Guerrilleros de las FARC en 2006
Fotografía: DEA Public Affairs - Fuente
El anuncio hecho por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, supuso una sorpresa generalizada para los medios de comunicación y, especialmente, para los ciudadanos colombianos. El Gobierno había mantenido negociaciones secretas con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), una de las últimas guerrillas históricas del continente americano, para tratar de articular un proceso de paz estable que ponga fin a uno de los conflictos más prolongados de Sudamérica. Las negociaciones incluyen un complicado proceso, que no supone ni una tregua ni el abandono de las acciones militares por ninguna parte, que se articulará en torno a cinco puntos pactados por los contendientes y que tratan de abordar los problemas de base que han hecho de Colombia, durante los últimos cincuenta años, uno de los países más peligrosos del mundo. El entramado del conflicto colombiano es excesivamente laberíntico y no favorece un diálogo de paz fluido y efectivo. Sin embargo, en esta ocasión, la población presiente cierto optimismo en la apertura de una paz muy ansiada.
Homenaje a las víctimas de Colombia en París en 2009
Fotografía: aniara - Fuente
Si las negociaciones abiertas con todo el sigilo y secreto en La Habana (Cuba) y hechas públicas en Oslo (Noruega) - queda un futuro capítulo de nuevo en La Habana- prosperasen, se pondría punto final al conflicto guerrillero más arraigado y antiguo de América Latina. La complejidad del proceso explica el guion tan pautado y conciso. Han sido muchos los errores en el pasado y muchos los intentos fallidos de negociaciones entabladas por otros ejecutivos. Atrás quedó la feroz política del anterior presidente de la nación, Uribe, quien se decidió por la vía militar y puso a la guerrilla contra las cuerdas. El actual presidente, jugando la baza tan electoral de la paz, ha decidido tender la posibilidad del diálogo y no ha dudado, para ello, en abordar algunos de los puntos principales que definen y complican el conflicto colombiano: el narcotráfico, la cuestión de las tierras, la participación política de los guerrilleros, el espinoso asunto de las víctimas y, por fin, el abandono de las armas.Colombia, según los indicadores socioeconómicos, es uno de los países que más desigualdad presenta. Este hecho es especialmente palpable en las zonas rurales, donde se extienden las propiedades latifundistas mientras una enorme masa campesina se ve desposeída. Políticamente Colombia ofrece una democracia, en cierto modo, excepcional y con unas características muy peculiares. Los conflictos de los años cuarenta y cincuenta entre los partidos conservador y liberal finalizaron con un acuerdo entre ambas formaciones que se han repartido el poder de forma intermitente desde entonces. Cualquier otra formación política, especialmente de izquierdas, era estigmatizada e, incluso, fieramente perseguida hasta su aniquilación total, estableciendo una suerte de dictadura bipartidista apoyada en la oligarquía nacional. La resistencia campesina y la oposición comunista cristalizó en la formación de guerrillas que, con mayor o menor intensidad según la cronología, han puesto en jaque a las fuerzas de seguridad del Estado.
El secuestro se convirtió en uno de los principales
métodos de financiación de la guerrilla
Fotografía: equinoXio20080720 - Fuente
La lucha revolucionaria de las FARC, y muchas otras guerrillas que atestaban la selva colombiana se enquistó de forma brutal en la sociedad del país. Los terratenientes, con el visto bueno del ejército y del Gobierno, armaron grupos paramilitares, luego agrupados en las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), cuya estrategia se basó en el terror más primario y cruel. La brutal represión de las fuerzas gubernamentales ha suscitado graves acusaciones. Y en todo este panorama, las FARC, cada vez más alejadas de su ideario primigenio, se vieron envueltas en la espinosa cuestión del narcotráfico, recurrieron al secuestro como modo de financiación, al reclutamiento de niños y niñas para engrosar sus filas y servir como esclavos sexuales en la selva… El conflictose insertó con especial virulencia en el país, con todos los agentes implicados envueltos en una espiral de violencia insensata que ha costado miles de muertos, millones de desplazados…El 77% de la población colombiana apoya el proceso de paz. El Gobierno considera prioritario abordar cuestiones enconadas como el reparto de las tierras o la lucha contra el narcotráfico. De hecho, ha llegado a considerar la posibilidad de torcer el brazo y conceder una amnistía para los guerrilleros que abandonen las armas (opción, esta vez, rechazada por mucha de la ciudadanía del país), aunque habría que considerar que muchos de sus líderes son reclamados por la justicia internacional. Sin embargo, el proceso no se ve libre de sombras: el interés de base economicista de conseguir un país en paz que pueda someterse a los dictados globalizadores de la lógica neoliberal; el oportunismo político de Juan Manuel Santos para prolongar su mandato… Son muchos los interrogantes que se abren mientras que gran parte de la población colombiana aboga por una ansiada paz que se muestra reticente y lejana. El siguiente acto, en La Habana, próximamente.Luis Pérez Armiño