leandro Pozo, los Rafaeles - Carrera y González-, Raúl, Carlos Urueña, Rufino, Cayo, Jesús Maestro, Toñi, Julián Rojo, Asensio, mi "hermano" Marino Ampudia, Luis, Ángel y Jaime, hay un largo etc., muchos de ellos ya desaparecidos. Pero, sobre todos, quiero recordar a Luis Maestro, uno de mis amigos del alma que, por su delicado corazón, no podía participar y disfrutar de todo lo que allí se realizaba. Junto a los hermanos Jaime y Ángel formaron un trío de inolvidables recuerdos, como los vividos en nuestras subidas, en el autobús, al Monte El Viejo para ensayar, escondidos entre las encinas, aunque siempre termináramos rodeados por las fans que ya tenían, tras su participación en el Primer Festival de la Juventud en Alar del Rey (1969), presentado por Patxi Andión, donde quedaron en segundo lugar y un jovencísimo Amancio Prada, con todo su pelo, se llevó la Galleta de Oro. "Amigos y guitarras" así les bauticé, llenaban con sus guitarras la Misa dominical de la Parroquia de Santa Marina, promovida por el Club, y eran muy seguidas sus canciones, con música y letra de Luis, en el programa radiofónico "Jóvenes a las Siete" de los sábados, también auspiciado por el Club y emitido por La Voz de Palencia.

Leandro Pozo, Rafael Carrera, Adita y yo, con la inestimable ayuda técnica del señor Ampudia, poníamos los guiones, la voz, los comentarios a la actualidad juvenil y a la obras de los nuevos cantautores: Aute, Serrat, Víctor Manuel, Mary Trini..., y las entrevistas, como la de Mariano Haro en su plenitud, cuando le pregunté: Y ahora, ¿en qué trabajas? -Ahora no trabajo, ahora estoy en Sindicatos".
No hay que pensar indebidamente. Le habían colocado en la sede de los Sindicatos, en la entonces calle Teniente Velasco, y ya no tenía que ir y regresar corriendo, desde su Becerril a Palencia, para su trabajo en la construcción. Así podía entrenar debidamente y ser gloria del deporte palentino. Aquel programa, que duró cerca de tres años, fue una preciosa experiencia que dio a conocer muchas primicias de la vida cultural y deportiva palentina, además de servir para que el Club trascendiera. Como los festivales navideños en la Beneficencia, para sus ancianos y niños. También para los colegios de la capital, como el celebrado en el Teatro Ortega. En ellos, Luis se hizo muy conocido por su otra extraordinaria faceta de alegre e impresionante ilusionista. No puedo por menos que recordarle cuando veo al extraordinario mago Miguel de Lucas, pues es clavadito a él. Si creyera en eso de la reencarnación, diría que Luis está de nuevo entre nosotros pues, como él, alegre e ingenioso, quería ser Maestro de escuela, como yo entonces comenzaba a serlo. Fue un paréntesis precioso el vivido con ellos, antes de la marcha de Luis en su último viaje, que celebramos su funeral como a él le habría gustado, con una de aquellas alegres Misas, en su querida Santa Marina.

He vuelto otra vez a Palencia, tras ese más de medio siglo separado, no olvidado de mi tierra, que quiero recuperar. Es asignatura que tengo pendiente, para cumplir en unos nuevos pasos y reencontrarme con los que quedemos de aquella buena gente.


Espero poder hacerlo realidad.

Una historia de Julián González Prieto