Come away with me

Publicado el 02 agosto 2016 por Angel Maíllo @gramofono1

SECCIÓN CHAMPAGNE Y MÚSICA DE FONDO

“2º POST EN COLABORACIÓN CON EL BLOG  CHAMPAGNE PARA DESAYUNAR

Me callas con un beso, mientras el cigarro se consume y el primer café de la mañana se nos ha hecho mediodía. Podríamos perder la noción del tiempo, que dejara de salir el sol los días pares, y no importaría en absoluto; no alteraría el orden perfecto en que se sucede lo importante: tú, yo; yo, tú. Universo perfecto.

Me callas con un beso y me das la espalda y te veo, como tantas veces, acercarte al gramófono; tu espalda lleva aún las marcas de mis dedos dibujando símbolos tribales sobre ella y del carmín de mis labios sedientos, que han bebido de ti; y, desde la distancia, me sigue pareciendo que su contorno y el de la mía se dibujaron de un sólo trazo.

Retiras el vinilo, alargas la mano, tanteas al azar otro que lo sustituya y levantas la aguja suavemente. Apenas te detienes un segundo esperando: Norah Jones. Tu cabeza asiente imperceptiblemente, la mía copia el gesto, reflejo de ti, justo en el momento en que se abre paso ese ruego leve, ese “Come away with me”, un canto de sirena que no implora, que simplemente enuncia una realidad contra la que no cabe resistencia alguna, con una voz tan dulce y serena que sustraerse a ella sería imperdonable.

Y es que, en ese preciso instante, los dos hemos vuelto a vernos, exhaustos, el corazón desollado, los ojos en los ojos preguntando si avanzar o retroceder, midiendo las fuerzas, la valentía, tanteando la dimensión del abismo, el de quedarse en tierra firme quiero decir, que el vacío de saltar jamás pudo compararse al helor de permanecer quieto … sin ti, sin mí.

Ninguno de los dos fuimos nunca de sangre fría, pero juntos ardíamos y a punto estuvimos de consumirnos en el infierno, faquires de un amor incandescente del que había que huir o morir en el intento. Difícil encrucijada que resolviste encontrando la solución a la ecuación: quererse como niños, amarse como adultos.

Me enternece recordarte ahora, en una mano los miedos, apenas atados con la cuerda con la que habías puesto el reloj en hora, latiendo vivos, tratando de ganar posiciones; en la otra, con pulso tembloroso, tu futuro. Podía reconocerlo sin lugar a dudas; al fin y al cabo pasé mis dedos por él mil veces mientras lo unía milimétricamente al mío. Jamás un hombre fue tan atractivo como tú, dividido, roto en dos, pero cierto, frente a mí, entregando lo más valioso que se puede entregar, el miedo y la voluntad tozuda de no darle tregua y apostarlo todo aunque se pierda.

Te imaginé sopesando, bordeando la línea, sintiéndola un precipicio al que saltar se convertía… quizás en todo, quizás en nada, como una moneda al caer: cara o cruz.

Y rompiste a hablar. Porque tu voz quebró, rompió, la inercia que nos empujaba a protegernos de las llamas, abocándonos a una vida templada de amores templados. Tu voz salía de la trinchera, sin fusil, no para rendirse sino para ganar, para ganarme con una sola palabra:

Ven.

Quise decirte…que recordaras que me gusta hacer castillos en el aire y dejarlos suspendidos mientras todo pasa por debajo, que tropiezo una y mil veces con la misma piedra. Y también con la realidad. Que, si unes la linea que hay entre mis huellas, verás que tiende la mitad más una de las veces a la utopía.

Que no soy práctica, ni puntual, ni ordenada. Que las únicas monedas que me interesan son las de cambio … para negociar besos; que en mis noches en vela me he aprendido los colores del arcoíris y cada palabra que me escribiste.

Que no sé coser, aunque sabría unir tus heridas con hilo de plata si me dejaras.

Que soy incapaz de encontrar la dirección correcta a ninguna parte, salvo a ti, que me la sé de memoria por tierra, mar y aire. Que si cierro fuerte los ojos, aún no te has ido y que podría dibujar toda la noche símbolos tribales sobre tu espalda sin ceder al sueño. Que jamás te necesitaré pero que puedo quererte para siempre.

Que me equivoco más de lo que la paciencia podría soportar. Que soy irremediablamente imperfecta. Y tuya.

Pero no hizo falta.  Ven, repetiste… Conmigo. Zanjaste.  La moneda había caído de cara. Y en ese instante tú, TÚ, te convertiste en mi latitud, en mis coordenadas.

Voy.

Y ahora Norah Jones derrama esa súplica por el salón, demorándose en la piel del sofá y en la de nuestros cuerpos y, mientras nos envuelve mansa pero pertinaz, los dos recordamos que tú supiste, quisiste y pudiste conjugar el verbo amar en su más pura expresión: Ven. Y yo, haciendo reciproco tu coraje, fui.  …

Era una noche calurosa, de julio, aquella en que en un intermedio del intermedio de nuestras vidas, decidimos ser un contigo, y no un sin ti.

Sonrío, pensando en esas breves e inocuas decisiones del día a día, como cambiar un vinilo por otro. Sonrío porque recuerdo que sí, que te cosí las heridas con hilo de plata y que jamás aprendí a ser ordenada y que, precisamente por eso, mis discos no están colocados en orden alfabético, como los tuyos, y que al lado del de Norah Jones olvidé algún día aquel de la Chapman con el que, incapaces de decir lo siento, te amo, quédate a mi lado, habríamos cedido al miedo: Baby can I hold you. Inevitable imaginarlo con la capa de polvo del olvido, la misma que cubre lo que pudo haber sido y no fue, solo que en esta oportunidad lo que sí fue era lo inevitable. Porque hay amores que son eso, inevitables.

Te giras, me miras y sé que el infierno queda en la esquina de una calle que ya no me pilla de paso, porque pronuncias mi nombre y me llamas (Come away with me…) mientras tus pasos gravitan hacia mí, y converges, y convergo. Y podríamos perder la noción del tiempo, que el sol dejara de salir los años pares, y no importaría.

Come away with me… 

Y yo a tí. 

Autora: Be naive

Blog: Champagne para desayunar


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