Mientras Rajoy sigue su curso parsimonioso e impasible, en su entorno ya se susurran los nombres de sus sucesores entre militantes y periodistas. Hay algo que ha calado más fuerte y es la idea de que el PP necesita una terapia de regeneración, de lo cual ya nadie duda y que entra en el ámbito de la sucesión de Rajoy; nadie, sin embargo, se atreve a plantearlo abiertamente, como tampoco se duda de que ha practicado una muy extraordinaria gestión económica y a la vez, una ridícula y deprimente actuación política en el aspecto de comunicación y cercanía a los medios. Tras la mayoría absoluta, solo en cuatro años, ha perdido autonomías, municipios y muchos diputados, pero piensa que él es el político ungido y si él no se aparta a un lado, el centro derecha seguirá liderado por el político echado en la pasividad y la lenidad del Morfeo, del sesteo agobiante de que 'el tiempo lo arregla todo', el 'laisser faire', el 'far niente'.
Rajoy no está dispuesto a dejar el protagonismo del sainete que nos entretiene sin gobierno ya demasiado tiempo, en la insufrible farsa de egoísmos e incompetencias, mientras por las entrañas de la sociedad española corre una sensación general de ineficacia ante el espectáculo que están ofreciendo estos politiquillos sin talla, atentos solamente al personalismo propio y a los intereses ficticios de la partitocracia. La abstención de Rajoy no se produce, no se la va a dar nadie, o manda él o ninguno; ni está muerto ni noqueado; su aparente inactividad es estratégica, sigue a la espera insisten: no hay nadie, y Sánchez ni sabe ni puede. Ahora bien, si se convocan nuevas elecciones, Pablo puede ganar y esa no es la alternativa que seduce a la mayoría por ser nociva para el bien nacional.
Tras las investiduras abortadas de Rajoy y Sánchez, ahora se dispone de un plazo de espera, para que lleguen a un acuerdo que dé lugar a la mayoría suficiente para la investidura y la necesaria para gobernar. Sin embargo, el odio, la falta de flexibilidad de unos y otros, de momento hace imposible su consecución; por tanto, no hay más posibilidad que la gran coalición PP, PSOE y C's para conducir a España por la senda de las reformas necesarias; pero, si los protagonistas de los tres partidos se mantienen en su negatividad, no será posible. Al respecto, queda una esperanza y es que, en el último momento, antes de acabar el plazo del dos de mayo, lleguen a un acuerdo los tres partidos posibles; pero, en la política, jugar a lo extravagante siempre es incierto y demasiado arriesgado.
C. Mudarra