Extractos: Fue justo este año, en la época en la que salían las hojas verdes entre las flores de cerezo y se empezaban a vender claveles y lirios en los puestos de las ferias nocturnas, cuando empezó a circular el rumor entre las mujeres que iban a la peluquería de que había una joven caprichosa que había perdido la cabeza por un chico. Recuerdo con nostalgia aquellos días. Cada noche, cuando caía el sol, Mizuno venía a buscarme. Solía prepararme con antelación y, antes de que se pusiese el sol, ya estaba toda vestida y maquillada. Recuerdo que salía y entraba de casa sin parar para ver si había venido. Al cabo de un tiempo me enteré de que los vecinos murmuraban sobre mí, riéndose, y me señalaban intentado disimular: «Mira, Sakiko, la hija del fabricante de geta, se está volviendo loca». Mis padres también se dieron cuenta de ello, pero no me dijeron nada. Este año cumplo veinticuatro años, pero aun sigo soltera. La principal razón es que somos una familia pobre, pero también influye el hecho de que mi madre fuese en tiempos la amante de un terrateniente famoso en la ciudad, al que abandonó tras enamorarse de mi padre, a pesar de todo lo que él había hecho por ella. Poco después nací yo y, como mi rostro no se parecía ni al del terrateniente ni al de mi padre, el estatus social de mi familia disminuyó todavía más, incluso hubo una época en la que a mis padres se les trató como a auténticos marginados. Viniendo de una familia así, es normal que tenga problemas para encontrar pareja. De todos modos, aunque hubiese nacido en el seno de una familia adinerada y noble, al ser así de fea tampoco había tenido mucha suerte que se diga con los hombres. Aun así, no guardo rencor a mis padres. A pesar de lo que digan, sé que soy hija de mi padre. Ellos me quieren y yo les trato con todo el cariño que puedo. Ambos son personas débiles. Incluso a mí, que soy su hija, me ocultan ciertas cosas, supongo que por vergüenza. Creo que entre todos deberíamos empezar a tratar con ternura y delicadeza a las personas débiles e inseguras como mis padres. Estaba convencida de que sería capaz de aguantar cualquier tipo de sufrimiento o soledad por su bien. Pero cuando conocí a Mizuno, dejé a mi familia de lado.
Colegiala, relato que da título al libro y más extenso, trata de una joven que no se encuentra cómoda pues en todas las situaciones se siente triste y sola, todo le parece ordinario, ya sea con la visita en una tarde o el simple paseo por el campo, de ninguna de las maneras se encuentra feliz más que unas ínfimas partes. En esta narración su protagonista nos narra sus pesares en la convivencia en una familia que, desde pequeña, la han tratado como a fantasma, también conocemos las costumbres y deberes diarios destinados a tratar de ser un poco más alegre.
Extractos:
Mientras se calentaba la sopa, me senté en la puerta de la cocina mirando distraída el bosque que se alza enfrente de nuestra casa. Entonces sentí algo curioso, como si en algún momento del pasado o en el futuro, sentada de esta misma manera en la entrada de la cocina, al igual que ahora, hubiese estado o llegase a estar mirando el bosque de enfrente pensando exactamente en esto mismo. Era como sentir todo el pasado, el presente y el futuro a la vez. Es algo que me ocurre de vez en cuando. Estar sentada hablando con alguien en una habitación y quedarme mirando a la esquina de la mesa con la mirada fija y moviendo la boca sin darme cuenta. Cuando ocurre, me siento de lo más extraña. No recuerdo cuándo, pero en una situación similar, hablando de esto mismo, me estaba fijando en la esquina de una mesa y sentí claramente que en el futuro me iba a ocurrir eso mismo justamente. Cuando camino por el campo, incluso si está muy lejos, a cada momento me asalta la sensación de que ya había paseado por ese mismo camino en el pasado. A veces voy andando y arranco una hoja de uno de los cultivos plantados a un lado del camino, y entonces tengo la sensación de que ya había arrancado esa misma hoja en ese mismo camino, justo en ese lugar, en algún momento indefinido en el pasado. Y, acto seguido, siento que en el futuro volveré a arrancar esa misma hoja de ese mismo cultivo, en ese mismo sitio, y que el proceso se repetirá una y otra y otra vez. Hay más ejemplos. Una vez, cuando me bañaba, me miré las manos. Entonces, sentí que, dentro de muchos años, cuando me estuviera bañando, me acordaría de ese mismo instante en el que me miré las manos involuntariamente y me vendrá a la mente lo que sentí al haberlo hecho con aquella inocencia. Me entra la melancolía siempre que pienso estas cosas. Incluso una tarde, cuando metía arroz cocido en un recipiente, sentí como que algo me recorría rápidamente el cuerpo; aunque suene exagerado, podría decirse que fue como una inspiración, como algún tipo de pensamiento filosófico. Aquello me afectó y sentí como si mi cabeza, mi pechotodo mi cuerpo se hubiesen vuelto transparentes. ¿Cómo explicarlo? Sentí una suave tranquilidad que me hizo ver, si yo quería, podía llevar una vida verdaderamente hermosa. En aquel momento era capaz de mantenerme flotando ligera y grácil, como a merced de las olas, sin decir ni una sola palabra, con una flexibilidad y un silencio similares a los de los tokoroten cuando salen del molde al empujar la gelatina. En aquel momento no percibí aquello como una revelación filosófica. Más bien me pareció algo espantoso. Como el presentimiento de una vida silenciosa, como si fuera un gato al acecho. Aquello no podía acabar bien. Si una persona se mantiene en ese estado durante demasiado tiempo, bien podría llegar a perder la cabeza y convertirse en algo similar a un fanático religioso. Cristo. De todas formas, me resultaría de lo más extraño convertirme en una versión femenina de Cristo.
El siguiente texto es, El árbol de cerezo y el silbido mágico, el cual nos describe la triste vida de una joven que se encuentra al cuidado de su hermana, la cual tiene una enfermedad que, pronto, acabará con ella, su protagonista nos narra esta historia a través del recuerdo pues, todo ello sucedió hace treinta y cinco años. Un relato intenso sobre el valor del amor, la amistad y, al mismo tiempo, sobre la muerte y la amarga soledad.
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Domm, domm… Un sonido horroroso comenzó a escucharse a lo lejos, débil, pero muy, muy grave, como si alguien estuviera tocando un tambor inmenso desde lo más profundo del infierno. Parecía que proviniese del centro de la tierra o de lo más alto del cielo. No tenía ni idea de qué podría significar aquel sonido tan macabro. Pensé que me estaba volviendo loca. Me quedé totalmente bloqueada, incapaz de moverme. Lancé un grito. Simplemente no podía seguir de pie. Me senté en la hierba y empecé a llorar angustiada. Más tarde me enteré de que aquel terrible sonido no era sino el eco de la batalla del mar del Japón. Se trataba de los cañonazos de los buques de guerra comandados por el almirante Tōgō, que destruyeron a la Flota Rusa del Báltico. Creo que fue por aquella época. Durante todo el día, en la ciudad costera donde vivíamos se estuvo escuchando de fondo el espeluznante sonido de los cañones que tronaban sin cesar en la distancia. Imagino que el resto de la gente de la ciudad también debió de sentir mucho miedo igual que yo, pero lo cierto era que durante todo el día no tuve ni idea de lo que estaba ocurriendo. Pensaba tanto en mi hermana que casi perdí la cabeza, estaba convencida de que aquel siniestro sonido provenía de un tambor que tocaba en el infierno y pasé un rato que se me hizo eterno llorando en el campo. Cuando empezó a anochecer, me levanté por fin y volví caminando al templo con aire distraído. Me parecía estar muerta. —Hermana… —dijo ella llamándome cuando entré en casa.
La siguiente narración, Piel y corazón, es un agobiante texto en el que su protagonista, tras frotarse con salvado de trigo, en su piel aparecen unos pequeños granos rojos, a lo largo del relato estos se van extendiendo y a la vez, ella narra sus sentimientos frente a ello pues, está casada con una hombre que tiene la moral tan baja como ella. Este relato ofrece una visión sobre cómo era la vida en pareja en aquella época.
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Me he encontrado un grano que parecía una judía roja bajo el pecho izquierdo. Al fijarme, me di cuenta de que estaba rodeado de pequeños granitos rojos, como si me los hubiesen echado con un pulverizador. No me picaban ni sentía nada. Solamente me producía cierta incomodidad tenerlos. Al ir a los baños públicos, me froté con una toalla con tanta fuerza que casi me quedo sin piel. Creo que aquellos solo hizo que la cosa empeorase. Cuando volví a casa, me senté frente al espejo para mirarme el pecho y me encontré con algo terrible. Desde los baños públicos hasta mi casa no se tardan más de cinco minutos andando, pero en ese corto periodo de tiempo los granos se habían extendido al menos dos palmos hasta mi barriga. Estaba tan roja que perecía una fresa. Me sentía como si acabase de contemplar una estampa infernal y se me nubló la vista. Desde aquel momento mi vida cambió para siempre. Sentí que ya no era humana. ¿Cómo podía expresar lo que sentía? Casi me desmayé. Me quedé senada con la mirada ausente durante un rato. Todo a mi alrededor se volvió de un intenso gris, alejándome del mundo tal y como lo había conocido. Fue como si me adentrase en un infierno desde el que todo se escuchaba muy lejano. Contemplando mi cuerpo desnudo frente al espejo, podía ver cómo me iban apareciendo más y más puntitos rojos como si fuesen pequeñas gotas de lluvia. Por el cuello, el pecho, la tripa y hasta por detrás de mi cuerpo. Saqué otro espejo para poder mirar mi espalda blanca y contemplé cómo esta se me había llenado también de granos, tantos que parecía que me hubiese caído un granizo rojo encima. Me eché las manos a la cara. —Mira qué asco lo que he ha salido… —le dije. Fue a principios de junio. Él llevaba una camisa de manga corta y unos pantalones cortos. Acaba de terminar de trabajar y estaba fumando tranquilamente sentado frente a su escritorio. Se levantó y vino hacia mí. Me dijo que girase para poder examinarme todo el cuerpo el cuerpo. Frunció el ceño y volvió a mirarme, presionando algunas zonas con su dedo. —¿Te pica? —me preguntó.
En Nadie sabe la narradora nos cuenta un extraño recuerdo que le ocurrió cuando era joven. A su amiga la encanta la literatura, los escritores nuevos que aparecían por aquel entonces y le hace a ella participe de sus opiniones, tanto que esta le presta sus libros para que opine sobre ellos, aunque no tengan los mismos gustos en cuanto a escritores se refiere. Un día su amiga la confiesa que está enamorada al enseñarla un álbum de fotografías junto a sus escritores favoritos pero, después de aquello, desaparece. Un relato misterioso y bello sobre las relaciones y los vínculos que se forman y se pierden, también sobre la pasión todo ello contado desde un punto de vista melancólico.
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Mi padre era gobernador de la prefectura de Nagasaki, hasta le ofrecieron ser alcalde de la ciudad en una ocasión. En aquel verano yo tenía doce años y mi madre todavía estaba viva. Mi padre nació aquí, en Ushigome, pero mi abuelo era de Morioka, en Rikuchū. Vino a Tokio cuando era joven y empezó a labrarse una carrera en el mundo de la política y de las finanzas. Podríamos decir que fue un gran hombre de negocios. Las cosas le fueron bien desde el principio. Pasados unos años, compró esta casa en Ushigome, y consiguió así poder llevar una vida tranquila. No sé si sería verdad, pero solía decirme que era del mismo pueblo que Takashi Hara, aquel político que llegó a primer ministro y al que apuñalaron en la estación de Tokio hace ya muchos años. Como era mayor que él y tenía muchas más experiencia en el mundo de la política, le tenía un gran respeto a mi abuelo. Según él, cada año nuevo, incluso después de haber sido nombrado primer ministro. Takashi Hara le venía a visitar a Ushigome, aunque esto último es algo que dudo. ¿Por qué? Porque cuando mi abuelo me lo contó, ya era un viejo decrépito de ochenta años, vivía solo y lo que más le gustaba era contar batallitas e inventarse cosas. Yo tenía doce años y todavía no nos habíamos venido a vivir con él. De hecho, hasta ese momento, y debido al trabajo de mi padre, no habíamos hecho más que cambiar de ciudad constantemente: Urawa, Kobe, Wakayama, Nagasaki… yo nací en la residencia oficial de Urawa, así que durante mis primeros años no tuve mucha relación con mi abuelo. De hecho, casi nunca veníamos a Tokio. Cuando cumplí doce años, empezamos una vida más tranquila en Ushigome junto a él, pero, aun así, me seguía pareciendo un desconocido y he de reconocer que hasta me daba asco. Además, mi abuelo tenía un fuerte acento de Tōhoku y no entendía muy bien lo que decía, lo que nos distanciaba aún más. Como yo le ignoraba, él intentaba hacer todo lo posible para llamar mi atención. Me contó lo de Takashi Hara una noche de verano sentado de piernas cruzadas en el engawa que da al jardín, alzando los codos y abanicándose con un paipái. Como me aburría mortalmente su relato, comencé a bostezar de manera exagerada. Entonces, mi abuelo, me miró disimuladamente y dijo en voz baja, cambiando de tono: —Vale, ya veo que lo de Takashi Hara no te interesa. Pasemos entonces a «¡Los siete misterios de Ushigome!». Érase una vez…
Le sigue, Un grillo, en esta narración su protagonista confiesa lo que siente hacía su marido, tras años de matrimonio opina sobre lavida artística de este y sus cambios personales. Un relato bello y corto sobre el paso del tiempo y lo que provoca en la personalidad de todos aquellos que describe.
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El señor Tajima ha hecho mucho por ti: nunca olvides eso. Todo el éxito del que gozas ahora se lo debes a él. Ha hecho todo lo posible por ayudarte, incluso en ocasiones ha dejado su negocio de lado, todo por ti. Es un hombre que confía plenamente en tus capacidades. Reconozco que, en aquel momento, aquella propuesta temeraria traída por el señor Tajima me sorprendió mucho, y quizás por eso me entraron tantas ganas de conocerte en persona. No sé por qué, pero todo aquello me resultaba muy emocionante. Un día fui a escondidas a la empresa de mi padre para mirar tu cuadro. ¿Aluna vez te lo había contado? Entré a la sala haciendo como que iba a ver a mi padre y me quedé contemplando tu obra a solas. Recuerdo que aquel día hacía mucho frío. Me quedé un buen rato de pie en un rincón de la amplia sala sin calefacción, tiritando de frío, mientras analizaba tu obra hasta el más mínimo detalle, intentando averiguar cómo eras tú. ¿Recuerdas? La pintura representaba un engawa con un pequeño jardín iluminado por el sol. En el engawa no había nada, solo un cofín blanco. Todo estaba hecho a base de tonos azules, amarillos y blancos, muy sencillos. Mirando aquella imagen, me acuerdo de que empecé a temblar tanto que casi no podía mantenerme en pie. Pensé que nadie más que yo podría entender esta obra en toda su dimensión. Te lo digo en serio, no te rías, por favor. Incluso dos o tres días después de haber ido a ver el cuadro, seguía temblando. Fue entonces cuando llegué a la conclusión de que debía casarme contigo. No me cupo ninguna duda de que tú serías el elegido.
En el siguiente relato, Chiyojo, descubriremos que su protagonista, tras la recomendación de su tío, envía un relato a un concurso, para su sorpresa ese texto gana el primer premio y se publica en una revista, poco después vuelve a enviar un relato a otra revista pero esta vez aparece en portada su nombre con grandes letras, todo ello hace sentir mal a la protagonista porque ella escribe sobre su vida en todas las narraciones es ahí donde, tras los complejos consejos de su tío, en su casa crece la tensión por su educación. Un texto cargado de emociones contrapuestas, de las ganas de ser feliz de su protagonista con las imposiciones de sus padres para llegar a ser una escritora famosa.
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Cuando pienso en aquel relato me consume la vergüenza. ¿De verdad estaba tan logrado? No sé qué podría ser lo que lo hacía tan especial. Se titulaba «El Recado» y narraba una anécdota muy simple, algo de poca importancia que me ocurrió una vez que fui a comprarle unas cajetillas de Bat a mi padre. La señora del estanco me dio cinco cajetillas, pero como todas eran de color verde me resultaron monótonas, así que le devolví una y le pedí que me diese alguna de otra marca cualquiera, pero que fuese roja. Ya estaba dispuesta a pagar cuando, de repente, me di cuenta de que no llevaba suficiente dinero. Entonces la señora me sonrió, como quitándole importancia: «No te preocupes, ya me pagarás en otra ocasión». Recuerdo que me hizo sentir muy feliz. Así que coloqué las cajetillas verdes en mis manos, y sobre ellas puse la cajetilla de color rojo. El conjunto quedaba precioso, parecía uno de esos cuadros que representaban las flores de cerezo. El corazón me latía con tanta fuerza que me resultó difícil sostener las cajetillas en el camino de vuelta a casa.
Vergüenza nos muestra a una protagonista que siente admiración por un escritor, es por ello que le envía cartas tratando de ayudarle a mejorar sus escritos, sobre todo en cuanto a los personajes femeninos, es ahí cuando le confiesa a Kikuko en otra carta toda las consecuencias, la inocente protagonista tratando una y otra vez de agradar a Toda, el escritor. En esta narración volvemos a presenciar el sufrimiento de su protagonista frente a la realidad, la verdad y las apariencias frente aquellas personas que admiramos.
Extractos:
Me alegra mucho que aquella carta anónima mía le haya despertado la creatividad tan pronto. Que el apoyo de una mujer le ayudase a mejorar tan notablemente era algo que ni me podía imaginar cuando la escribí. Según dice la gente, hasta los grandes maestros como Victor Hugo o Balzac llevaron a cabo muchas de sus mejores obras gracias al consuelo y ayuda de las mujeres que los rodeaban. Yo también he decidido ayudarle en lo que pueda, aunque sea poco. ¡Anímese, por favor! No tiene de qué preocuparse. Le escribiré de vez en cuando. Es cierto que su último relato muestra un progreso notable que, aunque sea tímidamente, presenta cierta disección de la psicología femenina e incluso contiene algunas partes brillantes que admiro sinceramente. Pero también quedan algunas partes que no llegan a ser lo suficientemente buenas. Como soy una mujer joven, a partir de ahora intentaré mostrarle distintos sentimientos y formas de pensar propias de las mujeres. Algo me dice que usted tiene un gran futuro por delante. Imagino que sus obras también irán mejorando con el tiempo. Por favor, lea más libros buenos y adquiera usted más conocimientos relacionados con la filosofía. Si le faltan conocimientos, nunca llegará a ser un gran escritor. Y cuando algo le haga sufrir, no dude usted en escribirme y confiarme sus cuitas.
En cambio, Esperando narra de forma breve como una joven espera sentada en un banco frente a la estación del tren de su localidad, este texto se sitúa durante la Segunda Guerra Mundial es por ello que su protagonista espera de forma constante a que todo cambie, a que algún día aparezca frente a ella la felicidad a pesar del frío que pasa en el banco de madera. Un relato muy breve pero a la vez bello y esperanzador en aquellos tiempos convulsos.
Extractos:
Me desagrada tener que encontrarme con alguien a quien conozco. Por eso, a no ser que hubiese algún motivo excepcional, jamás visitaba a mis amigos. Me sentía mucho más cómoda quedándome en casa, cosiendo con mi madre en silencio. Pero desde que empezó la segunda guerra mundial y la situación se puso cada vez más tensa, empecé a sentirme muy mal cuando no salía y me quedaba a solas sin hacer nada en especial. He empezado a sentirme incómoda y ya nunca estoy tranquila. Me gustaría ser útil de alguna manera. Trabajando sin parar, por ejemplo.
El siguiente relato, Ocho de diciembre, nos desvela las páginas del diario de una amada de casa en el Tokio en el que se desarrolla el ataque a Pearl Harbor. En este texto su protagonista trata de describir lo mejor que puede las consecuencias que ello provoca en su vecindario, las prevenciones que estos tienen y las responsabilidades que el gobierno les obliga a tener, también narra la difícil convivencia con su marido, un escritor el cual lo define como un vago frente a todo ello. Una narración realista, costumbrista y en una pequeña parte un testimonio sobre la historia de Japón.
Extractos:
Voy a intentar ser lo más cuidadosa posible en relatar el día de hoy. Me dispongo a dar testimonio escrito de cómo una ama de casa de una familia pobre de Japón pasó el día ocho de diciembre del año 16 de la era Shōwa. Quizá, dentro de cientos de años, cuando se esté celebrando con hermosas fiestas la llegada del siglo veintiocho, alguien encuentre este diario escondido en un rincón de algún almacén perdido y mi testimonio ayude al estudio de la historia, para que la gente de esa época sepa cómo vivieron las mujeres de Japón una fecha tan importante y trascendental como esta. Por eso, aunque se me de muy mal escribir, voy a tener mucho cuidado en relatar todo tal y como lo viví. Es una gran labor y hay que llevarla a cabo pensando en que será leída en el año 2700 por lo menos. Aun así, tampoco voy a intentar ser demasiado puntillosa. Mi marido suele decir que las caras que escribo (y también mi diario) son demasiado serias y que no le harían gracia a nadie. Que carecen de sensibilidad y que el estilo no es nada hermoso. Lo cierto es que, desde pequeña, siempre he sido muy estricta con el tema de la educación. Aunque por dentro no sea una persona tan seria como aparento, suelo sentirme incómoda mostrándome alegre y divirtiéndome ante los demás. Siempre he tenido alguna que otra desventaja, ya les digo. Quizá sea por ser demasiado vanidosa. Ya reflexionaré sobre ello en otro momento.
Cuento de una noche de nieve cuenta con una protagonista que, tras un viaje en tren, pierde unos surume que son calamares que se dejan secar al sol, ella los prepara envueltos en unas hojas de periódicos para dárselos a su cuñada que está embarazada, pero al poco tiempo descubre que los ha perdido, a partir de ahí describe la situación de la pareja, las obligaciones a las que se enfrenta a diario ya que su marido es un escritor sin éxito y no la ayuda.
Extractos:
Mis padres eran de Tokio, pero mi hermano y yo nacimos en la ciudad de Yamagata, debido a que mi padre trabajaba en una oficina del Gobierno allí. Cuando mi padre falleció, mi hermano tendría alrededor de veinte años y yo todavía era muy pequeña. Mi madre se vino a Tokio con nosotros dos a cuestas. El año pasado, mi madre falleció, así que ahora en casa solamente somos mi hermano, su mujer y yo. Al no tener familiares en ningún pueblo, nadie nos manda alimentos del campo, como ocurre en otras familias. Además, como mi hermano es un tipo extraño que no se relaciona con los demás, no tenemos oportunidad de que nos regalen nada nunca. Por eso, aunque solamente se tratase de dos surume, estaba ilusionada, porque imaginaba que mi cuñada se alegraría muchísimo cuando se los diera.
El antepenúltimo relato, Dinero, seguimos a un billete de cien yenes a través del Tokio sucumbido por la guerra, pasando de mano en mano y de bolsillo en bolsillo este describirá cada una de las personas poseedoras del billete; un carpintero, una mujer hasta un capitán serán algunos de aquellos que mueven por el país al pequeño y frágil objeto para ir desgastándolo y ensuciando. Un relato sobre el destino y la sociedad nipona en aquellos duros años.
Extractos:
Pensar de esta manera sería lo justo, pero lo cierto es que mucha gente que busca su propia felicidad o la de su familia es capaz de insultar, engañar o maltratar a los que le rodean. (Sí, seguro que usted también lo hahecho alguna vez. Es algo que se suele hacer de forma inconsciente, sin darse uno cuenta, lo que me enfurece todavía más. Debería avergonzarse. Si aún queda algo de humanidad dentro de usted, avergüéncese, por favor. Avergonzarse es un sentimiento de lo más humano.) Parecía que la gente a mi alrededor fuesen muertos peleándose en el infierno. Unas escenas ridículas y miserables que me obligaban a presenciar una y otra vez. Aun así, y a pesar de llevar una vida vulgar de mano en mano, había ocasiones en las que me alegraba de haber nacido.
Osan es el penúltimo relato, en esta narración descubrimos a una pareja que, tras la guerra perdieron todas sus posesiones y sus casas dejándoles con lo puesto en una triste construcción, un día el marido se marcha dejando sola a la protagonista con sus tres hijos, este vuelve más tarde y al ver que tiene un moratón con forma de polilla. Un relato donde el amor, la muerte y la mala suerte de sus personajes se cruzan constantemente dando lugar a un dramático pero bello texto.
Extractos:
—El pueblo… se levantó en armas… y atacó la Bastilla. Desde entonces se dejó de celebrar la fiesta de la primavera en lo alto del castillo. Nunca jamás se volvió a celebrar. Era necesario. Había que destruir aquella utopía en la que se encontraba la burguesía francesa. Aunque eran conscientes de que jamás sería posible implantar un nuevo orden, al menos lo tenían que intentar, ¿no creéis? Dicen que Sun Yat-sen, dijo antes de morir: «La revolución aún no ha sido completada». Bien. Quizá sea algo imposible de realizar. Pero aun así, hay veces en las que es necesario intentar hacer las cosas. Esa es la esencia de la revolución: algo triste y hermoso. Aunque pueda parecer insignificante, esa tristeza y esa hermosura son fundamentales en una revolución. Además, el amor es… —El himno de Francia seguía sonando en la radio del vecino. Entonces mi marido comenzó a llorar a moco tendido hasta que, probablemente abrumado por la vergüenza, intentó fingir que estaba riéndose, aunque el gesto le salió muy forzado—. ¡Bueno, bueno…! Parece que vuestro padre es un borracho llorica. —Y se levantó para irse a la cocina a lavarse la cara—. Madre mía, ¿qué me habrá pasado? Creo que estoy tan borracho que hasta la Revolución francesa me pone triste. Me voy a tumbar un rato.
El último relato es Una señora encantadora, una narración en el que se muestra a una mujer que, tras la guerra ha perdido a su marido pero tiene un gran sustento económico ya que este le mandaba dinero mientras estaba en la guerra. Su sirviente describe a la dueña de la casa y su humildad frente a los que menos tienen pues, un día su doctor le invita a traer a unos amigos, el problema es que se convertirá en una costumbre.
Extractos:
Al principio solamente venían familiares suyos, de vez en cuando. Hasta que apareció el doctor Sasajima. Cuando el marido de la señora fue destinado a aquella isla en medio del Pacífico, su familia a empezó a mandarle abundantes cantidades de dinero, así que pudo seguir permitiéndose una vida tranquila y sin estrecheces. Pero, desde que el doctor Sasajima empezó a visitarla, la vida de mi señora cambió para siempre. Este barrio, a pesar de encontrarse a las afueras de Tokio, está bien comunicado con el centro. Como afortunadamente no sufrió los estragos de la guerra, muchas de las personas que perdieron sus hogares en la capital se trasladaron aquí cuando esta terminó. Esa es la razón por la cual no hacíamos más que toparnos con desconocidos en las zonas comerciales.
Dazai nos envuelve en sus relatos de las historias más dramáticas y, al mismo tiempo más bellas, en ella se habla de los pesares, los desamores, las mentiras y las infidelidades de aquellas protagonistas a las que, de alguna forma, se cruza la desdicha en su camino. Osamu narra sus relatos en primera persona y siempre a través de los sentimientos del personaje central del texto a través de una voz femenina, además de describir a la sociedad japonesa con sus luces y sombras en momentos difíciles y complejos siempre ocasionados por la incorporación de Japón en la segunda guerra mundial. Los catorce relatos que forma Colegiala está presente el punto de vista de las mujeres desde diversos puntos de vista, desde una adolescente con continuos remordimientos ocasionados por actos que las avergüenzan a pesar de ser actos de los más discretos, también por amas de casa o ancianas todas ellas humildes, sinceras y honestas con la vida que, por desgracias, les ha tocado vivir.
Recomendado para aquellos que gusten de la literatura japonesa, en este libro además sabremos sobre la historia de Tokio durante la segunda guerra mundial y conoceremos las duras formas de vida de las gentes por sobrevivir. También para aquellos que quieran descubrir unos relatos que muestran la capacidad de una sociedad por sobrevivir cuando no tienen ni siquiera algo que comer, y por último para aquellos que tengan curiosidad sobre la mentalidad de las mujeres de la época.
Editorial: Impedimenta Autor: Osamu Dazai
Páginas: 272
Precio:19,95 euros