Coaching Político: Desde las Brecha y los Quiebres

Por Dlodestro @dlodestro

Los políticos, esa especie de humanos extraños que oscilan entre el amor y el odio de la gente. Una especie de personajes comunes y corrientes que se visten de “superhombre” nietzscheano con el fin de pretender ser los modelos del cambio para algo mejor. Un cumulo de ideologías, pensamientos y verborrea, que a veces junta más alianzas que un polígamo, sonríe más veces que una publicidad de dentífricos y que posa para las fotos con más gracia que modelo publicitario. A pesar de todo, son seres humanos con quiebres, desencantos e insatisfacciones. Muchas veces divididos entre lo que desean ser y lo que deben hacer. Endeudados con sus propios valores de infancia, con dificultades para conciliar sus más hondos sentimientos con las políticas imperantes. Deseosos de solucionar los grandes problemas de un país pero a la vez limitados por su condición humana, su poder social, y hasta en ocasiones boicoteados por sus propios colegas, quienes no comparten su visión.

Es en ese espacio de brecha, de quiebre, en donde el coach político interviene buscando acompañar al ser humano que esconde el político. El Coach que se desempeña en ámbitos político es un profesional preparado para enfrentar y comprender los quiebres profundamente humanos, los deseos y valores que el Político tiene, ayudándolo a enfrentarse a las emociones encontradas, a las relaciones de poder, a sobreponerse a los fracasos sin perder de vista su visión.

Es importante en esta instancia diferenciar al coach político del asesor de campaña. Un asesor de campaña sugiere, desarrolla e implementa planes de acción tendientes a que el personaje en cuestión logre reconocimiento posicionándose como elección representativa de las necesidades e ideologías de una sociedad o pueblo. En cambio el coach político es un “Caddy” alguien que explora junto al político sus valores más profundos, su misión personal y visión ideológica brindando un espacio de creatividad y reflexión que le permitan resolver y gestionar con eficacia su desempeño ante la sociedad.

La figura del coach como “caddy” me gusta particularmente porque es un personaje que asume un rol humilde y no protagónico, alguien que tras la apariencia de “quien lleva los palos” puede hacer la diferencia entre acertar al hoyo o enviarla al lodo.

A veces me preguntan si como coach político puedo tener ideología o debo ser neutral. Considero que la neutralidad ideológica es un beneficio para el político, ya que el rol del coach es el de un cuestionador e indagador, alguien que pone en jaque a la persona con el fin de enfrentarla consigo mismo para poder lograr la superación, pero de sí mismo. No es menor el hecho que esto también implica un desafío, porque para lograrlo de forma efectiva, debe haber desde el principio una relación de igualdad, necesaria para poder intervenir efectivamente: dos humanos que conversan, donde hay preguntas, respuestas, interacción, confianza y profundo respeto por el otro, donde ambos se legitiman como seres individuales, y donde se festeja la diferencia ya que en esta se adquieren las fuerzas para la mejora y el crecimiento.

Cuando un político contrata a un coach no lo hace para parecer mejor que otros candidatos, ni para hablar mejor, ni hacer la propuesta más atrayente, aunque puede incluir estos factores tambien. Lo hace para SER más coherente con sus valores, mas integro con sus emociones y principios, para anclar su misión independientemente de los éxitos o los fracasos.

Un coach político es un oído atento, alguien que es capaz de mostrarle al político sus quiebres internos, alguien que con una linterna puede explorar la honda oscuridad del yo de quien lo contrata, acompañandolo a observar sus rincones más oscuros, profundizando entre sus luces y sombras. El coach político enfrenta las partes en conflicto entre sí para que su cliente logre ser más integro consigo mismo, con sus valores y principios, con su gestión, con su familia. Es alguien capaz de desempolvar del armario de recuerdos esos momentos que definieron la vocación política, que inundaron de emoción e ideología la existencia, ese afán de defender a la gente de las aves de rapiña social y egoista. El coach político facilita las condiciones para hacer que su cliente cree la mejor versión posible de sí mismo, lo conecta con el legado que dejará para su pueblo independientemente si lo votaron o no.

No es un rol fácil tomando en cuenta las situaciones de los países latinoamericanos, pero no es una situación imposible, requiere de la seguridad necesaria para no dejarse intimidar por el rol, la capacidad de no dejarse llevar por la opinion publica y ni por su propia y particular opinión Despojarse de los juicios de valor para conectarse con los valores del cliente y ayudarlo a comprometerse con ellos.

Por un lado, como Coach Político digo que lo político debe ser repensado; por otro lado como ciudadano reflexiono que es momento de cambiar la forma de pensar de y sobre la política. La política es el dominio de lo ciudadano, y en tanto dominio de ciudadano nos toca solo por el hecho de vivir con otros seres humanos, pero también nos toca porque somos animales políticos y no nos podemos escapar de esta condición. Nos puede gustar o no pero somos responsables del rol que asumimos ante ella, y no hablo de lo ideológico, eso es secundario, hablo de nuestro accionar, de la forma que legitimamos al otro como otro con todas las letras. Donde se va más allá de la mera tolerancia en las diferencias, hacia un lugar donde se coordinan acciones tendientes a un objetivo común y donde las diferencias se celebran y se valoran. Apunto a una política afectiva. Donde se tiene paz, pero no por ausencia de conflictos, sino por haber alineado el ser con los valores y principios más representativos. Donde la historia recorre coherente el pensamiento y acción de alguien que dejó algo por su nación, con servicio y dedicación a la causa que creyó clave para hacer de su país un lugar mejor para las próximas generaciones.