marzo 18, 2013 por Silvia.ssu
El jueves por la tarde el Teatro Real estaba lleno de público que contenía la respiración, y aplaudía con cierta ansiedad compulsiva al terminar cada pieza. Claramente que hay ganas de ver hasta donde llega esta supuesta quimera de tener una compañía clásica.
El qué exponer para paliar esta ansiedad es el gran problema de la CND. Poco pueden hacer para calmar a ese lado que pide que las cosas puedan ser cómo antes, porque aquel sello del antes, el señor Duato, le ha negado la posibilidad de representar ese repertorio que se creó para la institución pública. Por otro lado, las circunstancias actuales (la falta de dinero para nuevas producciones, y la imposibilidad de renovar la plantilla al completo) hacen que sea complicado contentar a los que piden clásico. Porque nosotros queremos ver una compañía con empaque y academicismo, y no un conjunto arremolinado para giras.
Con la cantidad de conservatorios que existen en España, uno pensaría que aquello del academicismo ya estaría ganado. Pero, la realidad es algo más complicada. No se puede formar un buen cuerpo de baile instantáneamente de un grupo de desconocidos, por muy buena que fuera su escuela. Hay que dejar madurar la receta, y eso requiere un tiempo que muchos no están dispuestos a dar a la CND. Si miramos a fuera, las grandes escuelas ruedan a sus alumnos desde muy pequeños en las producciones de los grandes teatros. Estos pequeños papeles sirven para estimular no sólo los deseos artísticos de los niños, sino también para enseñarles la disciplina de compañía profesional. Hay que reflexionar sobre la importancia de esa falta de referente local en nuestras generaciones recientes de bailarines.
Pero, creo que tras lo visto en el Teatro Real, hay razones para el optimismo. La CND existe y está trabajando en la dirección prevista. Quizá esta bicefalia clásico-contemporánea sea complicada para comenzar este trabajo de base. Pero, al menos, creo que hay que valorar el intento.
Ya hablé sobre la puesta punto en Alcobendas, y, unas semanas después, las impresiones son parecidas. La ‘ Holberg Suite ‘ es de nuevo la pieza más floja del programa. Y es curioso porque es la que más se parece al repertorio anterior, pero, sigue habiendo muchos fallos de sincronía entre los bailarines, que hacen que desluzca la pieza, qué, por otro lado, me parece poco reseñable. Personalmente, los ballets en maillot y medias con música clasicista de corte kylian siempre me parecieron poco excitantes. En ‘Tres Preludios’, eché de menos a Joel Toledo, aunque la pieza es de lucimiento femenino, y ni él ni Toby Mallit, que bailó el jueves, tienen mucho que hacer, más que partnear a Seh Yun Kim, esta vez, con menos arabesques a la segunda.
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‘Who Cares?’, de George Balanchine, fue muy apreciado por el público. Balanchine coreografió Who Cares? sobre 16 canciones de Gershwin compuestas entre 1924 y 1931 incluyendo “Strike Up the Band,” “Sweet and Low Down,” “Somebody Loves Me,” “Bidin‟ My Time,” “„S Wonderful,” “That Certain Feeling,” “Do Do Do,” “Lady Be Good,” “The Man I Love,” “Build a Stairway to Paradise,” “Embraceable You,” “Fascinatin‟ Rhythm,” “Who Cares?,” “My One and Only,” “Liza,” y “I Got Rhythm.”. Sólo estos arreglos jazzeros ya arrancan una sonrisa al público. Entre el plantel de solistas, Seh Yun Kim, Noëllie Conjeaud, Yae Gee Park y Moisés Martín Cintas, desigualdad. Falta esa pureza de líneas y rapidez de Balanchine, sobre todo en Conjeaud, aunque de momento, hay la suficiente expresividad de musical para llevar la pieza. Repito la pregunta sobre si Moisés Martín tiene algún problema físico, porque su prestación técnica fue floja.
Las Sonatas son una muestra de esa máxima de ‘hacer lo mejor que se pueda con los medios disponibles’ que confesó Jose Carlos Martinez en la rueda de prensa de presentación de la compañía hace unos meses. Creo que es una buena pieza que consigue presentar a los bailarines que se tiene en buena luz y excitar al público. El adagio entre las sombras es hipnótico, esta vez más con las líneas de Lucia Lacarra, invitada especialmente para la gala, acompañado por esos sonidos que Rosa Torres-Pardo le saca a al piano que parecen olas de mar (y vienen bien para callar las toses que provoca todo silencio en el teatro).
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Como prueban miles de fotos que pululan por internet, Lucia Lacarra tiene unas líneas impresionantes, aunque reducidas al mínimo diámetro. De las dos ocasiones que la ví, en Madrid y en París, esta fue la vez que más me agradó. Su cisne no es pleno de expresidad, pero, por otra parte, ningún cisne lo es cuando se presenta descontextualizado en galas.
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Fotografías: Jesus Vallinas, flickr CND