La última escena, antes de que caiga el telón, de un candidato a la fuerza como ha sido Alfredo Pérez Rubalcaba posee tantas lecturas como reflejos tiene el laberinto de los espejos en un parque de atracciones. El candidato salió a las tablas de la derrota solo, sin el acompañamiento de ninguno de las múltiples cabezas pensantes que se esconden tras los muros de la calle Ferraz (sede socialista); o de todos/as esos/as que estos años han mamado de un sueldo público gracias al partido.
Pero hay que centrarse en la ausencia de quien ha destrozado las opciones de este partido político; de quien ha titubeado y se ha equivocado tanto estos cuatro últimos años; del responsable de la mueca perpetua y la media sonrisa cuando el temporal socioeconómico ha arreciado. Sigo sin entender la ausencia de José Luis Rodríguez Zapatero esa noche junto al candidato de la derrota que ellos mismos habían cocinado. Particularmente califico esa actitud como un notable ejercicio de cobardía de quien ya está “muerto” políticamente y no tiene nada que perder; de quien ya debe ir pensando en su agenda de próximas y muy bien remuneradas conferencias, diálogos, presencias en algún consejo de administración… La fotografía de Rubalcaba rodeado de “anónimos socialistas”, “trabajadores de la casa” como él mismo dijo, es el reflejo de una actitud y el pistoletazo de salida de la noche de los cuchillos largos entre los cegatos socialistas de este país.
Para otro día dejo mi reflexión sobre otras actitudes en el entorno político/periodístico de la realidad electoral de Canarias, con sus navajazos esgrimiendo palillos de plástico; mortadelas; casi senadores; gente de izquierda que desaprende su realidad cada cuatro años o autoproclamas de yo soy el remedio mágico.