Cada vez que leo al «congestionado y con ojos de loco» no puedo evitar la carcajada. Es uno de los cuentos más desternillantes que conozco. Algo así como del chiste a la novela, como escribe Marsé en «Teniente Bravo y yo», que se publica como apéndice a este relato —«Teniente Bravo», claro— incluido en esta nueva edición de los cuentos de Juan Marsé, Colección particular, que esta pasada primavera ha sacado Lumen (Penguin Random House Grupo Editorial) con un prólogo de Ignacio Echevarría, responsable también de la edición de unos textos que ningún editor se cansaría de reeditar. Y ningún lector de releer. Qué gusto. Está compuesto este libro por tres partes, precedidas por el prólogo y cerradas por una «Nota sobre los textos» en la que se nos dice que la primera parte es la edición de los tres cuentos que conformaron la edición definitiva de Teniente Bravo —la de 1997—, con «Historia de detectives», «El fantasma del cine Roxy» y «Teniente Bravo»; la segunda es la que reúne cinco relatos que se cierran con lo que hace poco fue vendido como un libro exento e ilustrado, «Noticias felices en aviones de papel», y la tercera y última es como un añadido con el texto publicado por entregas en El País entre diciembre de 1988 y mayo de 1989 y que da título al volumen («Colección particular»), y una sugerente pieza hasta el momento inédita («Conócete a ti mismo, Fritz»), que vuelve a llevarnos desde Marsé a su mundo del cine, pues se trata de un esbozo argumental que surgió de una sugerencia del cineasta Fernando Trueba y que tiene la particularidad de que el escenario no es Barcelona. Esta edición de cuentos de Marsé, después de la indispensable de Enrique Turpin en dos «presentaciones» (en Espasa en 2002 y 2003), muestra, según lo que puede intuirse de las palabras de Ignacio Echevarría, la voluntad del autor en la inclusión de unos textos y la exclusión de otros —«por haber estimado su autor y los editores que no alcanzan la suficiente entidad como relatos». En cualquier caso, vuelve a ser un motivo para fijarse en la mirada de un escritor sobre su propia obra. Y la mirada de Marsé sobre lo propio siempre es especial, y un filón para un filólogo que quiera detenerse en el cuerpo vivo de esa prosa. Una de las prosas más sugerentes de los escritores vivos, o, como escribe Echevarría, la de «el mejor narrador que ha dado la literatura española en muchas décadas».