Revista Cultura y Ocio

Cómo comportarse en el avión y en el aeropuerto. ¡Abrochénse los cinturones que vienen turbulencias!

Publicado el 26 abril 2011 por Sylvietartan
Queridos amigos, hoy abordaremos el difícil tema del protocolo en aeropuertos y aviones. Dos de los magníficos lugares donde más y mejor podemos perder el decoro. Y es que las terminales aeroportuarias, especialmente las internacionales, son como Corea del Norte, un punto negro en el mapa ajeno al resto del mundo en lo que se refiere, en este caso, al buen vestir y las buenas maneras. Una isla llamada "aquí todo vale". Y es que, queridos amigos, parafraseando a mi nexus favorito de la película "Blade Runner", en los aeropuertos he visto cosas que vosotros no creeríais. Paraíso de los looks imposibles, del sálvese quien pueda y de la tribu de los pies descalzos, allí se mezclan culturas, educación, clases sociales, vestimentas... todo aderezado con estrictos controles de seguridad, multitud de normas, prohibiciones, prisas y tensiones varias. Apetecible, ¿verdad?

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Capitán Felix. www.everystockphoto.com/

Y es que, a la hora de vestirnos para viajar, tenemos que tener en cuenta, no sólo desde donde despegamos sino, dónde vamos a aterrizar, que por cierto, seguro que no es una playa, ya que en la arena, según he consultado a nuestro querido sindicato de pilotos, el tren de aterrizaje no agarra muy bien, así que chanclas, ¡descartadas en cualquier lugar del globo terráqueo en el que tomemos tierra!

Cómo comportarse en el avión y en el aeropuerto. ¡Abrochénse los cinturones que vienen turbulencias!

Chanclas prohibidas fuera de una playa o piscina.

Y yo no sé si es que nos gusta evidenciar el lugar de donde venimos para alardear un poco de nuestros viajes o es que nos ha dado un aire donde no debía y nos hemos quedado trastornados después del periplo viajero. Y así, si he ido a Hawái, pues me calzo un collar de flores aunque estén ya mustias del viaje, si he estado escalando el K2, me cuelgo un piolet del bolsillo, si he estado esquiando en Gstaad, mi gorrito de nieve con pompón incluido no me lo quitan ni aunque estemos a 45º y si vengo de México, mi sombrero tradicional de un metro de diámetro en la cabeza es un hit imprescindible.
Discreción amigos y menos disfraces, que para eso, ya tenemos el Carnaval y las fotografías con las que martirizaremos a familia y seres queridos los próximos días. No cuesta nada esperar.


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Aclarado un poco el tema de la indumentaria, vamos con las buenas maneras.
Al llegar a la terminal, si tenemos que facturar, nos introducimos en la primera cola. Por supuesto, yo, de toda la vida, tengo la costumbre de coger la más lenta. Me explico. Aunque sea la más rápida, en cuanto me incorporo a ella, aquello no avanza ni a tiros. Y sí, a veces he deseado que falleciera repentinamente quien está dando problemas con su equipaje, lo reconozco, pero lo cierto es que debemos controlarnos y no ponernos de mal humor. Sabemos que esta cola existe y está ahí. Y lo sabíamos antes de llegar al aeropuerto, así que no se me enfaden y conserven la alegría que, presumo, traían de casa.

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Con la maletita facturada y la sonrisa en la boca, nos acercaremos a nuestra segunda cola. La de entrada a la zona de control. Aquí ya podemos empezar a sufrir los primeros empujones de los que dicen llevar mucha prisa y que van a perder el avión. Enseñamos nuestra tarjeta de embarque, y accedemos a zona sagrada. Y pasamos a la tercera cola, la que se forma para coger las bandejas, ¡mi favorita! ¡Comienza el espectáculo! En la zona de striptease propiamente dicho, tenemos que deshacernos de nuestros pudores y aparte, del cinturón, chaqueta, zapatos... No se enfaden con los que allí trabajan. Sólo cumplen normas y es por nuestro bien.
Un truco para esta zona es, o bien llevar una coreografía aprendida o bien, vestir un "uniforme de viaje" infalible, con el que no tengas que quitarte nada. Yo me suelo inclinar por esta última opción porque no estoy muy entrenada en el baile.

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En cuanto a los pies, ya sabéis lo que pienso. Que te obliguen a quitarte los zapatos es una de las humillaciones públicas más terribles, pero todavía puede ser peor. Ponerse las podo-bolsitas sustitutivas de los zapatos. ¡Eso, jamás! Prefiero coger una papiloma, y sé de lo que hablo, antes que calzarme unas bolsas en los pies. Pero eso ya es a escoger. Una de las ventajas del aeropuerto, es que normalmente puedes elegir el tipo de tortura o humillación. Eso sí, no te vas sin la tuya, chatín, así que nada de aires de "yo tengo un jet privado pero es que hoy tenía el día libre el piloto" porque no cuela. Ahí estamos todos y todos sufriremos.


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En la T4 de Madrid, con mi uniforme, bailarinas Chanel, pantalón capri, sin cinturón, de Benetton y chaqueta Phillip Lim.

Cuidado con lo que ponemos en la maleta. Puede ser que te la hagan abrir, así que por favor, orden y limpieza. La ropa que tengamos sucia, mejor en una bolsita aparte. No hagamos al empleado tener que manosear nuestra futura colada, antes de ser metida en la lavadora.
En cuanto a la posible auscultación, si la maquina de control emite el pitido de rigor, yo aquí abogo por un pequeño cambio. ¿Por qué no nos dan a elegir si preferimos que nos toquetee una mujer o un hombre? Particularmente prefiero a los últimos, pero nunca me han dado a escoger. Y ya que vas a tener con esa persona una relación íntima, aunque sea muy breve, al menos debería permitirse poder escoger el sexo de tu pareja. Ahí queda eso, a ver si alguien recoge el guante...
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Pasada la vejación de descalzarse y medio desnudarse en público y luego tener que revestirte, con un portátil abierto en la mano, un cinturón en el cuello, y una chaqueta en la cabeza, nos dirigimos a la puerta de embarque si ya está asignada.  Y hacemos nuestra cuarta cola sin perder la sonrisa. Subimos al avión, con ya cierta esperanza de que por fin, abandonaremos el aeropuerto, en un plazo más o menos breve de tiempo. Hemos cumplido con todas las humillaciones, y ya, satisfechos, entramos en la nave. Y ahora empieza la lotería de quien te toca al lado y nunca mejor dicho. Los que lleváis mochila, por favor, daos cuenta de su volumen en tres dimensiones, y no os giréis alegremente, porque nos la metéis en la cara a los infelices que hemos ocupado nuestros asientos de pasillo.  Los que os sentáis detrás, os comento. Cuando te tirán del pelo, ¡duele! Así que cuando os vayáis a sentar, cuidadito con las melenas de los que estamos en el asiento delantero. A veces pienso que el avión produce una especie de amnesia que borra nuestros recuedos de las cosas más básicas.

Cómo comportarse en el avión y en el aeropuerto. ¡Abrochénse los cinturones que vienen turbulencias!

En el aeropuerto de La Coruña con total look Uterqüe y complementos Jimmy Choo e YSL.

Resumiendo, sonrisas, buen humor, tranquilidad... No os olvidéis de que nos juntamos un buen puñado de personas y sin ser siquiera presentados, nos introducimos todos en un aparatito metálico cerrado herméticamente que se echa a volar cientos o miles de millas.  Sed amables con la persona de al lado, que a lo mejor tenéis que morir abrazados a ella, ¿no lo habéis pensado nunca? ¡Yo, siempre!

Cómo comportarse en el avión y en el aeropuerto. ¡Abrochénse los cinturones que vienen turbulencias!

Sobrevolando England.

Y nada más queridos amigos, espero haberos ayudado a que estas vacaciones tengáis un viaje más confortable y se lo hagáis también más cómodo a los demás. Y no vayáis con el tiempo justo, que de ahí vienen muchas tensiones.
Por supuesto, volveremos a este tema en algún momento, ya que me he dejado muchísimas cosas en el tintero.
 ¡¡Muy feliz Semana Santa!! ¡Y muy feliz fin de semana a los que seguiremos levantando el país unos días más!
¡Besos grandes!
Sylvie Tartán.

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