No hay duda de que a los presidentes de los países vecinos en los últimos tiempos les ha salido una vena cómica que podría fácilmente disputar con “El especial del humor”, “Los cómicos ambulantes” o con “El cartel del humor”, programas de gran aceptación popular en el Perú.La saga empezó con el presidente de Chile, Sebastián Piñeira, en la Cumbre de Jefes de Estado del Pacífico en Tuxtla, México, en diciembre del año pasado, en donde, intentando hacer derroche de gracia lanzó un chiste: “¿Sabe usted cuál es la diferencia entre un político y una dama? Cuando el político dice que 'sí' quiere decir 'tal vez', cuando dice 'tal vez' quiere decir que 'no' y cuando dice que 'no', no es político. Cuando una dama dice que 'no' quiere decir 'tal vez', cuando dice 'tal vez' quiere decir que 'sí', cuando dice que 'sí' no es dama.”(1) El chiste no pasó desapercibido para las mujeres chilenas, quienes con justa razón inmediatamente protestaron por el contenido violento que se traduce en ese tipo de alusiones que tienen un claro sesgo machista, aunque cabe mencionar que la protesta de las mujeres de su partido y sus ministras fue bastante tibia. Que no le gustó, dijo la ministra Carolina Schmidt, como única crítica.Proponer que una negativa de una mujer no es una negativa, porque significaría, según la interpretación presidencial asumida con su chiste, un “tal vez”, es avalar de alguna forma el nivel de violencia que existe en nuestras sociedades donde el abuso sexual hacia las mujeres es pan de cada día. Y afirmar que una mujer que dice sí no es dama nos envía el mensaje de que las mujeres no son dueñas de su cuerpo o sus deseos, pues la aceptación de una propuesta las coloca en una posición cuestionada. Si no se es una dama, por tanto sería una libertina, puta, o cualquier calificativo que dé cuenta de cómo se juzga negativamente el libre ejercicio de la sexualidad de las mujeres. Casi una apología a la violencia de género, a la violencia sexual y hasta a la violación.En el mismo mes, el último día del año, en su acostumbrada cadena radial sabatina, el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, hizo gala de su machismo y percepción subvalorativa sobre la importancia de la participación de las mujeres en la esfera pública y en la política, expresando la contradicción que existe entre lo que dijo -y suponemos piensa efectivamente- de las asambleístas ecuatorianas y su llamada revolución ciudadana, como si una revolución pudiera hacerse manteniendo los estereotipos de género y subvalorando el papel de las mujeres en la democracia.“Yo no sé si la equidad de género mejora la democracia, lo que sí es seguro es que ha mejorado la farra impresionantemente” dijo, y continuó: “Qué asambleístas que tenemos, guapísimas ahh, ¡eh! Corcho hay que aumentarles el sueldo porque no tuvieron plata para comprar suficiente tela y todas con unas minifaldas dios mío, (risas). Yo ni me fijo en esas cosas, me contaron, me contaron unas piernas y unas minifaldas impresionantes, guapísimas las asambleístas (…).”(2) Desprecio hacia las mujeres que hacen política en el país, demostración de poder al plantear que él puede intervenir, ordenar sobre el poder legislativo, aumentar el sueldo de las mujeres, decidir el tamaño de la falda. Afán de control y poder sobre el cuerpo de las mujeres nuevamente. Al criticar su vestimenta, subyace el afán de inferiorizarlas, avalar el sexismo que persiste tan fuertemente en la sociedad ecuatoriana, como si el hecho de señalar que no lo vio, que se lo contaron, disminuyera un ápice de lo que está en el fondo de su crítica.La Asambleista Paula Romo, en nombre de las mujeres ecuatorianas, incluso de las que por adhesión al partido del presidente permanecieron en silencio, le respondió con firmeza en una carta enviada a los medios, señalando que la equidad de género fortalece la democracia sin duda y que expresiones como éstas constituyen una forma de violencia. “Aún si se hacen en son de broma, fortalecen los estereotipos que exponen a las niñas, las adolescentes y las mujeres ecuatorianas a todo tipo de agresiones. Las mujeres en el Ecuador deben saber que aún si se desnudan en público, no merecen ningún comentario denigrante y los hombres también deben aprender que nada los autoriza a hacerlos,”señaló.(3)En tercer lugar, le tocó el turno a Evo Morales, nuestro vecino presidente del sur, quien anteriormente tuvo unas infelices declaraciones sobre el consumo del pollo y su impacto en las personas,(4) aludiendo que eso les provocaba desviaciones y calvicie. En esta ocasión, el presidente se despachó en los carnavales, lanzando coplas con claras alusiones sexuales a sus ministras: “En los carnavales llueven colaciones, las ministras cambian tangas por calzones; este presidente de buen corazón, a todas las ministras les quita el calzón.” Refiriéndose a las mujeres integrantes del colectivo Bartolina Sisa, una de las más importantes organizaciones de mujeres indígenas de Bolivia, con larga de trayectoria de lucha, cantó: "Bartolina Sisa tiene mucha fama, por eso las llevo directo a mi cama.” Y por supuesto, en las coplas, dejó sentado su supuesta gran potencia sexual: “nuestro presidente muy pícaro es, sólo quiere una y se come a tres”; “nuestro presidente mujeriego es, y cambia de chica en un dos por tres”.El presidente, por supuesto, fue premiado por las risas del público, incluyendo mujeres que justificaban que era carnaval y que en la fiesta todo está permitido. Aquí también se levantaron voces, como la de la feminista María Galindo, quien dijo que “Ni el humor, ni el carnaval son excusas suficientes para un ejercicio de humillación y denigración tan profundo”.En este caso, la alusión al carnaval como espacio en que se permite el tipo de versos que el presidente boliviano ha declamado ha sido una de las principales defensas que se ha hecho a su actuación. Sería para algunos la demostración de lo cerca que está de su pueblo, de que no ha perdido su esencia y de su capacidad para ponerse de igual a igual, sin distinción entre espectadores y actores como puede suceder en las fiestas, los corsos, las representaciones.Sin embargo, vale aquí señalar que si el carnaval es un espacio para la libertad, en donde se transforma el mundo, se expresan todos abiertamente, desaparecen las jerarquías y hay un orden distinto, las expresiones del presidente, por muy carnavalescas que parezcan, no tienen nada de transformadoras, más bien son reproductoras del orden del género existente, de la dominación masculina, del abuso que puede ser cometido hacia las mujeres, reflejado claramente en “quitarles el calzón”.En cada una de las “declaraciones” de los tres presidentes, podemos encontrar como lugar común los estereotipos, los prejuicios de género, la violencia verbal y simbólica que, viniendo de la máxima autoridad del país, tiene un peso distinto, exponencialmente mayor que lo dicho por cualquier ciudadano, lo que tampoco debería ser por supuesto. La figura presidencial tiene un rol privilegiado en la construcción de los imaginarios sociales, aporta a moldear conductas, a imitar acciones, en sociedades en donde el lenguaje, las instituciones y los comportamientos están configurados para mantener la subordinación y las jerarquías de género. Por ello hay que evidenciar y denunciar estas expresiones de las máximas autoridades elegidas en nuestros países. Consideramos que la búsqueda de la equidad de género que aparece en tantos planes y programas de nuestros gobiernos tiene que reflejarse también en los discursos y en las prácticas de nuestros gobernantes y que las luchas fundamentales, tanto desde el gobierno, como desde la ciudadanía las organizaciones e instituciones, deben ser luchas contra todas las formas de sexismo, racismo y discriminación que están tan vivas en nuestras sociedades y que se manifiestan a diario en los chistes sobre las mujeres, que ocasionan la risa de las propias mujeres sin profundizar en lo que llevan implícito. Se manifiestan en los insultos racistas y homofóbicos que con tanta frecuencia se oyen en diferentes medios en nuestros países. Se ven cotidianamente en las violaciones y los feminicidios que siguen enlutando a las familias peruanas, constituyendo una de las formas más execrables de violencia. Para combatir efectivamente todas esas violencias, necesitamos más discursos presidenciales que aporten al cambio y menos comicidades, la verdad.Por Rosa Montalvo ReinosoFuente