Las ciudades no se eligen, naces en alguna por casualidad, por azar. El sentido de identidad, de pertenencia, lo obtienes o no con el tiempo: los recuerdos, las costumbres, la identificación con lo que te rodea son definitivos a la hora de pensarte como parte de ese paisaje. A algunos les sucede que “no se conectan” con ese entorno, reniegan, no se sienten parte, otros por el contrario no vislumbran un destino diferente al de haber nacido en donde por azar les toco, cada calle, cada avenida, cada parroquia es parte de su identidad.
Mi mamá por ejemplo, era Guaireña, así se definía. Para ella, Vargas era parte de su identidad, sus recuerdos estaban llenos de la Ermita del Carmen, la zona colonial de La Guaira, el cine Lamas o el Excelsior, su papá y la casa del partido, la prefectura y la Guipuzcoana. Para ella haber nacido en Vargas (y no en cualquier otro lugar) había sido “definitivo” en su formación como persona.
Carmen Liendo era varguense y fue feliz siéndolo, porque para ella su ciudad natal bordeada por el paisaje del mar, el sol y cielos azules era acogedora, tanto que nunca proyecto mudarse. De sus 69 años, vivió 60 en ese recinto del cual se sentía parte, solo una catástrofe natural la hizo desistir en el empeño de residir allí de por vida.
El espacio de su infancia transcurrió en las calles del Guamacho, en la Plaza Vargas acontecieron innumerables historias de su niñez, anécdotas con su papá, historias de amor y amistades de toda la vida. Como otros Varguenses, trabajó más de 25 años en Caracas, subiendo y bajando la carretera, madrugando para llegar a su oficina en la Universidad Central de Venezuela puntualmente. A pesar de los inconvenientes y calamidades cotidianas que tienen que sufrir todos aquellos que trabajan y viven en ciudades dormitorios, nunca se quejo, pues a ella “le gustaba” vivir en esa geografía que tanto se parecía a todo lo que más le gustaba de la vida.
Cuando nos mudamos, debido a la tragedia de Vargas, volvía a “La Guaira” casi todos los fines de semana, en un empeño de mantener el contacto con la región que la vio nacer. Nunca le importó que el sistema de transporte se tornara dificultoso los domingos, que a veces tuviera que hacer largas colas para viajar, o llegar de noche a su casa por los inconvenientes del regreso.
Vargas era su forma de vida, “su lugar”. Su fe en la entidad no se vio diezmada por las calamidades que los últimos años han embargado al Estado, a pesar de la cara mustia y desdibujada que le toco presenciar, para Carmen Liendo, Vargas seguía siendo la joya de la corona, palmeras, sol y el paisaje del mar.
La idiosincrasia de las ciudades vienen dadas por sus habitantes, son ellos quienes son capaces de cambiar la realidad que les rodea, son ellos quienes son capaces de crear una geografía cada vez mas parecida al espacio de sus sueños o de sus pesadillas… todo depende de sus acciones.
El Estado Vargas, ha sido querido, despreciado, vilipendiado y amado por muchos, ha visto incontables generaciones, como la de mi mamá, que ya no pisa el mundo, el bagaje del tiempo nos ha traído hasta aquí. Y ahora es que estamos comenzando.
Publicado en Notivargas el 22 de Abril del 2011 / Vargas desde Afuera