Revista Coaching

Comentario en Atrapados, sin emoción, en la razón por Miedo a aprender a gestionar el cambio | Mario Dehter

Por Mariodehtercom

La conclusión que el mundo es un plano, que durante milenios determinó múltiples decisiones que modelaron la sociedad hasta nuestros días, fue creada por la simple observación de que los barcos que navegaban hacia “el horizonte” se caían literalmente del limitado cuadro de visión lineal: “aquello lo veo, lo puedo tocar, eso existe. Si no lo veo, no existe”.

Desde esta simple analogía de los barcos que alcanzan el horizonte, nuestra “mente colectiva” se ha ido llenando de suposiciones. La “verdad”, siempre ha estado bastante reducida a unas observaciones empíricas (todo lo demás “tonterías”).

En general, las personas vamos quedando “capturadas” dentro de las ventanas de la vista de la línea de horizonte que somos capaces de percibir.

Olvidamos muy rápido los incidentes que modelan nuestras creencias y así cerramos el círculo por el que se van creando nuestros “hábitos”; a los que, para colmo de males, les solemos imprimir una cualidad de “inalterabilidad”. El resultado es la consolidación de nuestra “inflexibilidad”, mediante la formación de duras caparazones emocionales e intelectuales, y una habilidad sorprendente para “adaptarnos” a los cambios pero no para anticiparlos, y mucho menos para iniciarlos.

Desde todos los tiempos, la comprensión de “flexibilidad” es la clave para preparar a las personas para el «aprendizaje espontáneo», la innovación, el emponderamiento y el emprendizaje.

El aprendizaje requiere la capacidad de percibir una diversidad de puntos de vista antes de concluir “conclusiones” que resultan lesivas y socavan o corrompen el propio proceso del aprendizaje. 

Las “Conclusiones Lesivas” difieren de las “Conclusiones Inteligentes”, en gran medida, a nivel de las emociones.

Las “Conclusiones Lesivas”, si bien ayudan a contener «el miedo» a la pérdida potencial por errores que podamos cometer al innovar, exacerban (aceleran e incrementan desproporcionadamente) la tendencia natural —un mecanismo de supervivencia— a “evitar peligros”.

Dicho de una manera gráfica: el fuego quema, no cocino mis alimentos porque evito los peligros implícitos en el uso de una hornalla o un horno. No innovo, no tomo iniciativas, porque evito el conflicto del fracaso o la exposición pública de mis errores.

Pero si las emociones no se entienden, en especial aquella que hacer que evitemos utilizar la cocina, nos quedamos atrapados en la amenaza tan solo por el hecho que alguien nos sugiera un cambio en nuestro comportamiento.

Continuará…


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