Dicen que cuando se es adulto, se ve la vida de forma distinta a como se ve cuando se es un niño… Lo que nadie nunca nos dice, es que esa forma de ver la vida puede llegar a condicionar nuestra existencia de una forma tan profunda, que perseguir un sueño puede convertirse en mucho más que una búsqueda vital… en una necesidad.
No engaño a nadie si digo que el mayor deseo de toda mujer, es ser madre. La maternidad es un don tan en extremo extraordinario que solo la mujer puede desearlo, tanto despierta como dormida.
El año 2006, por el mes de mayo, después de tres años de búsqueda, vi mi positivo, por fin el tan ansiado positivo que esperábamos con todo nuestro ser… el comienzo fue difícil, pues tuve una amenaza de aborto pero me dijeron que hiciera reposo, y que todo saldría adelante.
En un espacio de tiempo de 24 semanas viví tantas cosas que a día de hoy aún lo tengo grabado a fuego dentro en mi mente… Bueno, pasando la semana 14 de embarazo comencé a sentirme “rara” Uñas moradas, dolores de cabeza a diario, malestar general, taquicardias, un sin fin de síntomas que por más que iba al médico ¡los encontraban normales!
En la semana 22 de embarazo me empecé a encontrar aún más “rara” Siempre he sido de tensión baja y se me subía a 13 o 14. Mi frecuencia cardíaca ascendía a más de 120. Estas manifestaciones anómalas ocurrían normalmente cuando me levantaba o cuando terminaba de comer… a lo que también me decían que eran cosas puntuales y que era normal.
En la semana 24 una noche sentí algo muy extraño… Dejé de sentir a Paula… Toda la noche estuve pensando en que algo no iba bien, y comía chocolate para ver si la niña despertaba, ponía luz en mi barriguita para ver si ella la seguía y me daba una de sus patadas… pero nada, desde que amaneció me planté en urgencias donde me dieron la peor noticia que podía recibir en toda mi vida… NO HABIA LATIDO. El mundo se me hundió y con él todo lo que comenzó siendo un campo de ilusión. Terminó siendo la más horrible pesadilla que puede tener una madre.
Cuando fui al hospital y di a luz me dijeron que podría volver a intentarlo a los tres meses, que estas cosas pasaban y que no tenía por qué volverme a pasar a mí. Me dijeron que con la necropsia de mi bebe me dirían el por qué de mi perdida, y nada…
Pasaron tres meses y volví a quedarme embarazada una alegría inmensa aunque con un dolor y una impotencia enorme, volví a pasar lo mismo que mi primer embarazo, exactamente lo mismo, quizás aumentado por el dolor de la primera experiencia… mismos síntomas, todo igual… hasta que llegué a las 24 casi 25 semanas y vuelta a lo mismo otra vez; NO HAY LATIDO. Sentí como la misma pesadilla volvía a repetirse. El mismo infierno que volvió a atormentarme, cebándose contra mi más ferviente deseo de ser madre… Cielo y Tierra se hundieron de nuevo… no tenía sentido alguno… todo aquello era una vorágine de dolor, de crueldad contenida, de infortunios… Fue como un jarro de agua fría y el dolor más grande que se puede tener; Gael había dejado de vivir y yo solo podía llorar…
Ambas necropsias dieron el mismo resultado… trombofilia… Para mí fue el mayor dolor que puede sentir. Todo se tornó oscuro, negro… incierto futuro de mi proyecto de ser mamá…
Unos años más tarde, pude realizarme los análisis necesarios, en los que de terminó que la trombofilia que padecía no la tenía inherente en mí, sino que aparecía como una patología puntual durante el embarazo. Aunque no lo parezca, una luz se encendió en el túnel de mi existencia.
Han pasado varios años, y cada día que pasa, mis hijos siguen en mi mente y en mi corazón. La ciencia avanza, el mundo avanza, y todo avanza, y afortunadamente, muchas cosas están cambiando. A pesar de las dificultades, hoy día, mujeres de todo el mundo que han pasado por la misma experiencia que la vida me hizo vivir a mí, hoy son, al igual que, estoy segura, yo lo será algún día… una feliz mamá…
Si has vivido o estás viviendo esta situación te invito a formar parte del nuevo grupo creado en Facebook Embarazo y trombofilia, entre todos podemos compartir información y experiencias.