Mientras los mares todavía escuchaban un capitán de barco navegaba rodeado de mapas, instrucciones y estadísticas. Aturdía a sus marineros con protocolos, cálculos y formularios, que pensaba, muy obstinado él, servirían a los suyos para afrontar cualquier adversidad del océano y sus criaturas. Era tanta la insistencia con la que instaba a los suyos a memorizarlos que estos, hartos ya de no practicar lo que más amaban, comenzaron a recelar del capitán. Algunos hablaban de motines, y otros, los más temerosos o cautos, preferían cumplir servilmente las órdenes de aquel.
Pero llegó un día en que una fuerte tormenta se apoderó del barco y el mástil cayó partiendo en dos la nave. El caso es que, y aquí lo llamativo de la historia, mientras el capitán, muy obstinado él, y también muy ciego, continuaba instando a los marineros a memorizar pautas sobre cómo achicar el agua o preparar los botes salvavidas, y mientras los suyos seguían asintiendo o discutiendo sobre ellas, fueron todos llenándose de agua, y llenándose, hasta casi desaparecer...
Todavía se cuenta de un superviviente, que no sabía leer, que vio al capitán por última vez lamentándose de haber olvidado un manual que llevaba por título Cómo ahogarse de una forma segura.