Comentando lo que dice un comentarista

Publicado el 06 febrero 2011 por Romanas

 “Anónimo dijo...
Recuerdo que mi preparador me decía: "Todo esta corrompido; instituciones, bancos y negocios privados; pero no podemos meterles mano porque entonces acabaríamos con el SISTEMA, y no podemos consentir que el sistema caiga". Eso sí que me parece una forma brutal de corrupción; esa corrupción que realiza el que cree cumplir con un deber para validar un sistema que de por sí ya le parece corrupto. Sabe que lo que no hace, lo que no persigue por omisión del deber está mal, pero admite ese mal en función de validar y perpetuar el sistema; un sistema corrupto de por sí. La ideología hegemónica lo puede y le permite falsear conscientemente la técnica de aplicar la ley al caso concreto; es decir, se justifica desde el punto de vista ideológico, pero no, técnico-jurídico, desde el que sabe que obra inadecuadamente y contra el propio ordenamiento que dice defender. No sé si se me entiende.Aquello que me dijo, que fue un caso real, me dejo perplejo, entonces...5 de febrero de 2011 22:52".Es, quizá, el comentario más interesante que he leído nunca, pero resulta demasiado inconcreto:1º) “Recuerdo que mi preparador me decía: "Todo esta corrompido; instituciones, bancos y negocios privados; pero no podemos meterles mano porque entonces acabaríamos con el SISTEMA, y no podemos consentir que el sistema caiga". ¿Quién era, qué era y para qué le preparaba su preparador?Los “preparadores” lo son para alguna oposición a los cuerpos de funcionarios del Estado: jueces, notarios, registradores, abogados del Estado, etc.2º) Por el texto que sigue a la primera frase, uno se inclinaría a pensar que le preparaba precisamente para el ingreso en la judicatura, “pero no podemos meterles mano”, lo que también abona el hecho del texto mío que v. comenta, que está referido a un magistrado-juez imaginario que vende su justicia como un honrado comerciente textil comercia con sus tejidos; si esta mera hipótesis de trabajo coincidiera con la realidad, el tema se tornaría uno de los más interesentes que hemos tratado nunca, ahí es nada, la posibilidad, tal como v. lo expone, en boca de su preparador, la necesidad de que los funcionarios públicos más representativos de los poderes del Estado actúen de una manera absolutamente venal, como simples máquinas que sólo utilizan su cerebro para aplicar normas cuya naturaleza y finalidad ni siquiera se plantean, amparándose para tal alienación en la necesidad inexcusable de preservar el sistema de cualquier contaminación que suponga siquiera el planteamiento ético del “qui prodest”;3º) en este orden de cosas, si su preparador fuera, como suele ser cuando se trata de quienes pretenden opositar a la judicatura, un juez, aterra sólo pensar que un magistrado de esta naturaleza actúe bajo el concepto de que su función sólo es, en cierto modo, simplemente mecánica, que ni siquiera se plantea la finalidad que se propone la ley que aplica, cuando ésta debería de ser la primera cuestión a consdierar, hasta tal punto de que la propìa Constitución admite la posibilidad de que los jueces promuevan espontáneamente la cuestión de la inconstitucionalidad de la ley que se les ordena aplicar;4º) pero, por otra parte, la actitud de su preparador muestra un lado absolutamente positivo: expone su idea de que el sistema íntegro, en su totalidad, está corrompido, lo que coincide con mi propia percepción, lo que, si le llevara directamente a la conclusión de encaminar toda su actividad a la corrección de dicha corrupción, su actuación sería incuestionable desde cualquier perspectiva;5º) pero, parece, que no es ésta la percepción que tiene v. de la manera en la que su preparador concibe su función y ello es altamente preocupante por lo que tiene de participación consciente y en el mismo sentido de la corrupción en medio de cuyo sistema participa en la función jurisdiccional: “pero no podemos meterles mano porque entonces acabaríamos con el SISTEMA, y no podemos consentir que el sistema caiga";6º) y, a continuación, expone v., como no es para menos, su dura crítica a una conducta semejante: “Eso sí que me parece una forma brutal de corrupción; esa corrupción que realiza el que cree cumplir con un deber para validar un sistema que de por sí ya le parece corrupto. Sabe que lo que no hace, lo que no persigue por omisión del deber está mal, pero admite ese mal en función de validar y perpetuar el sistema; un sistema corrupto de por sí”: aquí se halla el meollo de la cuestión, que roza con la duda hamletiana: ¿qué se puede hacer cuando uno tiene la certeza de vivir en un sistema plenamente corrupto: A) ¿apartarse del mundanal ruido, escoger la senda que han seguido los sabios que eligieron la abstención?; B)¿considerar que uno, con sus solas e irrelevantes fuerzas, no puede hacer nada contra esa corrupción general imperante y hacer lo que buenamente pueda en cada caso concreto?; C) ¿o plantear abiertamente la lucha a muerte contra esa corrupción general, aun siendo plenamente consciente de que su destino no será otro que el del juez Garzón? 7º) en cuanto al juicio ético que v. expresa, me parece absolutamente correcto: “La ideología hegemónica lo puede y le permite falsear conscientemente la técnica de aplicar la ley al caso concreto; es decir, se justifica desde el punto de vista ideológico, pero no, técnico-jurídico, desde el que sabe que obra inadecuadamente y contra el propio ordenamiento que dice defender. No sé si se me entiende”: creo que sí: según v., los jueces, según la ideología imperante, en la que coincido plenamente con v., de lo que se preocupan, caso Botín y su procesamiento por las primas únicas, es de que la persona, eminentemente representativa del sistema financiero español, salga indemne del atolladero en el que le han metido su consejeros financieros que le aseguraron que el producto que ponían a la venta en el Banco no era susceptible de imposición fiscal, y lo hacen echando mano de su omnímoda facultad de declarar la Ley aplicable al caso concreto, en el que nos ocupa, decretaron que la acción popular no era suficiente para iniciar una causa penal de estas características, creando la que, a partir de ese momento, se llama “doctrina Botín”;8º) efectivamente, mi referencia al juez barcelonés que vendía la justicia de mala manera es suficientemente conocida para que yo la exponga, aquí y ahora, con nombres y apellidos; sí le diré que fue considerado por un partido importantísimo de aquella comunidad tan relevante en el ejercicio de su función, que lo designó para ser miembro ni más ni menos que del CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL.