Reflexiones
Maldito Halloween:
Las castañas y los boniatos hace tiempo que han quedado eclipsados por Halloween. Una tradición importada de los EUA, aunque no originaria de este país; como casi todas sus tradiciones. Y parece que Halloween ha llegado para quedarse, junto a nuestras tradiciones. Igual que pasó con el árbol de Navidad o Papa Noel.
Pero hay que tener en cuenta que, a la hora de celebrar fiestas de origen norteamericano, como es lógico, ellos nos llevan ventaja. Esa gente tienen nivel. Qué digo nivel. ¡Nivelón! No hay más que ver cómo decoran las casa en Navidad. Caserones espléndidos adornados con cientos de luces de colores, en los tejados, trineos a tamaño real, Papa Noeles bajando por las chimeneas, y coros cantando Christmas Carols (los villancicos anglosajones) en los portales.
¿Qué tenemos nosotros? Papa Noeles de los chinos colgados en los balcones, cuatro lucecitas (no vaya a ser que provoquemos contaminación lumínica) y villancicos enlatados; normalmente villancicos machacones que se te meten en el cerebro hasta lobotomizarte. ¡Ande, ande, ande, la marimorena! ¡Pero mira como beben los peces en el río…! Patético…
Nota: He oído por ahí, que esas tonadas alegres y festivas, se han vendido a servicios secretos extranjeros para ser utilizadas como arma de tortura; a mí me dejan un rato escuchando las cancioncitas de las narices, y lo suelto todo, si hace falta, hasta el pin secreto de mi tarjeta de crédito.
Nuestro Halloween «made in China»:
A lo que iba, que ya me estoy yendo por los cerros de Úbeda. Halloween tampoco es nuestro fuerte. Tampoco nos deprimamos. Esa gente, los norteamericanos, se lo curran. Nosotros compramos cuatro barras de colores a los niños, para que se pinten la cara como mamarrachos, mientras que en Estados Unidos empiezan a darles clases de maquillaje profesional en la guardería. Y la cosa no acaba aquí. En ese país, la familia se disfrazaal completo; obras maestras dignas de los mejores alumnos de corte y confección. ¿Qué es eso de ir a comprar disfraces al «todo a cien» para los chavales? Vamos, que no hay color.
Víveres y chuches de miedo:
¿Y qué me decís de los snacks y las chuches de Halloween? Los Yankis no se conforman con ir al súper y agenciarse un par de bolsas de patatas fritas con forma de fantasma. No. Ellos hornean elaborados pasteles con cara de Zombie, que chorrean sangre con sabor a fresa, preparan refrescos con ojos de gelatina flotando, comen Hot Dogs que imitan dedos amputados, crean cupcakes “podridos” con gusanitos de caramelo… ¡Y encima está todo buenísimo!
Plato, currado, de Halloween. Vía @leesamantha
Hot dogs en forma de dedo. Ideales para Halloween.
En cambio, nosotros todo lo compramos en el súper. Y si se nos ocurre cocinar algo en casa, tenemos el fracaso asegurado. Por ejemplo, las galletas de Halloween caseras. He intentado hacerlas en varias ocasiones, con forma de murciélago, pero no sé qué pasa, que durante la cocción acaban cogiendo una forma rara; la próxima vez, para disimular mi incompetencia como repostera, diré que he son con forma de excremento de murciélago; a ver si cuela. Ya sé que en nuestro país hay excepciones, gente muy cocinitas, pero tenéis que reconocer que los norteamericanos son los putos amos de Halloween, y nos pasan la mano por la cara.
A la izquierda, galleta de Halloween norteamericana. A la derecha, como nos queda, la misma galleta, a nosotras.
¿Truco o trato?
¿Qué coño es eso de «truco o trato»? ¿A vosotros os parece normal presentarse en casa de pobre gente, para decirles esa chorrada? «Truco o trato» es un código muy antiguo que solo entienden los norteamericanos (en inglés, claro). En EUA, cuando un grupo de niños-monstruo llama a la puerta de una casa, de noche, al grito de «Trick or treat?», joer, esa gente sabe cómo reaccionar. Son profesionales de Halloween, no lo olvidemos.
Antes que los niños lleguen, los dueños de las casas ya han ambientado los jardines para que las criaturas tengan que sortear tumbas de porexpan, entre luces fantasmagóricas y niebla artificial, hasta llegar a la puerta. Además, los porches están llenos de calaveras y telarañas (algunos niños incluso quedan atrapados en ellas y los bomberos deben ir a rescatarles). Y cuando los niños llaman al timbre, los adultos salen disfrazados y maquillados. Pero no de cualquier manera. ¡Es la ostia! ¡Acojonan al más pintado! ¡Eso sí que es el auténtico Halloween!
¿Qué hacemos nosotros cuando nuestros chavales salen en Halloween? Lo primero de todo, asustarnos.
—Me cago en to, Pepe. ¿Quién cojones llama a estas horas de la noche? Ve a abrir.
Pepe va hasta la puerta, abre, y ve a unos chavales con pinta de lerdos que le miran con la cara pintada.
—¡¿Truco o trato?!
—¡¿Niños, qué queréis?!
Los chavales miran a Pepe con esa cara de «este tío es tonto», y el más atrevido le comunica que esperan recibir caramelos. En ese momento aparece María.
—Ay, majetes. Sí que me sabe mal. No me he acordado que era Halloween.
—¿«Hallo» qué? — suelta Pepe sin entender nada.
—Anda, tomad — y María les da un par de caramelos, pasadísimos, que guardaba en el bolso.
Claro, con este nivel, al final de la noche, esas pobres criaturas (no norteamericanas), ya no están por la labor. Se han hartado de llamar a telefonillos, sin que nadie les abra, y de subir hasta octavos, para volver bajar con las manos vacías.
A tomar po’l culo Halloween:
A ver si me entendéis. No es que yo tenga nada en contra de las tradiciones norteamericanas. Lo que pasa es que nuestro país no está preparado para celebrar Halloween. Nosotros somos más de castañas, vinito dulce, boniatos asaditos… Cosas sencillitas.
Que nosotros celebremos Halloween es como si a los norteamericanos les diera por hacer paella (OMG! Ya tenemos antecedentes de paellas anglosajonas en un post anterior «Hijos de la Gran Bretaña parte 1»), cantar jotas, hacer romerías o dormir la siesta (no saben lo que se pierden). Pues eso, como reza el dicho: zapatero a tus zapatos.
¡Feliz Halloween (o no) a todos!
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Olga
Adicta al chocolate y soñadora. Me dedico a escribir por placer.
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