Colinas. Obra poética completa

Publicado el 08 abril 2011 por Santosdominguez @LecturaLectores

Antonio Colinas.
Obra poética completa
(1967-2010).
Siruela. Libros del Tiempo. Madrid, 2011.
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
He respirado al lado del mar fuego de luz.
Lento respira el mundo en mi respiración.
En la noche respiro la noche de la noche.
Respira el labio en labio el aire enamorado.
Boca puesta en la boca cerrada de secretos,
respiro con la savia de los troncos talados,
y como roca voy respirando el silencio,
y como las raíces negras respiro azul
arriba en los ramajes de verdor rumoroso.
Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce
sombrío de mis venas toda la luz del mundo.
Y, al fin, era un gran sol de luz que respiraba.
Pulmón el firmamento contenido en mi pecho
que inspirando la luz va espirando la sombra,
que nos anuncia el día y desprende la noche,
que inspirando la vida va espirando la muerte.
Inspirar, espirar, respirar: la fusión
de contrarios, el círculo de perfecta consciencia.
Ebriedad de sentirse invadido por algo
sin color ni sustancia y verse derrotado
en un mundo visible por esencia invisible.
Me he sentado en el centro del bosque a respirar.
Me he sentado en el centro del mundo a respirar.
Dormía sin soñar, mas soñaba profundo
y, al despertar, mis labios musitaban despacio
en la luz del aroma: “Aquel que lo conoce
se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido”.
Ese poema, el Canto XXXV que cierra Noche más allá de la noche, ocupa un papel central en la escritura de Antonio Colinas, que acaba de reunir su Obra poética completa en un volumen que publica Siruela.
El propio poeta, que ha escrito un prólogo para presentar el libro, ha explicado que hay un antes y un después de ese texto, igual que hay un antes y un después de ese libro, también central en el desarrollo armónico de su trayectoria unitaria y tal vez por eso el preferido del autor. Un libro y un poema en los que el sentir y el pensar encuentran su equilibrio en torno a la razón poética que delimitó María Zambrano y que se encarna ejemplarmente en la poesía de Antonio Colinas.
Más de cuarenta años de poesía, entre 1967 y 2010, que se reúnen en casi mil páginas y en dieciséis libros presentados en un cuidado volumen con un prólogo del autor (Un círculo que se cierra, un círculo que se abre) al que pertenece este párrafo:
Cuando estoy preparando esta edición de mi Obra poética completa me encuentro en la casa de mis abuelos maternos, en ese valle perdido de lo que yo he dado en llamar ‘el noroeste de todos los olvidos’, en el que pasé los veranos de mi infancia y de mi adolescencia. Precisamente por ello, sosteniendo estas páginas entre mis manos -más de cuarenta años de poesía vivida, de vida ensoñada- me parece que se estaba cerrando un círculo en mi interior. Pero ésta no es una apreciación propia de mi edad, más que madura, sino que alude al hecho de que aquí, donde están mis raíces vitales y creativas, tengo la sensación de que culmina cuanto he querido decir a través de la palabra poética.
Y es que la poesía de Antonio Colinas ha proyectado un diálogo entre sus raíces leonesas (el paisaje y las tradiciones de Castra Petavonium), el mundo mediterráneo (Italia, Ibiza) y el pensamiento oriental a través de una palabra que es búsqueda y deseo de ir más allá en el conocimiento de la realidad y de sí mismo.
Tras una primera etapa marcada por un culturalismo vivido y una intensa sentimentalidad neorromántica, por un lirismo telúrico y una pureza formal que tienen su eje en Sepulcro en Tarquinia, la escritura de Antonio Colinas crece en su impulso órfico en la etapa ibicenca que se desarrolla entre Astrolabio y Jardín de Orfeo. Una fase que tiene su centro en Noche más allá de la noche, donde el equilibrio entre el sentir y el pensar, la emoción y la reflexión da lugar a un largo poema en el que la poesía de Colinas alcanza una de sus cimas de profundidad y de transcendencia de la palabra inspirada.
La culminación de ese largo viaje hacia la armonía y la luz, hacia la desnudez expresiva y la depuración de un lenguaje esencial, hacia el conocimiento a través de la razón poética se produce en una tercera etapa a la que pertenecen obras esenciales como el Libro de la mansedumbre, Desiertos de la luz o Tiempo y abismo, en los que se resuelve en síntesis poética la armonía de sentimiento y pensamiento, de tradición oriental y humanismo, de filosofía y mística a través de un diálogo cada vez más resuelto con lo sagrado y con ese alto voltaje emocional que Pound le exigía a la palabra poética.
Escritura y vida, emoción y conocimiento, música y mirada, misterio y armonía se armonizan en una poesía que aspira a la revelación de una realidad superior y que se completa con los Tres tratados de armonía o con las reflexiones críticas recogidas en El sentido primero de la palabra poética.
El lector tiene en esta Obra poética completa el resumen de una vida dedicada a la poesía y de una obra que forma parte ineludible del canon poético español de los últimos cincuenta años. Una obra que por encima de su evolución del culturalismo a la meditación se apoya en una unidad de concepción en la que la poesía –suma de intensidad emocional, de hondo conocimiento y elaboración verbal- es un medio para sentir, interpretar y valorar la realidad y nuestra propia experiencia humana. Pero no sólo esa realidad aparente que los ojos ven, sino la que yo he llamado en otros momentos una realidad transcendida o trascendente.
Descendiente de Orfeo y heredero del primer inspirado de la literatura -aquel pastor antiguo que cantó por primera vez en la Teogonía de Hesiodo-, Antonio Colinas nos ha ido dejando en Sepulcro en Tarquinia, Noche más allá de la noche, Libro de la mansedumbre o Desiertos de la luz algunos de los textos más memorables de la poesía española del siglo XX.
Esta edición incorpora, además de una bibliografía esencial sobre su obra, dos libros inéditos: La viña salvaje, escrito en su etapa italiana y coetáneo del celebrado Sepulcro en Tarquinia, y El laberinto invisible, un libro en marcha que incluye sus últimos poemas.
Entre ellos este, que da título a ese último libro, en el que se reúnen muchas de las claves de la razón poética de Colinas y de su tonalidad esencial:
Para el que sabe ver
siempre habrá al final del laberinto
de la vida
una puerta de oro.
Si la atraviesas hallarás un patio
con musgo, empedrado,
y en él dos cedros opulentos con
sus pájaros dormidos.
(No encontrarás ya aquí la música de Orfeo,
sino sólo silencio.)
Cruza el patio, verás luego otra puerta.
Ábrela.
Ya dentro, en la penumbra,
verás un muro
y, en él, unas palabras muy borrosas
de cuya sencillez brota una luz
que, lenta, pasa a ti y te devuelve
al fin la libertad, la plenitud de ser:
“Sean siempre alabadas
las palabras dulcísimas
que sanan: paz y bien”.
Después, ya en soledad profunda,
verás que te hallas frente a otra puerta
que aún no puedes abrir,
porque no es el momento:
la que quizá te lleve a otro laberinto,
al laberinto último, invisible.
¿De él habrá salida?
(Sólo queda esperar,
esperar al amparo seguro
de esas letras borrosas
que sanan.)
Santos Domínguez