Comentario de un joven filósofo

Por David Porcel
Si la alegría de un profesor es recibir el agradecimiento hondo y sincero de sus alumnos, la de un humilde pensador es saber que las ideas que ha parido y dado forma provocan la aparición de nuevas y mejores ideas. Comparto, en esta semana de la Filosofía, esta reflexión que el jovencísimo filósofo Noa Manero me hace llegar a propósito de su lectura de mi último trabajo "De Aladino, Sócrates y Perceval. Ensayo para una ética de la ingenuidad." Estoy desbordado sacando adelante proyectos muy laboriosos y sólo espero que este pequeño homenaje a la Filosofía no desmerezca la ocasión.

"El ingenuo es aquel libre de prejuicios, el que menos velos que ciegan posee, y en el cual la capacidad creativa está más desatada, no sujeta a convenciones, ni imposiciones, por lo que puede descubrir la realidad a través de caminos inimaginables para otros. Quizá el ingenuo vea motivos donde otros no los ven, o por el contrario, accede a la realidad de una forma más inmediata, o su curiosidad es tal que se inscribe en territorios oscuros, sin temor a lo que pueda encontrar. Quizá el ingenuo sea ese niño, que toca todo, pregunta por todo, se sorprende de lo que es común, de lo que para el experimentado carece de interés. Para el niño el mundo en sí es una gran fantasía. El niño es espontáneo y crea a partir de ello, sin apenas premeditaciones. Al niño apenas le afecta la mirada ajena, apenas le condiciona, el niño es libre.

Habitamos un mundo en el que uno de los motores principales es el interés. Hacemos las cosas en busca de otros fines ulteriores. En cambio, el ingenuo parte de la ausencia de fin, de búsqueda en la oscuridad de algo que desconoce, incluso que encuentra por pura casualidad. En el ingenuo prevalece la voluntad de unión, de contacto y abrazo con lo otro. Una situación muy alejada de esta era carente de vínculos en la que vivimos, donde la norma es el individualismo." (Noa Manero, estudiante de 1º de Filosofía)