Combinar la ropa

Publicado el 15 noviembre 2010 por Tuestilistaonline


Paula Grande
Hoy he descubierto que llevo pareciendo mayor desde que tenía seis años. Y no lo digo por mi estatura, sino porque ya entonces tenía un marcado sentido estético.

Recuerdo que, en cierta ocasión, mi madre me quiso vestir con falda escocesa, medias blancas, y jersey amarillo, y claro, yo me rebelé (léase con voz de niña pequeña): “¡Cómo que medias y jersey de colores distintos! ¡De eso nada!”-exclamé-.

A pesar de que las medias, bien mirado, combinaban con los colores de la falda (azul marino haciendo cuadros en blanco y amarillo), en mi ya por entonces bien establecida concepción de la moda era inconcebible salir a la calle sin ir bien combinada, es decir, sin que los calcetines de perlé fuesen del mismo color que las chaquetas de angora, y al mismo tiempo hiciesen juego con los vestidos de nido de abeja que primorosamente cosía mi madre.

Varias décadas después, sigo pensando lo mismo. No es que vuelva a pensarlo, sino que nunca me he bajado de la burra en ese aspecto. Por más que las revistas de moda aseguren año sí, año no, que combinar bolso y zapatos está “out”, o que se pueden mezclar colores y estampados “a lo loco”, yo siempre he tenido ese puntillo de vestir a juego.

Bueno, más que puntillo, puntazo, porque lo llevo hasta el extremo de que incluso la ropa que no se ve debe coordinar bien con la que sí, así que ya podéis imaginar que en mis cajones para la ropa menuda está representado todo el espectro visible, y si me apuráis, hasta infrarrojo y el ultra violeta, como dice mi chico.

Pues bien, hoy, escuchando la radio por la tarde, me he enterado de que combinar la ropa es de mayor. No ya de persona adulta, sino de mayor-mayor, como alejar el periódico tanto como los brazos permitan para poder leerlo o confundir el mando del DVD con el de la tele. Vamos, que de aquí a nada me veo en el geriátrico, perfectamente combinada en malva, grises y negros, eso sí.
Reconozco que a veces esta manía de llevar toda la ropa en conjunto me ha causado algún problema, como cuando vivía como mi prima y ella echaba mano a alguno de mis pijamas.Nunca cogía uno entero, sino una parte inferior y otra superior desparejadas.

Pues bien, yo prefería dormir de tirantes en diciembre antes que ponerme un pantalón de ositos y una camiseta de cuadros. Que, vamos a ver, si me fuera a ver mi churri, aún, pero la única que iba a ser testigo de mi despertar sería la culpable, vestida, claro está, con idénticos estampados, pero con las posiciones cambiadas.
No sé si esto que me pasa precisará atención médica, pero no me extrañaría que hubiese algún nombre científico para definir este síndrome; en caso contrario, desde aquí propongo colortodoxia, suma de color y ortodoxia. Porque –entendámonos bien- no es que yo sea una partidaria radical del monocromatismo o le tenga especial manía a la ropa de determinado color. Lo que sucede es que me gusta vestirme utilizando cada día dos o tres colores, repetidos en distintas prendas, no cinco o seis.

A diario veo chicas que pasan absolutamente de esta idea y se ponen bolso, botas, jersey, pantalón, camiseta y calcetines no sólo de diferentes colores, sino también estampados. Es de estas cosas que, como suele decirme María Guimeráns, “me gusta para ti, pero para mi no”. Vamos, que no es mi estilo en absoluto. Lo mío es más seguro, más conservador si queréis, o más clásico, pero a estas alturas, creo que me daría urticaria usar bragas y sujetadores de diferente color, así que no pienso empezar.
Pero de las sorpresas que a veces depara la ropa interior prometo hablar otro día.
Hasta la próxima semana.
Imágenes niñas "High Glitz" (Susan Anderson)