Tras un arranque de colección meteórico, Kurt Busiek consiguió asentar en el Universo Marvel a un nuevo grupo de superhéroes bajo el paraguas de la redención. En este tercer volumen, los personajes alcanzan la siguiente fase en el complicado camino que han elegido recorrer: la aceptación. Por un lado, tendrán que congraciarse con el resto de la comunidad heroica; por otro, deberán superar sus propios miedos y creer en sí mismos, igual que Ojo de Halcón ha creído en ellos, mientras su indómito líder intenta hacer todo lo posible por integrarse en el grupo, comenzando a formar parte de sus vidas, más allá de ser un mero guía en el sendero del heroísmo. Una vez encarriladas, en la medida de lo posible, esas dos últimas metas, el guionista dejará la colección en manos del argentino Fabian Nicieza, que continúa con mano firme donde su creador lo dejó.
A lo largo de la colección ha quedado patente que Busiek es un gran conocedor de la historia del Universo Marvel. En todo momento ha conjugado perfectamente el pasado con el presente, de forma que sus historias tengan ese regusto clásico que los aficionados más veteranos captan inmediatamente. En su fase final al frente de la cabecera mantiene esa línea, recuperando elementos como la Campeonave, que se convierte en el medio de locomoción de los Thunderbolts, o la nueva incorporación al equipo, Ogro, un personaje que nos remonta a Factor Tres. Se trata de aquella coalición de villanos mutantes que se presentaban en The X-Men #28, bajo la dirección de Roy Thomas, tras relevar a Stan Lee en los guiones de la Patrulla-X. Pero si hay una fuente de la que bebe constantemente Busiek en esta colección es de los Vengadores y su entorno. De ese modo, el primer enemigo que al que deben enfrentarse los Thunderbolts tras su punto de inflexión es nada más y nada menos que Gravitón, con el cual tienen cuentas pendientes que saldar.
Para esta complicada tarea, el grupo tendrá la ayuda de Arcángel, Warren Worthington III, que deberá comprobar que la Campeonave no cae en malas manos. También recibirán la ayuda de la última creación de Jack Kirby para el Universo Marvel, Aaron Stack, más conocido como el Hombre Máquina. Con semejante cartel de protagonistas y contra un enemigo de la altura de Gravitón, está claro que nuestros protagonistas se dirigen con paso firme hacia la aceptación pública de su nueva condición de héroes. A pesar de tener algún intento fallido, cómo capturar a Hulk, y de no tener lo que se dice una relación amigable con las autoridades, poco a poco se van labrando una reputación. Además, captar la atención de una reportera dedicada en exclusiva a seguir sus movimientos también ayuda.
Sin embargo, la tarea más complicada es aceptarse a uno mismo y superar el pasado. En ese aspecto, el guionista seguirá con la evolución de los personajes; una de las claves de esta colección. Pájaro Cantor se siente cada vez más segura de sí misma, aunque su relación con Match 1 tomará un giro inesperado cuando éste salga de prisión, tras vivir una experiencia que lo cambiará en todos los aspectos imaginables. Incluso adoptará el nombre de Match 2, para recalcar el cambio que ha experimentado. Por otro lado, Atlas seguirá atormentado por sus errores del pasado que, a su vez, no le permitirán estar seguro de las decisiones del presente. Pero si hay un personaje que se lleva la palma en cuanto a complejidad e introspección esa es, sin lugar a dudas, Piedra Lunar. Karla Sofen tiene serias dudas sobre sí misma y sus actos. Para colmo, comienza a entablar una relación con Ojo de Halcón, aunque ni ella termina de entender si lo hace por atracción sexual, amorosa, o como herramienta para controlar al líder del grupo a su antojo. Parece que en lo más profundo de su mente hay una batalla mental entre sus insidiosas intenciones y lo que parece ser el resurgimiento de la nobleza que alberga en su interior, y que está conectada con la raza kree.
Otra de las características habituales de Busiek es la de desarrollar diferentes tramas de manera simultánea, algo que convirtió en su seña de identidad tanto en esta colección como en su etapa al frente de los Héroes más Poderosos de la Tierra. Tras su marcha, en el número treinta y tres, deja bastantes temas resueltos, aunque hay que reconocer que su sucesor no solo recoge el relevo perfectamente, sino que prácticamente continúa las líneas maestras marcadas por Kurt Busiek. Sinceramente, si no te fijas en los créditos nadie diría que son dos autores distintos. Esto provoca que la calidad de la serie no se resienta y que asistamos a una serie de tramas que engarzan perfectamente con las anteriores. Además, comienzan a surgir otras nuevas que contribuyen a que el ritmo frenético de la colección no disminuya en ningún momento.
Nicieza apuesta duro por el desarrollo de los personajes, al igual que hiciera Busiek, construyendo tramas a su alrededor. A pesar de llegar a un título consolidado no duda un momento en arriesgar, iniciando diferentes líneas argumentales que zarandean los mismos cimientos del grupo, dando lugar a momentos dramáticos. En el apartado de secundarios tampoco se queda corto, ya que continúa enredando aún más el misterio que sobrevuela a Dallas Riordan, el antiguo enlace con el gobierno, e interés romántico de Atlas, que se desveló como la mujer bajo la máscara de Capucha Escarlata. A su vez, continúa elaborando la historia de Ciudadano V y la organización para la que trabaja, el Batallón V. Se trata de un grupo que hunde sus raíces en Francia, durante la Segunda Guerra Mundial, y que ahora se dedican a luchar contra el mal, persiguiendo nazis por sus crímenes de guerra, entre otros menesteres. Asimismo, Helmut Zemo tampoco desaparece de la colección, convirtiéndose en un secundario de lujo en la cabecera que él mismo protagonizó en sus inicios. A esta amalgama de elementos se sumará una nueva versión de Azote, aunque estará muy lejos de la original, que tuvo su primera aparición en la serie protagonizada por Iron Man, durante la etapa de Dennis O’Neil y Luke McDonnell al frente de la misma, enmascarando la justicia con venganza, emulando de alguna forma al Castigador. Asimismo, Nicieza recupera al Hombre de Arena, uno de los ejemplos de redención fallida que nos podemos encontrar en el Universo Marvel, en una misión de rescate en el corazón de Symkaria, retomando historias del pasado, siguiendo los pasos de Busiek en ese aspecto.
Durante este periodo de tiempo, con Nicieza establecido a los mandos de la colección, se publica un anual en el que nos encontramos ese tono continuista, y esa forma de elaborar historias en torno a los personajes que ha caracterizado a los Thunderbolts desde su nacimiento. En ese número especial queda patente que Ojo de Halcón es un miembro consagrado del grupo, cuya lealtad hacia él está fuera de duda, teniendo en cuenta lo que significa para un villano ir al infierno y enfrentarse a sus propios miedos. Aún así, los protagonistas tendrán un viaje a este particular enclave del Universo Marvel domeñado por Mefisto. En este inhóspito entorno se recuperan tramas de los Vengadores de la Costa Oeste. Incluso tendremos a dos invitados de excepción: Gata Infernal, la entrañable Patsy Walker; y Daimon Hellstorm, el hijo de Satán, siempre implicado en una lucha de poder por el inframundo marvelita. Ambos protagonizaron un tormentoso matrimonio que no acabó demasiado bien. La mirada al pasado nos ayudará a profundizar un poco más en la incipiente relación entre Clint Barton y Karla Sofen, sobre todo en los sentimientos que atormentan a la segunda. Sin embargo, su principal función parece ser atar un cabo suelto que dejó Busiek en la serie de los Vengadores, quedando patente, más aún si cabe, el nexo de unión entre ambos títulos, más allá de haber iniciado su andadura con el mismo guionista durante la década de los noventa.
En el apartado gráfico contaría con Norm Breyfogle, un dibujante que sigue manteniendo su destreza, pero que está lejos de los momentos cumbre de su carrera como el que se puede observar a lo largo su estancia en algunas de las series protagonizadas por Batman, junto a Alan Grant. No obstante, su estilo clásico encaja muy bien con el tono de los Thunderbolts, dando lugar a una simbiosis efectiva e interesante. Por otro lado, en la serie regular seguimos teniendo al incombustible Mark Bagley, cuya evolución sigue en aumento, siempre favorecido por el entintado de Scott Hanna, que sabe pulir muy bien sus pequeños defectos. Sin duda alguna, el tándem creativo se encuentra cada vez más cómodo, dando lugar a una compenetración de la que se benefician los lectores; además de ofrecer una homogeneidad en todo momento, a pesar de la marcha del guionista del que surgió el concepto.
Con este tomo, llegamos a un momento en la trayectoria de los Thunderbolts en el que se produce un relevo de manera armónica y sin estridencias. Quizá cabía esperar una pequeña transición, pero no es así. Ambos autores siguen una misma línea de trabajo que provoca que sea prácticamente indetectable quién hace qué, si no fuera por los créditos. Este aspecto contribuye a que la lectura de este volumen sea tan dinámica y entretenida como los anteriores. La serie continúa aferrándose con fuera al género sin perder frescura. Tampoco pierde de vista la construcción de historias apoyadas en el desarrollo de los protagonistas y las diferentes relaciones entre los miembros del grupo. Un cóctel de emociones que dirige su mirada a otra época en la que los tebeos se realizaban de distinta forma. Nicieza recoge el testigo de Busiek manteniendo el estilo clásico y dando la sensación en todo momento de que era el guionista más apropiado para esta colección.
Después de más de tres años en el candelero, la cabecera protagonizada por los villanos en busca de redención se mantiene tan fresca como el primer día. Los Thunderbolts habían evolucionado, afianzándose en el mercado y comenzando a dejar atrás su pasado. En el horizonte se presentaba una prueba definitoria para su integración en el Universo Marvel, consolidando su nexo de unión con los Vengadores, bajo el ala de su creador. Pero eso, cómo se suele decir, será una historia para otro día…