Con una población que no llega al millar de habitantes, es una villa pequeña y tranquila impregnada de historias que hablan de viajes, de ilusión, de aventuras; de esfuerzo, de tesón y de fortuna; de sagas familiares que arraigaron en Méjico, en Puerto Rico, en Cuba... Historias de emigrantes, más conocidos por indianos, que el visitante encontrará a la vuelta de cualquier esquina y de forma muy evidente en la plaza, símbolo de la transformación de la pequeña aldea rural en toda una villa.
Este proceso de modernización tuvo lugar a finales del siglo XIX y principios del XX por iniciativa de los indianos del lugar, dotando a la localidad de escuelas, de un hospital asilo y de otros servicios, impensables por entonces en una pequeña localidad como ésta. Tal fue el caso de la escuela de comercio o de la red de abastecimiento de aguas puesta en marcha en 1892, cuando tan sólo disponían de ella en Asturias algunos de los núcleos urbanos más poblados.
Ayuntamiento
Fue el indiano Manuel Ibáñez Posada, convertido en el primer Conde de Ribadedeva tras haber hecho fortuna en Méjico como empresario textil y banquero, el promotor de esta plaza ovalada que proyectó el arquitecto Pérez de la Riva en 1895, quien también se hizo cargo del diseño del edificio del Ayuntamiento cuya construcción quedó rematada en 1901. El pueblo, agradecido, encargó un monumento al benefactor. Desde entonces la imagen en bronce del señor Ibáñez Posada mira de frente la fachada principal de la Casa Consistorial, sus arcos sobre pilares, su balcón rematado por el pequeño frontón.
Iglesia parroquial de Santa María
A su espalda, al otro lado de la espléndida plaza que fuera iluminada por treinta farolas de fundición y sombreada por frondosos plátanos, se encuentra el edificio de la iglesia parroquial, una construcción de principios del siglo XVII que a finales del XIX fue sometida a algunas reformas, como la que con dinero indiano llevó a cabo el arquitecto Darío de Regoyos Molenillo, quien modificó el aspecto de la fachada con un nuevo remate de las torres.
A finales del siglo XIX nuevos edificios se alzarán al lado mismo de las construcciones tradicionales, de aquellas viviendas con huerta, con corredor, con cuadra, que habían sido morada de quienes ahora regresaban a pasar los veranos o a disfrutar de una placentera vejez en su terruño natal.
Íñigo Noriega Mendoza fue uno de los primeros emigrantes a México que decidió regresar al escenario de sus orígenes y aquí mandó construir su nueva casa en 1877, convirtiéndose de esta forma en la primera de las indianas que se construyeron en Colombres. Se trata de un edificio de grandes dimensiones (de ahí el nombre por el que era conocida), que muestra simétrica sencillez en la fachada que da a la calle y amplia galería de madera en la posterior.
Este edificio fue construido a finales del siglo XIX por encargo de Florencio Noriega. Del exterior, dominado por la sobriedad decorativa, llaman la atención las dos buhardillas que interrumpen la línea del prominente alero. En la parte posterior se habilitó un jardín adaptado a la pendiente del terreno en que está situado.
También de finales del XIX es esta casona mandada construir por Luis Caso Rodríguez, tras retornar enriquecido de la isla de Cuba. Rodeado por un extenso jardín y flanqueado por dos grandes palmeras, el edificio conserva las fachadas originales. En la que mira al mediodía destacan los dos balcones, cerrado el situado en el primer piso, abierto el del piso superior.
La Quinta Buenavista es un tanto singular entre las casas de indianos de Colombres ya que, a diferencia de lo que ha sucedido a la mayoría, es de las pocas, sino la única, que está habitada durante todo el año; además, sigue siendo propiedad de la familia de quien encargó su construcción. El propietario actual, nieto de Luis Caso Rodríguez, no sólo conserva y cuida esta casona centenaria, en la que reside, sino también, desde que hace unos años la adquiriera, la conocida como Casa de Las Palmeras, que también fue propiedad de la familia.
El destino del resto de casonas (Villa Vicenta, Quinta Guadalupe, La Solana, La Casa del León, La Casa Roja...) que el visitante puede encontrar siguiendo la huella de los indianos en Colombres, ha sido la de perder su carácter primigenio de vivienda para procurar su pervivencia convertidas en museo, albergue o residencia de ancianos.
Lo cierto es que la villa de Colombres atesora una buena nómina de edificaciones de la denominada «arquitectura indiana», también de un conjunto excepcional de equipamientos públicos construidos por iniciativa de emigrantes hijos de la tierra, razones que explican que fuera declarada Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Histórico. Si es a los indianos (a Manuel Ibáñez Posada y a su hermano Luis –uno de los fundadores del Banco Hispanoamericano–;
Como quiera que el edificio es en la actualidad sede de la Fundación Archivo de Indianos y acoge en su interior el Museo de la Emigración (ver artículo), su visita resulta obligada para completar todo lo que ya sabemos acerca de los indianos.
Propuestas anteriores:
- Tiñana: sabor a sidra
- Pajares
- Sietes
- Tapia de Casariego
- Taramundi: la apuesta por la tradición
Otros lugares de interés
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