Hace una semana, dando una clase sobre evaluaciones psicotécnicas para estudiantes de la carrera de psicología y, mientras interpretaba algunos dibujos que los alumnos habían hecho en el pizarrón de acuerdo a mis consignas, recibí la pregunta de rigor: "profesor cuánto de subjetivo hay en las conclusiones que sacamos ?". Sin pensarlo hice, espontáneamente, silencio y escuché el comentario de otro alumno que aventuraba un 50 %, como respuesta.
La cuestión de la subjetividad en las disciplinas humanas es un tema complejo y a, su vez, muy cuestionado.
Cuando administramos un test, estamos pretendiendo obtener datos precisos y exactos ?
Y si es así, sobre qué ? Sobre conceptos indefinidos o abiertos a interpretaciones como "inteligencia general", "rasgos obsesivos", "ansiedad" o "capacidad para liderar" ?
Y cuando pedimos que nos completen un cuestionario del estilo MBTI o similar ?
Qué validez predictiva tienen sus resultados ?
Cuánto pueden estar influenciados por el puesto al que el postulante desea acceder ?
Al encarar un proceso de coaching, cuánto de objetividad podemos pretender de un encuentro entre dos personas ?
En la clase, otro alumno bromeaba caricaturizando una supuesta entrevista en la que el profesional le pedía al entrevistado que le diese un rato de tiempo para buscar la respuesta correcta, en un supuesto manual del psicólogo, a su planteo...
Probablemente esta dicotomía en la que se oponen subjetividad y objetividad esté resuelta a partir de la práctica: no se trata de encontrar LA VERDAD sino de ayudar y resolver una dificultad.
En este punto, tanto los aportes objetivos que pueden brindar las estadísticas y la medición de resultados, como las palabras generando un nuevo sentido y la posibilidad de un cambio son herramientas que tenemos a disposición quienes nos dedicamos a acompañar y colaborar en la resolución de problemas. Problemas que las personas o las organizaciones no logran superar con recursos propios.