Diego Rivera, Ilya Ehrenburg y Juan Gris en el taller de Rivera en París
(dibujo de Marie Vorobieff, Marevna, 1916)
Ilya Ehrenburg, el escurridizo Una mejor estrategia para sobrevivir como artista en la Rusia soviética quizás sea la que adoptara Ilya Ehrenburg (1891-1967): no estar en Rusia. Sólo así se pueden eludir presiones, persecuciones, amenazas y los múltiples peligros que corre el escritor poco afín a la estética oficial. No estamos hablando de una vía heroica, por supuesto, pero sí conveniente. Pasternak podría haberla seguido pero no quiso, y se entiende que su estado de salud y avanzada edad le hicieran preferir quedarse y morir en su país. Sí, la opción heroica es la socrática: prefiero morir en mi ciudad que vagar de un lado a otro. Pero para un periodista como Ehrenburg (más bien un artista polifacético que escribe también ensayo, memorias, libros de viajes y poesía) tenía cierto sentido no estar en Rusia y, a cambio, asistir a acontecimientos de relevancia histórica. Ucraniano y judío de origen lituano, a los 20 años ya está en París, escribiendo poesía (elogiada por Gumilev, el desafortunado líder de los simbolistas rusos), después de haber asistido a la Revolución rusa de 1905. Aquí mantiene contactos con los bolcheviques, Lenin incluido, pero no encaja entre ellos por su estilo de vida bohemio y sus amistades artísticas (Picasso, Rivera). Llega la Gran Guerra y se convierte en corresponsal. Regresa a Rusia en 1917 y pasa la Guerra Civil en Ucrania. Entre 1919 y 1921 no se acaba de decidir por blancos o rojos, sobre todo porque desconfía de la atmósfera de violencia que rodea a los bolcheviques. En 1920, en Moscú, es detenido por la Checa y liberado poco después, cosa que le impulsa a regresar de nuevo a Europa, y en París, otra vez, escribe su novela Julio Jurenito. Retorna a Moscú en 1924, pero por poco tiempo, pues es enviado a Europa como corresponsal de diversos periódicos soviéticos, como Izvestiya,para los cuales cubre la Guerra Civil española y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. En 1941, de nuevo en la URSS, escribe La caída de París, un duro alegato contra Occidente que le supone el Premio Stalin al año siguiente. Durante la siguiente década, hasta la muerte de Stalin, Ehrenburg se adapta a las condiciones impuestas por la Unión de Escritores Soviéticos, y así consigue evitar la persecución oficial. De hecho, no siempre obtiene el beneplácito de la censura. Durante la guerra escribe duramente contra los invasores nazis, pero una vez terminada la contienda, la política stalinista de acercamiento a la parte alemana bajo su influencia le obliga a cerrar la boca. Hay que esperar a la muerte de Stalin y la revisión de sus criminales actos bajo el gobierno de Khrushchev, para volver a escribir con cierta libertad. En 1954 publica El deshielo, título que servirá de calificativo a este corto período reformista y de acercamiento a Occidente. Su protagonista es un despótico encargado de una fábrica, un pequeño Stalin. La novela generará una gran controversia en los medios literarios, sobre todo por no ajustarse al modelo del realismo socialista, o lo que es igual, por no servir al Estado soviético, pero poca cosa más. Es a partir de 1964, con la caída de Khrushchev, cuando vuelve a tener problemas con la censura, pero sobrevive a ella e incluso mantiene un cierto nivel de prestigio en los medios literarios rusos hasta su muerte en 1967. ¿Por qué es importante Ehrenburg? Básicamente por dos obras: el Libro Negro, escrito con Vassily Grossman entre 1944 y 1945, que describe el genocidio de los judíos rusos en manos de los nazis. Es el primer trabajo documentado sobre el Holocausto, escrito a partir del material que ambos autores habían reunido como corresponsales de guerra. Pero no gustó en la URSS, porque los soviéticos no reconocían la especificidad antisemita de las atrocidades nazis, sino que consideraron oficialmente que los nazis habían extendido el terror a todo el pueblo soviético. El otro texto es la autobiografía de Ehrenburg, titulada Gente, años, vida. Se trata quizás de su obra maestra, pero tampoco encajó en los límites de la censura porque el autor describe en ella las purgas contra los intelectuales en los años 30. Es también la primera obra donde se menciona una lista de nombres de escritores objeto de posterior persecución por la policía stalinista.