Las colonias de verano son para muchos niños de nuestra sociedad una aventura estival con aceptación diversa. En instalaciones en zonas rurales que acogen niños durante estancias de una o dos semanas y les aproximan a la vida al aire libre y el contacto con la naturaleza y el mundo rural de animales y plantas, la práctica de mandar a los niños “de colonias” ha tenido una amplia aceptación entre la población urbanita.
En general los niños se benefician de la experiencia, adquieren conocimientos y hábitos, aprenden a convivir en comunidad y el ejercicio de la vida al aire libre resulta estimulante y benéfico. Algunos, sin embargo, pueden vivir mal la experiencia de separación o no adaptarse bien al entorno y las personas, niños o mayores, con quienes han de compartir los días de vacaciones.
Lamentablemente éste año y a causa de la recesión económica y las dificultades que genera para familias e instituciones, la afluencia a las casas de colonias ha disminuido un tanto. En algunos casos se ha favorecido a que los padres realicen sus vacaciones también en la casa de colonias, generalmente más económico que destinos turísticos y hoteles lo que tiene el atractivo de que padres e hijos comparten las experiencias y el inconveniente de que los padres no tiene la oportunidad de “descansar” de los hijos al alejarlos temporalmente del hogar.
En cualquier caso y en la medida de lo posible, las colonias veraniegas infantiles representan una experiencia recomendable. Aunque, como todo, es una buena idea preparar las cosas adecuadamente y con tiempo, compartir con los hijos las decisiones y la elección de tiempos y espacios, y tomar las elementales medidas de prevencion contra los accidentes o incidencias que pueden acompañar al cambio de vida a otro medio, quizá sin coches pero con bichos.
X. Allue (Editor)