Comidas veraniegas

Por Itwoman

Con la llegada del verano no sólo tenemos que cambiar la ropa y sacar los bikinis. No. También cambiamos el contenido de la nevera. Llegan las frutas más buenas, las verduritas, las ensaladas, los taper para la playa, la tortilla de patatas, el gazpacho, el salmorejo, las caballas con piriñaca (plato típico del verano gaditano, barato, sano y sobre todo que es mejor tomar en la calle porque la caballa deja la casa apestada), las paellas al aire libre, marisco, la ensaladilla rusa, el atún rojo de almadraba,  las barbacoas, las cervecitas en el chiringuito, el tinto de verano, la sangría (depende de cual, que luego es muy cabezona), los helados, las granizadas, la horchata….

¡Qué bien!.

Aparentemente todo mucho más sano, más ligero. Con el calor no apetece comer, sólo cosas frescas. Pero ahora haciendo la lista empiezo a entender el misterio por el cual he estado a punto de llamar a “Cuarto milenio”: ¿cómo es posible engordar si la comida de verano es más ligera?. JA JA JA. Me rio. De Janeiro, de Ubrique y de lo que haga falta.

¿De qué sirve la famosa (y falsa) operación bikini si luego en dos días de chiringuito la echas a perder?. Para nada. No sirve.

Hasta ahora he ido pasando veranos y no he acabado ni alcohólica, ni obesa, pero todo puede pasar. Porque cada vez llega una más cansada al verano y cuando llegan los quince días de vacaciones lo único que haces es tumbarte al sol y beber cervezas, y pedir una paella para las tres en el chiringuito y si no está lista te pides unos pimientos fritos y un platito de jamón para hacer tiempo.

Y si no, se hace un picnic. Hago desde aquí un llamamiento: Quiero una cesta de picnic. No sé para qué ni por qué la quiero. Pero me encantan. Aunque luego me imagino que si en Agosto voy a la playa con silla, sombrilla, nevera y encima tengo que cargar con la maldita cesta la acabaré odiando.

Así es la vida. Un no parar. No sales de una y te metes en otra.


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