Collado albo

Por Javieragra

Para cuando la multitud de gentes colapsa la soledad del montañero, conviene tener escondidos lugares de menor aglomeración para no perder la soledad y el sosiego de la montaña siempre necesaria y apetecible en cualquier instante. En esa búsqueda de rincones preciosos y dormidos en el tiempo asoma a mi mente el Collado Albo.
Desde Madrid a Cercedilla, la carretera se llena de coches incluso a esta madrugadora hora; vamos a aparcar en Camorritos donde encontramos sitio y soledad. Atentos, no obstante, a que la hora sea temprana; más tarde ni aquí encuentran acomodo los viajeros ni los coches. Nosotros somos de los que a las ocho de la mañana ya estamos calzando botas y oteando caminos.
Las vías del tren suben entre pinares desde Cercedilla hasta el Puerto de Cotos. Camorritos ha quedado un poco atrás de esta instantánea.
Una amplia senda deja a su derecha las vías del ferrocarril que busca trémulo y lento la altura de Navacerrada y Cotos. Los pinares disimulan todo el conjunto que musita vida y serenidad en este escondido valle de la Sierra. Cruzamos las vías, apenas hace tres minutos pasó un tren cuesta arriba de modo que tardará en llegar el siguiente; el vistoso sendero marcha pausado conduciendo a los montañeros hasta un cartel que anuncia que en la Granja Río Pradillo se venden quesos ecológicos; nuevo cruce de vías y más pinares en lenta subida hasta llegar al Arroyo Pradillo que estos días tiene un interesante caudal acuoso.
En pleno cruce del Arroyo Pradillo.
Los maderos que fueron puente, están hoy más desvencijados que construidos, pero los montañeros agradecemos el interés que ponen esos troncos en ser nuestros aliados y cruzamos el Pradillo sin más sobresaltos para continuar el sendero entre pinares y reducidos robles hasta toparnos con un edificio bien conservado; aquí la amplia senda se torna áspero sendero de pronunciada cuesta, los montañeros chapoteamos entre la abundosa agua que por aquí desciende. Así llegamos a un mirador rocoso vecino del Collado Albo, si acaso este bello mirador no mantiene el nombre común de Collado Albo.
Desde este mirador rocoso del Collado Albo queda a nuestros pies el Valle de Navalmedio, frente a nosotros la Cuerda de Las Cabrillas, a nuestra espalda las cumbres de Siete Picos, cumbres que están reflejadas en esta fotografía.
Después de una fuerte pendiente, clarea el pinar en un espacio llano atravesado por el tendido eléctrico que hemos tenido todo el rato como referencia aunque nuestra subida fue por otro sendero. Es el Collado Albo que no tiene nada de blanco salvo cuando la nieve lo adorne con la serenidad de su color; cuentan que el nombre deriva de una palabra celta que designaba los lugares altos, esta explicación lingüística sí puede ser plausible.
Esta planicie herbosa entre el pinar es el Collado Albo.
Continuamos subiendo por un sendero marcado por puntos negros en los árboles, esta senda apunta hacia el Puerto de Navacerrada, lugar al que hoy no queremos llegar; enseguida buscamos otra dirección que nos pareció más apetecible para nuestros planes; poco acertados parecieron nuestros desvaríos montañeros, ahora si llegamos a enredarnos en terrenos donde la nieve nos hundía en la profundidad de matorrales y piedras. A la altura de la Pimpollada Negra, nos sentamos a reponer fuerzas antes de regresar por otro camino que nos entregó en el sosegado espacio ya sin nieve de Collado Albo, desde donde hicimos el camino de regreso por donde antes habíamos hecho el de nuestra ascensión.
Javier Agra.