Bienhallado presidente Rajoy,
después de mi primera colaboración en la que intentaba ayudarle con el tema de las parejas homosexuales y de la segunda sobre el tedioso y engorroso tema de la publicidad en la democracia, me desato ahora con una ayudita con vistas a su próximo discurso de investidura como Presidente del Gobierno. Me he ayudado de un documento elaborado por el lingüista Noam Chomsky que desde hace algún tiempo es de dominio público y corre por la red. Sin duda, lo conocerá: "Diez Estrategias de Manipulación". Aunque, como usted no me va a leer –que ya lo sé, no crea que soy tonta-, este artículo sólo servirá para hacer cábalas con algún perdido lector que llegue hasta aquí: ¿Qué se apuestan que alguna de éstas cae?
Usted ya sabe que el neoliberalismo europeo de los años ochenta y noventa –la señora Margaret Thatcher, por ejemplo- echó mano de estas estrategias para introducir –en el peor sentido de la palabra, es decir, no sexual- reformas sociales y económicas que significaron un recorte evidente en los derechos de los ciudadanos: privatizaciones, desmantelamiento masivo de industrias, precariedad laboral, recortes sociales,… Eso sí, muy poquito a poco porque en pequeñas dosis se controla mejor el descontento –esto es lo que el señor Chomsky llama "estrategia de la gradualidad"-. Le aviso: como es gradual, no es aconsejable utilizarla en un discurso porque dejaría de ser gradual para convertirse en un mazazo en los morros y se nos pueden revelar las masas. Esto déjelo para ir haciendo durante los próximos cuatro años.
Para este trago, la investidura, lo tiene más fácil, sencillamente debe presentarse como el solucionador. Algo así como lo de la señora Cospedal en Castilla La Mancha: recortamos derechos y privatizamos o desmantelamos servicios porque no tenemos más remedio. Una cosita, acuérdese de subrayar claramente que lo hace por el bien público y por culpa de los zarrapastrosos ineptos que habían gobernado anteriormente, eso le dará mucha más credibilidad.
Otra opción es copiar la estrategia de la ministra de trabajo italiana, Elsa Fornero. ¡Qué imagen más tierna! Cuando la vi en televisión, me recordó a los inquisidores arrastrando a las brujas hacia la hoguera mientras proclamaban bien alto que no tenían más remedio, si querían salvar sus almas. Pues usted, igual. Póngase serio, cúbrase el rostro de dolor y aproveche la desgracia de tantos ciudadanos para anunciar que no tiene más remedio que darnos… sus recetas mágicas –aquello de "haremos lo que tengamos que hacer", que suena a irremediable-. No se olvide especificar que esto lo hace porque cree en el futuro y en los españoles, en los mismos a los que usted hará pagar las consecuencias de la presente crisis. Y si es necesario, háganos sentirnos culpables con alguna referencia tipo, "estábamos viviendo por encima de nuestras posibilidades" o "no podemos esperar a que el estado ampare la indolencia".
Como ejemplo, también puede utilizar a Catalunya. Usted ya sabe que aquí llevamos un poquito de adelanto en estas prácticas gracias al gobierno del señor Mas. Le hago una relación rápida para que la tenga en cuenta: el señor Felip Puig ordenando desalojos violentos de plazas con la excusa de evitar males mayores; el diputado Durán i Lleida acusando de vagos y borrachos a los que viven con 420 euros al mes de subsidio; el conseller de sanidad, señor Boi Ruiz, haciendo pagar a los médicos de su propio sueldo el déficit de la sanidad catalana; el secretario general adjunto de CiU, Oriol Pujol, amenazando de cuando en cuando con que no hay dinero para pagar las nóminas de los funcionarios. Tiene donde elegir. Así se cumplirá aquello de, "contra grandes males, grandes remedios", aunque los males los hayan provocado otros y los remedios los paguen los más inocentes.
Como ve, el abanico es amplio y no tendrá problemas en ir poniendo la vaselina suficiente para tamaño supositorio.
Que le aproveche y hasta la próxima. Le saluda atentamente, su segura servidora.Actualidad política y social. Una visión crítica de la economía la actividad política y los medios de comunicación.