Coacción y constreñimiento

Publicado el 09 julio 2013 por Carlos Armando Cuervo @albinoni6

OPERATIVOS CONTRA LA INSURGENCIA

Fotografia pagina web policia Nacional de Colombia
Sin duda las continuas mutaciones de la violencia han sido motivo de evaluación en reiteradas ocasiones a través de los tres años que llevo escribiendo este blog; y de nuevo me siento obligado a retomar el asunto, ante episodios que describen diferentes niveles de crueldad y de amenazas a la libertad de cada uno para actuar y expresarse.
Hace unos días observé un video alojado en you tube, que estaba concatenado a una reseña periodística de la prensa británica, este material mostraba la decapitación de un sacerdote franciscano por parte de la turba islamita contraria al régimen sirio, sin duda una acto cargado de la más escandalosa barbarie, solo igualado por los actos protagonizados por los bestiales asesinos de los carteles mexicanos, o los escenificados por parte de las autodefensas colombianas o por sus contradictores pertenecientes a la insurgencia del país, hechos que permiten ubicar a Colombia como el país con mayor violencia de Latinoamérica.
En este marco de atrocidades surge un elemento que se ha ido transformando en Colombia, a partir de la migración de habitantes del campo a la ciudad, y es esa violencia manifiesta en el campo por acción de los actores armados, que ahora se presenta en los barrios marginales y los de estrato popular en forma de micro extorsión o de jóvenes dedicados al sicariato, potencializada con el micro tráfico de narcóticos y el desplazamiento causado por pandillas y combos, que se han alimentado también con la incorporación de ex combatientes de las autodefensas; sin duda toda un nuevo universo de elementos perturbadores que desbalancean con ahínco a nuestro incompetente sistema de justicia y de seguridad.
Latinoamérica en su conjunto aporta la tercera parte de los homicidios de todo el mundo, y como ya lo expuse Colombia posee el deshonroso primer puesto en el subcontinente, de ahí mi desazón cuando a través de historias no oficiales o de algunas notas de prensa se comenta sobre el incremento de extorsiones a comerciantes, condominios residenciales y ciudadanos en general, sin que haya una clara y oportuna respuesta de las autoridades que encubren la dimensión real del problema o en el peor de los casos lo desestiman con la manida excusa de la falta de denuncias, cuando es de público conocimiento que los hechos se han ido acrecentándose, trasladándose de los barrios informales de la periferia a los barrios populares y ya se escuchan noticias de barrios de clase media.
Es tan desalentador el progreso de estos hechos que inclusive se ha generado un nuevo fenómeno de desplazamiento dentro de las mismas ciudades, produciendo un suceso inédito con resultados aún difíciles de evaluar por el desconocimiento de cómo se desenvolverán los sucesos en el mediano plazo, mas lo que sí está claro es que dichos hechos son incubadoras de otras formas de violencia como respuesta al perverso éxodo que comienzan a crear.
Ahora que el gobierno central continua desarrollando su estrategia de paz, vendría a bien restablecer el orden en las ciudades y desarmar a tiempo estas peligrosas bandas de extorsionistas con estrategias policiales y de intervención social, pues de resultar con buen término el progreso de negociación con las guerrillas, aumentará en no menos de 12 mil combatientes el complejo panorama de reinsertados a la vida civil, que podrían acrecentar las posibilidades de nuevas extorsiones y de otras formas de violencia en las ciudades.
Sin duda este es de los mayores obstáculos de la paz, el alcanzar la integración a la civilidad y a la normalidad citadina, para estos hombres y mujeres ignorantes, acostumbrados a portar un fusil que despierta poder y autoridad para amedrantar a sus conciudadanos; por ello será esta la prueba definitiva que asegure el éxito de los acuerdos con los grupos violentos del país, porque recordemos que un elemento alimentador de la actual crisis, se deriva de los deficientes e ignorados arreglos con las que las numerosas compañías de combatientes de las autodefensas se incorporaron a la normalidad de la vida civil y son procesos ultimados hace unos pocos años, por lo que no se pueden cometer los mismos errores.
Mi conclusión hoy es que los factores que atizan la violencia mutan continuamente, por ello es necesario que las autoridades civiles y de policía evoluciones también con las soluciones que atenúan o evitan la proliferación de estas causas. A nosotros como ciudadanos solo nos resta presionar a administradores civiles y a autoridades de justicia y de policía para que contribuyan decididamente en la solución de estos graves asuntos.