Pero antes de empezar a zampar, cinco cosas, que tras mi primer viaje, me parecen indispensables hacer en la ciudad de los rascacielos:
- Ver el atardecer desde el Top of the Rock Sí, normalmente la gente sube al Empire, pero entonces ¿cómo ves el gran Empire? Buscad la hora en la que anochece, y reservad por internet media hora antes. Disfrutad de cómo el sol se va poniendo y cómo las luces van iluminando la ciudad. De verdad, impresionante.
- Monta en helicóptero. Sí, lo sé, vale una pasta, pero Nueva York, es para verlo desde las alturas, eso sí, nada que ver con una avión, así que no apto para aquellos que tienen vértigo!
- Nueva York es mucho más que fast food y rascacielos, haz hueco para visitar el MET (The metropolitan museum of art) y el MoMA (Museum of Modern Art). Como dijo mi hermano esta semana santa, ¡un poco de cultura, hombre! Y salimos alucinados.
- Olvidate de las dietas, de verdad. Y disfruta, que en todos los países hay sabores, texturas y platos maravillosos por descubrir.
- Habla con los newyorkinos. Me han sorprendido, gratamente: si te ven con el mapa, se acercan y te preguntan si pueden ayudarte. Si ven que no das una con las lineas del metro, te guían entre ese laberinto subterráneo. Y les encanta saber de dónde eres, aunque acaben pensando que eres del sur de México.
- Bonus track: si tienes ocasión, viaja en familia. Ver a los papis disfrutar como enanos y ser los hijos quienes descifran mapas es un puntazo.
Yo no me quería ir de Nueva York sin probar los pancakes, los huevos Benedictine y las hamburguesas del Shake Shack. Yo es que soy de ideas fijas, y en esto de comer, todavía más. Viendo que el restaurante del hotel ofrecía un desayuno muy poco atractivo por 15$, lo mejor fue buscar dónde disfrutar de un brunch, en concreto, nos fuimos hasta el East Village, para conocer el famoso Clinton St. Baking Company.
Casi media hora de espera, nos sentamos en una mesa para cuatro, todo muy americano, café en todas las mesas, y un acento el de los camareros, que me costó entender. Tenia que haber prestado más atención cuando fui al colegio Americano en Bilbao. Dos capuccino, un latte y una coca cola para arrancar, mientras esperamos nuestros platos: para mí, huevos Benedictine, que aquí, dicen que los bordan, y doy fe, dos huevos en perfecta cocción, con jamón dulce, cubiertos de una fina salsa holandesa, sobre dos bollitos deliciosos. Menudo vicio, me hubiese comido dos más.
Para mi padre, huevos a la plancha con tomate rebozado, puré de patata y bacon frito. Y aquí es donde ya muero de amor: "¿los huevos, quieres que los dejemos poco hechos, muy hechos, o les demos la vuelta?" "Dadles la vuelta por favor" "Estupendo. ¿Y cómo quieres que dejemos la yema, poco hecha, o muy hecha?" Yo flipo, en Bilbao hay sitios en los que pagas un riñón por un chuletón o un entrecot y no te preguntan el punto, y aquí, para un huevo, dos preguntas. #meecanta
Mi madre y mi hermano, se fueron por la parte dulce: pancakes para los dos. Uno, con tres pancakes de un dedo de grosor, esponjosos, calientes, y cubiertos de plátano, nueces y sirope de arce. El segundo, con arándanos entre los pancakes, cubierto de más arándanos, mantequilla y sirope de arce. INDESCRIPTIBLE. El toque justo de dulzor, esa esponjosidad, y esos acompañamientos, perfectos para arrancar el día. ¿Un truco? Mi hermano pidió un plato de bacon, se comió el plátano de los pancakes y se comió los otros dos pancakes con el bacon y el sirope de arce. Hacedme caso.
CLINTON ST. BAKING COMPANY.4 Clinton St, New York, NY 10002
Madrugad, que menudas colas se montan! Y ni se os ocurra ir en fin de semana, eso ya, si que es imposible, ya que no reservan. Me encantó el ambiente tranquilo, el ver a gente tomando con calma un té un martes de abril mientras llen un libro, un grupo de amigos disfrutando del desayuno… Y esos productos frescos, deliciosos. Ale, riere tú de la fama de la cocina americana. Cada plato, entre 9 y 17$