Como aquella vez – Dejavú reloaded

Por Magiaenelcamino @magiaenelcamino

“No sin motivo los antiguos decían que en el fin se encuentra el inicio”, dijo Vasili Grossman en su obra maestra “Vida y destino”. Cuando estábamos ya definitivamente en camino a Timóteo, yo le dije a Aldana: es el fin de un ciclo. Aldana me respondió. ¿El fin o el principio? Y me dejó pensando. Supongo que ambas, concluí.

Volver luego de 7 largos años a las mismas escuelitas rurales donde el corazón de Magia en el Camino comezó a latir, pero esta vez acompañados de Tahiel, me colmaba de sensaciones. Hoy todos estamos un poco más viejos y otros ya partieron. Las caras son las mismas, pero no tanto. Algunos ya tenemos canas y menos pelo, y otros lucen arrugas. Xéu, aquel que había cortado la soga que yo mágicamente recompuse, generando en él un murmullo que jamás olvidaré, ya no estaba con nosotros. Dona Zinha, su esposa, tampoco. Ya eran grandes en 2010. Su finca sigue ahí, con su estpíritu inalterable más allá de las ausencias, tal como la recordábamos. Era posar la vista en cualquier esquina, mirarnos con Aldana y dibujarnos una sonrisa. A veces también hacernos un comentario. Verlo correr a Tahiel por sus rincones me resultaba mágico. ¿Dónde estaba hace 7 años? ¡Qué misterio! La comida, en muchas cacerolas y fuentes, decoraban la mesa sobre el mismo mantel floreado, dispuesta para que cada uno se sirva lo que quiera y se siente a comer donde más le guste. Como aquella vez.

Tahiel le daba mucha más velocidad a la ya dinámica vida de la finca. Jugaba a la pelota, se acercaba a ver a los animales, recolectaba fruta, manejaba el tractor, un camión y una carretilla. Todo lo quería hacer a la vez y repetirlo cuantas veces pudiera. Su derrotero terminó cuando Luis dijo que ya era hora de salir para las escuelitas. Yo ya tenía la valija pronta y la piel sensible para lo que venía. Serían las mismas escuelitas, las mismas caritas y gestos, pero otros niños y con Tahiel. Me parecía un dejavú recargado.

Llegamos y otra vez los cruces de miradas y sonrisas con Aldana. “Era acá. No acá. Sí acá, es verdad, tenés razón”. Y comentarios de este tipo. Qué alegría teníamos. Qué alegría sentíamos. Conceição, la maestra rural a quien ya habíamos visto en la finca (y que en la foto aparece leyendo el lugar en nuestro libro Magia es Viajar donde mencionamos su historia), nos volvió a recibir en la escuelita de Biboca, el primero de los pueblitos. Firme junto a los chicos, aunque pasen los años. Mientras yo preparaba las cosas para el show, Tahiel corría con algunos chicos. Otros, los más curiosos, se me acercaban para ver lo que hacía. Así fue que casi sin darme cuenta todos se fueron sentando en las sillas dispuestas para la ocación. Levanté la vista de mis cosas y me encantó ver a Tahiel, mi fan número uno. Estaba sentado en primera fila con una sonrisa de oreja a oreja y una carita, por qué no decirlo, de orgullo. Lo miré y me miró pero no se me acercó como es su costumbre. Tenía carita de “ese es mi papá”. Y me llenó el alma.

Luis entonces tomó la iniciativa y les contó a los chicos, como aquella vez, quienes éramos y qué hacíamos. Pero a diferencia de aquella vez, no les hablaba de países y lugares que quizás visitaríamos. Les hablaba de lugares y países que sí habíamos visitado. Luego, como siempre, “robamos” sonrisas, besos y abrazos para luego partir para la segunda escuelita, en el otro de los pueblitos: Curriola.

En Curriola, los chicos eran un poco más grandes que en la anterior por lo que tanto la charla como el show tuvieron un ida y vuelta mayor. Lo que sí se repitió, era el maestro y la maestra que nos recibieron. Eran los mismos y nos recordábamos mutuamente. Ellos también estaban felices de vernos.

Todo sucedió como aquella vez, pero recargado por la presencia de Tahiel. Los mismos sentimientos, la misma emoción, las mismas ganas de seguir llevando magia a todos los rincones del mundo.
No cambio por nada del mundo, la presencia de Tahiel en nuestras presentaciones. Me llena de alegría e, imagino que, con el tiempo, participará cada vez más de estos encuentros. No solo jugando con los niños y siendo mi primer fan, sino también desde el escenario, contando sus vivencias y, quién sabe, haciendo algo de magia.

Gracias infinitas a Andrea, Paulo, Luis y toda la familia. Sin ellos, esto no hubiera sido posible. ¡GRACIAS!

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