Aunque se trata de una especie típicamente forestal, que prefiere bosques maduros y abiertos, ha sabido adaptarse a los ambientes humanizados y de hecho, en las zonas de campiña es donde alcanza las densidades más altas.
Los machos, al igual que en muchos paseriformes, tienen una coloración muy llamativa, con la garganta negra, el pecho anaranjado y el dorso de color grisáceo.
La hembra, por el contrario, tiene una coloración más apagada, combinando tonos grises y pardos, siendo muy similar a la hembra del colirrojo común (Phoenicurus ochrurus), su pariente más común y ubicuo.
En la zona de Llanera, en el centro de Asturies, una pareja de esta especie ha decidido aprovechar una vieja caja nido, que fue usada anteriormente por una pareja de estorninos, para sacar adelante a su segunda pollada del año.
Hace varias semanas comenzaron a recoger material para el nido, mientras atacaban al resto de pájaros de la zona. A pesar de su pequeño tamaño, son aves muy territoriales y agresivas durante la época de reproducción, y no dudan en enfrentarse con otras especies, como las urracas, que las superan con creces en tamaño.
Desde hace unos días, la pareja se encuentra muy atareada y los viajes al nido son continuos. Gran cantidad de orugas, moscas y otros insectos, son capturados tanto en el suelo como en las ramas de los árboles cercanos para saciar el apetito de los pollos, que teniendo el cuenta el tamaño de las presas, ya deben ser bastante grandes.
Cuando abandonen el nido, pasarán aún unas semanas junto a sus padres, pero a finales de julio o principios de agosto, abandonaran su territorio en el centro de Asturies para emprender un largo viaje que los llevará a las sabanas al sur del Sáhara, para regresar, si tienen suerte, en el mes de marzo del año que viene.
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