Figura 1: Crecimiento del PBI per cápita en el mundo, 1820 a 1913
Tomado de Williamson, J. G. (2011)Fuente: Maddison (Marzo 2009), http://www.ggdc.net/maddison.
No obstante, el «Primer siglo global» también marca el inicio de un «Primer crecimiento milagroso», anterior al experimentado por los tigres asiáticos y China durante el siglo XX, y que fue originado por las revoluciones industriales en Europa occidental[4]. Por otro lado, como resultado de las políticas comerciales de apertura, las diversas revoluciones de los transportes y el rápido crecimiento manufacturero en Europa, se dio lugar a una explosión positiva y sostenida de los términos de intercambio en la periferia exportadora de materias primas. Este proceso globalizador[5] contribuyo así también a la especialización en una o dos materias primas por parte de los países de la periferia y en la consiguiente reducción de su producción manufacturera (desindustrialización) y de una mayor volatilidad de los precios[6]. Así, durante 1796 a 1800 y entre 1856 y 1860, mientras los términos de intercambio del Reino Unido, que por aquel entonces representaba la mayor potencia comercial, cayeron, los términos de intercambio de la periferia, excluyendo China y el resto del Asia oriental, crecieron a la tasa anual de 1,5 por ciento, incrementándose en más del doble. Gracias al libre comercio, Gran Bretaña y el resto de Europa lograron que sus excedentes de producción, resultados del crecimiento de la productividad[7], encontraran una salida a los mercados mundiales, y esto mientras las economías pobres se desindustrializaban[8].
Figura 2: Términos de intercambio, 1796 a 1913: Reino Unido versus periferia pobre
Tomado de Williamson, J. G. (2011)Fuente: Williamson , J. G. (2008: Fig. 2)
La Economía de la desindustrialización, el Síndrome holandés y algunos ejemplosCuando W. Lewis (1978, 1980), premio nobel de economía en 1979, postulaba al comercio como motor de crecimiento, se refería en primer lugar al hecho de que cuando más elevado fuera el precio al que un país alcanzara obtener por sus exportaciones, y cuanto más bajo fuera el precio que tuviera que pagar por sus importaciones, mayores serían los beneficios logrados con la actividad comercial. Otro elemento motor del crecimiento, al que hacía alusión Lewis, era el que sostenía que la participación de las exportaciones en el producto interior bruto de los países del Tercer mundo debía de pasar de unos niveles bajos hacia otros más elevados, esto es, dichos países deberían de comenzar a explotar mejor las oportunidades del comercio con el tiempo. Sin embargo, pese a los beneficios que ofrecía el comercio, existen tres factores con capacidad potencial para contrarrestar, en el largo plazo, el incremento registrado a corto plazo en el crecimiento: la desindustrialización, la excesiva búsqueda de la rentabilidad y la volatilidad de los precios[9]. Para hacer valorizaciones comparativas y cuantitativas, Williamson utilizó estimaciones de las manufacturas textiles realizadas por Paul Bairoch (1982) sobre el proceso de desindustrialización del Tercer Mundo a lo largo del siglo XIX. A partir de estas, se pudo calcular el porcentaje de la producción manufacturera de las diferentes regiones con respecto al total mundial[10]. Se constata que a partir de 1800 comenzó la desindustrialización de la India (caída de 5%) y la industrialización del centro de Europa (subida de 5%), mientras China mantuvo su nivel de 1750. En 1830 se formó lo que ha pasado a considerarse como el «nuevo orden económico». Este, habría arraigado a partir de 1860. El centro desarrollado acumuló 39.5% de la producción manufacturera, mientras el resto de las regiones descendió en sus niveles. Finalmente, en 1880 se completó el proceso: Europa tenía una participación en manufactura del triple de la China, diez veces la de India y dieciséis veces al del resto de la periferia. En suma, se concluye que existen diferencias en los ritmos en los procesos de desindustrialización que se llevaron a cabo en este periodo[11].
Figura 3: Producto manufacturado mundial, 1750 a 1938 (en porcentajes)
Tomado de Williamson, J. G. (2011)Fuente: Simmons , C., (1985: Tabla 1, 600) basado en Bairoch (1982: Tablas 10 y 13,296 y 304).Nota: la India se refiere a todo el subcontinente.
Figura 4: Desigualdades antiguas: Estimación de coeficientes de Gini y la frontera de posibilidades de la desigualdad.
Tomado de Williamson, J. G. (2011)Fuente: Milanovic , B. , P. H. Lindert , and J. G. Williamson ., (2008: Fig. 2).
Por otro lado, centrando el análisis en la comparación entre los rendimientos del trabajo y de la producción del suelo, se puede explicar el comportamiento de la distribución de los ingresos. Así, el comercio global anterior a la primera guerra mundial, dado que el suelo y los demás recursos naturales se encontraban concentradas por una minoría, provocó una desigualdad menor en las economías con escasez de recursos (como en Europa y Asia Oriental). Y en aquellos casos en que la industrialización no había logrado arraigar aun, el comercio global anterior a la Primera guerra mundial indujo un aumento de las rentas del suelo y una caída de los salarios, generando así una mayor desigualdad. Este fue el caso de Europa oriental, Oriente Próximo, el Cono Sur, el Punjab y el Sudeste asiático[15]. Por consiguiente, se colige que la desigualdad en la periferia pobre del siglo XX no se debió a la desigualdad de los ingresos, sino más bien a la presencia de unas rentas elevadas en un contexto precedido por una situación relativamente fija de la propiedad «rustica» y de los recursos mineros.La Globalización y La Gran DivergenciaHasta el momento se han señalado tres razones por las que resulta válido pensar que las fuerzas globalizadoras del siglo XIX fueron menos favorables al crecimiento económico en la periferia que en el centro. La primera razón se deriva del proceso de desindustrialización como resultado de la espectacular explosión de los términos de intercambio durante el «Primer siglo global». Esto determinó un rezago de la periferia respecto a su relación con el Primer mundo, y que puede ser explicado según las teorías del crecimiento endógeno[16]. La segunda razón indica que fue esta misma explosión de los precios, la que mediante el aumento de las exportaciones de materias primas aumentó las desigualdades en la periferia pobre exportadora de materias primas. La tercera razón se refiere al hecho de que la volatilidad de los términos de intercambio a la que tuvo que hacer frente la periferia fue mucho mayor a la que sorteó el centro rico[17]. Como resultado, se puede concluir que si bien el desarrollo del comercio proporcionó beneficios tanto para los países industrializados como para los exportadores de materias primas, lo cierto es que el reparto de estos beneficios estuvo indudablemente sesgado hacia los exportadores de manufacturas y de esta forma tuvo un impacto asimétrico sobre las tasas de crecimiento de los países.Revolución Industrial en la periferia pobre y la respuesta políticaUna de las hipótesis más conocida y que busca explicar por qué la industrialización en la periferia recién se dio a finales del siglo XIX—como aquella que consta de tan solo cien años en México y Brasil en Latinoamérica o en Bombay, Japón y Shanghái en Asia —, indica que esta recién se llevó a cabo cuando la «Gran Divergencia» elevó el coste de la mano de obra en los centros ricos y con ello se hizo más competitiva la periferia. Lo cierto es que la industrialización la Latinoamérica autónoma, liderada por México y Brasil, comenzó antes de 1930; es decir, antes de que las políticas de la industrialización por sustitución de importaciones (ISI) fueran llevadas a cabo[18]. De hecho, algunas de las posibles explicaciones de este despegue industrial, lo constituyen en primer lugar la situación de que en los años posteriores a 1870, los términos de intercambio de Latinoamérica cayeron de manera más profunda, y especialmente en México, que en cualquier otra parte de la periferia. En segundo lugar, se produjo una aceleración del crecimiento de la productividad total de factores en la minería[19]. Esto, fomentó la importación de bienes de equipo y de insumos para la manufactura puesto que se incrementaron los términos de intercambio relativo a los ingresos. En tercer lugar, se considera a la depreciación de las monedas locales —es decir, el aumento de lacompetitividad de los productos domésticos—. Por último, dado el éxito del desarrollo del centro industrializado, se produjo un encarecimiento relativo de los costes de mano de obra en esta región frente a los de la periferia pobre.Repasando la respuesta política, de aranceles al comercio, implementada en la periferia autónoma, y en todo el mundo, se documenta el persistente sesgo proteccionista entre el año 1865 y 1920. Sin embargo, las pruebas relativas a la situación reinante a finales del siglo XX proporcionan un sólido respaldo al planteamiento de que la protección dificulta el crecimiento. Cabe mencionar además que el crecimiento, la paz y la estabilidad política posterior a la década de 1860 no generaron una inclusión democrática[20]. Willliamson concluye por ello, que si el objetivo era el desarrollo industrial de la periferia, la política arancelaria no era la mejor medida. En todo caso, lo más acertado habría sido la concesión de subsidios a los insumos industriales, unos niveles de protección muy eficaces a aquellas industrias que fueran altamente dependientes de la capacitación profesional y que generaran externalidades positivas para otras industrias.
Figura 5: Promedio no ponderado regional de los aranceles regionales antes de la Primera guerra mundial.
Tomado de Williamson, J. G. (2011)Fuente: Coatsworth , J. H. , and J. G. Williamson (2004: Fig. 2).
ConclusionesLa principal conclusión a la que llega Comercio y Pobreza, es que existe una correlación positiva entre la paulatina globalización del mundo y la brecha económica, y que además se constata una relación causal entre estas, que determinó finalmente la división del mundo entre el Primer y el Tercer mundo. Llegar a esta conclusión es posible al haber estudiado los canales del impacto: la desindustrialización, el aumento de la desigualdad y la volatilidad de los precios de los productos básicos. Finalmente, una segunda conclusión a la que permite llegar Comercio y Pobreza, es que los países que tienen la facultad y la voluntad política necesarias para llevar a cabo políticas dirigidas a fomentar la industrialización en la periferia, pueden en definitiva debilitar, o incluso eliminar, la relación entre las explosiones de los términos de intercambio y la reducción del crecimiento de las naciones que tratan de desarrollarse. Asimismo, se infiere que esto solo será posible con el establecimiento de instituciones políticas inclusivas en la periferia, que concedan la capacidad de supervisión de la actividad pública, que se centren en el desarrollo social del Tercer mundo y no en los intereses de búsquedas de rentas.Finalmente, no se ha pretendido aquí abordar a profundidad todas las ideas plasmadas en el libro de Williamson, su aporte es valioso y los múltiples temas abordados en el libro, harían imposible dicha tarea en esta corta reseña. El propósito de estos párrafos ha sido de invitar al lector a leer Comercio y Pobreza. El libro presenta una serie de preguntas esenciales a las que ofrece respuesta con argumentos válidos y consistentes con los hechos, y que deberán resultar imprescindible para cualquier ciudadano interesado en estudiar nuestro mundo social. Más aún, el contexto en el que se desarrolla y difunde el libro es propicio para volver a debatir los temas referidos al comercio y a la desigualdad. Nuestro país actualmente afronta una caída estrepitosa de sus términos de intercambio y ante el inminente desarrollo de una nueva normal china, se hace preciso abordar las ideas que permitan derivar políticas de desarrollo orientadas a liquidar los efectos que La Gran divergencia tuvo, y sigue teniendo, sobre el Tercer mundo.
[1] Jeffrey Williamson es profesor emérito en economía por la Universidad de Harvard, así como miembro honorario del Departamento de Economía de la Universidad de Winsconsin. También ha sido presidente de la Economic History Association.
[2] La primera edición de la obra en inglés, Trade and Poverty, When the Third World Fell Behind,se publicó en 2011 por The Massachusetts Institute of Technology Press. La versión en español se publicó en 2012 por el Grupo Planeta Spain y bajo el título Comercio y pobreza: Cuándo y cómo comenzó el atraso del Tercer Mundo
[3] Antes de producidos estos inventos, el comercio local europeo poseía un carácter típicamente no competitivo al basarse fundamentalmente en bienes transables de ultramar (materias primas, especias y otros) que, dadas sus características, su importación no competía con los productos europeos. Así, se menciona que “el espectacular avance que experimenta el libre comercio después de la segunda guerra mundial, tras la autarquía vigente durante el periodo entre guerras, sigue siendo inferior al descenso de cuarenta y cinco puntos porcentuales que hemos visto sufrir entre los años 1870 y 1913” (Williamson, J. G., 2011, pág. 31)[4] Durante este periodo, los índices de crecimiento [en el centro rico: Europa occidental y sus países satélites de habla inglesa] se multiplicaron como mínimo por cuatro, hasta alcanzar un 2,4 por ciento anual (Williamson, J. G., 2011, págs. 35-36).[5] Este elemento reforzó la tendencia a la divergencia determinando que las tasas de crecimiento de la periferia se rezagaran (cap 5 y 11) aunque finalmente, llegado un punto de madurez industrial, las manufacturas empezaron a crecer a tasas similares a las del PBI. [6] Hasta la década de 1850 los precios relativos de los productos textiles experimentaron una caída drástica en todo el mundo, dado que la revolución industrial redujo los costes unitarios de producción en los países exportadores y que las innovaciones tecnológicas imprimieron un sesgo descendente a las curvas de suministro.[7] El incremento de la productividad en el sector de manufactura también explica la caída en los precios mundiales de los bienes industriales. De esta forma se determinó que este sector sea menos rentable en los países de la periferia.[8] Paralelamente, China y el resto del Asia oriental no experimentarían una gran expansión de sus términos de intercambio, de hecho mientras el resto de la periferia iniciaba su explosión China afrontaba su gran desplome. Este, consistió en la caída de los términos de intercambio a la quinta parte del valor que presentaron en 1796, esto se debió al incremento del precio del opio que China importaba —cerca del 50% del total de sus importaciones para la década de 1880— de la Compañía de las Indias Orientales que en definitiva era un monopolio. La otra excepción fue el Japón que permaneció cerrado al comercio mundial hasta mediados de la década de 1850.[9] Esta volatilidad surge a raíz de los diferentes mecanismos de formación de precios que operan en los mercados internacionales y consecuencia de ella se origina el problema de la « disparidad dinámica de la demanda». Al respecto Jiménez F (2011) señala que “Por el lado de la demanda, la elasticidad ingreso de la demanda por importaciones es distinta en el centro y la periferia, por las características de los bienes que se importan. De este modo, cuando aumenta el ingreso en el centro, la demanda por materias primas aumenta menos que proporcionalmente (es decir la elasticidad ingreso de la demanda por importaciones del centro es menor a uno) mientras que, en la periferia, al aumentar los ingresos, la demanda por bienes industriales aumenta más que proporcionalmente (la elasticidad ingreso de la demanda por importaciones de la periferia es mayor a la unidad).”[10] Un resultado curioso al respecto es que en 1750 China e India acumularan el 57% del total de la producción manufacturera y 47% del producto bruto interno mundial (Maddison , A., 2007), lo que las calificaba como tan industrializadas como el centro europeo en épocas posteriores. En contraste, el resto de la periferia apenas representaba un 15.7% de la producción manufacturera y cerca del 31% del PBI global.[11] El ejercicio se lleva a cabo para otros países obteniéndose resultados similares y se obtiene como conclusión que, en regiones como el Imperio Otomamo, Egipto, India y las Indias Orientales Neerlandesas, la destrucción de las industrias domésticas resultó espectacular. El daño, sin embargo, fue menor en China y México. En contraste, Japón inició su industrialización. Esta disparidad entre países de la periferia se puede deber en principio a los diferentes términos de intercambio que afrontaban, la dotación inicial de factores y las resistencias por el lado de la oferta doméstica.[12] Véase: Lewis, W. A. 1978a . The Evolution of the International Economic Order . Princeton University Press .[13] Este es un concepto utilizado para explicar la concentración del ingreso e indica que esta se encuentra asociada principalmente con el hecho que una pequeña minoría, los súper ricos, se llevan realmente la “parte del león”. Véase López, R. , Figueroa, E. y Gutiérrez, P. (2013).[14] Esta frontera es una curva basada en la máxima desigualdad que las elites habrían podido extraer de acuerdo a los diferentes niveles de ingresos per cápita y suponiendo que todo el mundo, a excepción de ellas, tienen un ingreso mínimo de subsistencia (MarcadorDePosición1pág. 186).[15] Por ejemplo, Argentina, pasó de presentar un índice (1911=100) de la relación renta-salario de 337,1 en 1885-1889, a 51,0 en 1925-1929. En oposición, el índice para Japón, pasó de 79,9 a 202,4 durante el mismo periodo. Se infiere que la globalización indujo un pronunciado incremento de la desigualdad en buena parte de la periferia pobre, ya que en dicha región los países se especializaban en la exportación de materias primas. En cambio en el Asia Oriental sucedió lo contrario ya que en esta zona la actividad económica se había ido centrando progresivamente en la exportación de manufactura.[16]Williamson señala que “mientras que un país empieza a especializarse en las manufacturas, la ventaja comparativa de que goza en el ámbito industrial se verá reforzada, estimulándose al mismo tiempo su crecimiento general. No ocurre lo mismo, en cambio, en el caso del exportador de materias primas. Paul Krugman, Anthony Venables y otros autores han mostrado formalmente que una explosión del comercio mundial puede contribuir a instaurar una divergencia económica entre dos o más socios comerciales, y nosotros afirmamos aquí que también contribuyeron en su momento al surgimiento de la gran divergencia que habrá de registrarse a lo largo del siglo XIX” (MarcadorDePosición1pág. 227).[17] Estimaciones de la volatilidad de los términos de intercambio[17]registrada entre los años 1865 y 1939 para 27 países alrededor de mundo (24 de la periferia y 3 de las potencias coloniales del centro europeo: Francia, Alemania y Reino Unido) indican que esta volatilidad en el caso de la periferia pobre fue de aproximadamente 2,7 veces la reportada en el núcleo rico de las potencias analizadas. Así, las cifras señalan que tanto antes de 1913 como después de 1970, la volatilidad de los precios de intercambio de las materias primas se situó en niveles exactamente igual de elevados en el momento en que comenzaron a concretarse buen parte de los fenómenos que condujeron a la Gran Divergencia.[18] Al respecto hay que señalar que a partir de la década de 1880, Latinoamérica vendría a imponer las tasas arancelarias más elevadas del mundo, y antes de que terminara dicha década los Estados Unidos serían el único país que superara, en promedio, dichas tasas (Williamson, J. G., 2011, pág. 253). [19] Al respecto, E. Beatty (2000) argumentó, de manera convincente, de acuerdo a Williamson, que la producción minera mexicana, especialmente la de la plata, provocó un fuerte descenso de los términos de intercambio y ello contribuyó a su proceso de industrialización.[20] Resultado de ello, los países de la periferia pre-moderna tenderían a producir unos gobiernos oligárquicos, y guiados por la necesidad de obtener mayores ingresos fiscales continuaron la política de protección arancelaria, es decir no hubo voluntad política para el cambio.