Comemos como vivimos

Publicado el 13 septiembre 2010 por ArÍstides

SE PUEDE NACER VIEJO, COMO SE PUEDE MORIR JOVEN. J.Cocteau

Comemos con los ojos y tanto los productores como los vendedores finales lo saben. Es así, compramos los alimentos primeramente por su apariencia, para considerar posteriormente su aspecto olfativo y finalizando por el gusto de la materia adquirida. El mercado valora las características externas de los productos, como pueden ser la presentación, apariencia, madurez, frescura…. para ser tomados en consideración. Se trata de que lo expuesto se autovenda; de ahí la importancia visual.

Lo cierto es que esta uniformidad se produce gracias a los productos químicos que hacen que, por ejemplo las frutas, duren más. Así, con el fin de que los tomates resulten irresistibles a la vista se tratan con etileno. De la misma manera que se añaden ceras (que en su formulación contienen goma laca, carnauba o polietileno) a las frutas, con el fin de que brillen al tiempo que se retrasa su envejecimiento.

En fin, que adquirimos los alimentos que consumimos de la misma manera que lo hacemos con el tratamiento que le damos a nuestra epidermis. Nos barnizamos con cremas y nos realizamos afeites ponderando el aspecto externo y no considerando que un producto ecológico sigue un ciclo vital lógico y acorde a los ritmos de la vida. Nos vendemos con los ojos y tratamos de parecer saludables, aunque por dentro seamos insípidos y estemos tratados con química.

Los productos ecológicos son caros y poco rentables, porque es necesario mucho esfuerzo para recoger cosechas cortas. Algo así pasa con las personas. Son pocas las que, presentando un sabor agradable, dejan un regusto final que se recuerda con el tiempo. En realidad, y aunque seamos muchos, son pocas las personas auténticas que se presentan sin aderezos y sin modificar sus condiciones organolépticas.