Revista Comunicación

Colombia: Magia Salvaje: Una película para ver, no para oír

Publicado el 01 octubre 2015 por Solano @Solano
Seguramente pasará no solo a ser el documental más visto, sino el audiovisual con más taquilla en la historia del país.

Seguramente pasará no solo a ser el documental más visto, sino el audiovisual con más taquilla en la historia del país.

Tenía que verla. El celebrado documental producido por encargo de la Fundación Éxito para mostrar rostros inéditos de una Colombia que ha sido más conocida por facetas como la violencia, el deporte, el café y el entretenimiento, ha acaparado el interés de los colombianos.

Y no es para menos. La película es generosa en imágenes inéditas. Tiene la virtud de mostrar postales de una nación desconocida para la inmensa mayoría de los colombianos; todo un planeta dentro de un país con paisajes increíbles en rincones cuyos nombres apenas si se recordaban de las clases de geografía.

En imágenes, Colombia: Magia salvaje está a la altura de lo mejor de lo mejor; con un gran despliegue técnico para lograr VISUALMENTE una narración rica en sobrevuelos, uso de drones, primerísimos primeros planos. La cámara coquetea feliz con lugares como Caño Cristales, Chiribiquete, la Sierra Nevada, el Amazonas, Gorgona… Una Colombia fantástica en el aire, en la tierra, las montañas y bajo el agua.

Me parece que es una obra imprescindible para todos los niños y niñas en las primeras edades porque muy probablemente el 99% de los colombianos jamás visitará más de tres lugares de lo que allí se muestran y porque tiene un mensaje obvio, pero necesario de cuidado al medio ambiente, de protección a los recursos naturales…

Ahora bien, hay que confesar que si la obra es brillante en lo visual, es francamente anticuada, predecible y llena de lugares comunes en los libretos y en la narración arrulladora de Julio Sánchez Cristo. Literalmente me quedé dormido en varios fragmentos a pesar de que estaba muy motivado para ver la película.

El libreto es el gran culpable por caer en tantos clichés, pero sobre todo por narrar lo que se ve de manera obvia. Cada segundo de la película cae en cosas como oír la voz en off diciendo “mientras tanto, el sapo cornudo observa” y lo que vemos en pantalla es a un inmutable sapo cornudo observando al horizonte. Las narraciones contemporáneas ya no le dicen al espectador lo que está viendo, sino que es un relato construido con las imágenes y lo que se verbaliza es muy poco o nada. En la película, con la excepción de algunas caudalosas caídas de agua, el sonido de la naturaleza casi que brilla por su ausencia.

La música, muy bien lograda, es opacada por la voz en off, pero a su vez, también debería darle espacios no solo a la naturaleza, sino a los silencios. No hay pausa para que el espectador metabolice la propia contemplación porque la voz de Sánchez Cristo asfixia los silencios y por poco, a los monos aulladores.

En todo caso, es de aplaudir el esfuerzo del Grupo Éxito por producir una obra como esta que dejará un testimonio muy vivo de lo que es la naturaleza escondida de un país que para empezar a tener más sentido de pertenencia, le falta aún reconocerse en los límites obvios del territorio.


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