Myriam, de unos cuarenta años, monta un restaurante en una zona tranquila de París, aunque llamarlo «restaurante» tal vez resulte demasiado generoso, dada su apariencia tosca, desaliñada, todavía por pulir. El local no es lo único que necesita reformas. Myriam lo bautiza como Mi Casa y, en efecto, se convierte en su hogar, su habitación propia, una extensión de sí misma que le permite realizarse y abrirse a los demás. Porque Myriam arrastra una profunda decepción, un error que trastornó su vida y la distanció de lo que más quería. Los últimos años llevó una vida errante, trabajando como cocinera en un circo. Ahora, mientras pone en marcha el restaurante, también trata de reactivarse a sí misma. Cómeme (2006), una novela de la escritora francesa Agnès Desarthe (París, 1966), relata en primera persona del presente el viaje emocional de la protagonista desde que inaugura el restaurante, si bien en momentos determinados retrocede al pasado para recordar lo que le ocurrió. Entre fogones, pues, Myriam habla de manjares, de clientes…, pero sobre todo de sí misma.
Agnès Desarthe
Desarthe firma un texto muy francés, esto es, un libro que apenas tiene trama como tal, en el que toda la fuerza reside en la voz narrativa, su retórica, sus monólogos, sus cavilaciones. El estilo es rico, elaborado, de frases alambicadas, recargado; una voz muy «paladeada», por así decirlo, que funciona en pequeñas dosis, pero que no se integra bien en el conjunto. Ese es su problema: escribe con gracia, es ingeniosa, pero tiene dificultades para construir una novela. La obra se compone de fragmentos de pocas páginas, que abarcan desde asuntos cotidianos a recuerdos, pasando por meditaciones de temas como la filosofía o la literatura (porque, además, Myriam es una mujer culta) que a menudo están de más. Cada episodio breve, por sí solo, funciona, en el sentido de que tiene el estilo suficiente para despertar el interés. No obstante, al hilvanarlos se notan las costuras. Demasiadas divagaciones, demasiado lucimiento de prosa vacuo. Falta de cohesión. El resultado es una novela un tanto espesa; las pretensiones se comen ese libro corrosivo que podría haber sido.