Serpenteo entre las dos hoces a ambos lados de la montaña, subo y bajo acompañando al grupo, la montaña abraza los coches en su avance mientras voy dejando a mis espaldas un paisaje de otra época.
Sigo al Júcar hasta una zona en la que la corriente es lo suficientemente baja para permitir un baño a los excursionistas. El ser humano avanza para estar en todos sitios, y si se puede hacer capitalismo, mejor. Allí dónde parecía que no iba a haber nadie, casi una decena de grupos de barranquismo van lanzando a sus clientes por las ariscas rocas que rodean el estrecho cauce del Júcar. Ciertamente esto es algo que para un murciélago no entraña mucho misterio, antes de ser capturado y torturado por mi amo yo dormía en una apacible cueva de montaña cerca de un caudaloso río. Pero eso, kids, ya os lo contaré en otro momento.
Río Júcar, sorprendentemente, nadie saltaba en ese momento
En verano mi particular vicio en forma de líquido rojo no es la sangre, eso va mejor en invierno, prefiero el tinto de verano. Así que aproveché la ocasión mientras el grupo devoraba jugosos lomos de cerdo en El Ventorro, un restaurante con unas espectaculares patatas a lo pobre a las afueras de la ciudad.Por la noche Cuenca se ilumina y se embruja, una tétrica escalera en una estrecha calle da acceso a la zona alta de bares, un enclave donde deleitarnos con la ciudad desde lo alto con un buen refrigerio y buena compañía.
Casas Colg.....adas!!
Ya puedo decir que he dormido en la Historia de Cuenca, colgado de las Casas colgadas.