Sobra decir que sobre la mesa hay más medidas, sobre todo las relacionadas con "quitar la grasa" a la cosa pública: desde una gestión más eficaz y barata de los servicios públicos hasta la racionalización de la administración.
Como digo, todavía es temprano para sacar conclusiones. Quien atribuye el dato del paro de marzo a la reforma laboral, creo que se despista un poco, pero también entiendo que hay que vender periódicos.
Lo fundamental que hay detrás de todo esto, es la materia prima esencial con la que España puede crear nueva riqueza. ¿Qué materia prima es esta? Por supuesto que es el trabajo diario de los españoles y el conjunto de leyes que permiten abrir negocios y comerciar. Pero se me antoja incidir en algo más.
Los países pueden competir básicamente de tres formas. Digo los países, pero atribúyase a las empresas o a los autónomos, todo es cuestión del punto de vista.
La primera forma es por precio. Si ofreces lo mismo que otro, pero más barato, ganas al otro. Con una media salarial de unos 21.000 euros, España no puede competir por precio. ¿Por qué hablo de salario cuando me refiero al precio de bienes y servicios? Porque otros factores de producción son adquiribles por todo el mundo, luego, lo que más influye en el precio de venta, será aquel factor no común, esto es, los costes laborales. Evidentemente que a los costes laborales hay que sumarle la regulación laboral, la seguridad jurídica, la facilidad para hacer negocios, las infraestructuras, etc. Básicamente tenemos una media salarial en España superior a otros países que acceden a similar tecnología productiva (sobre todo en cosas poco elaboradas: sector primario, calzado, textil, pequeñas manufacturas,...). Puede que nosotros tengamos mejores infraestructuras, más seguridad, etc. Pero nuestros competidores lo compensan con una regulación laboral más laxa, menos normas medioambientales, etc. Aquí puedo pensar que competimos con, por ejemplo, Turquía, Marruecos,...
Si no podemos competir con productos baratos y poco elaborados, vamos un paso más allá y tratamos de competir por la excelencia. La excelencia la entiendo como la calidad en el servicio, el gusto por los pequeños detalles, las cosas que solo encuentras aquí... Me refiero sobre todo a productos especiales que conllevan cierta vigilancia y miramiento en su elaboración. Aquí puede entrar el jamón, el vino, los automóviles, el turismo, la construcción de infraestructuras,... Hasta estos años nos iba más o menos bien compitiendo en este plano. Pero otros países no han dejado de prosperar y ya compiten con nosotros aquí. Por ejemplo: Europa del este, Brasil, China,... Si a igualdad de excelencia y calidad, otros son más baratos, el contrato irá para los otros. Todavía tenemos algo que decir en cuestión de calidad: todos sabemos que en el mundo de las grandes constructoras de infraestructuras, las empresas españolas están en puestos altos de la tabla. Todavía tenemos clientes ricos que buscan productos españoles de alta calidad, pero esto no durará siempre.
La tercera forma de competir es la de la innovación. Esto yo lo entiendo como la creación de nuevos productos, la identificación de nuevas necesidades en el mercado, crear algo y hacer que nuestro cliente necesite ese algo. Estoy pensando en alta tecnología, biotecnología, industria aeroespacial, ingeniería de materiales, etc. Aquí tímidamente podemos sobrevivir en algún sector muy concreto, pero desde luego que no estamos al nivel de los países de nuestro entorno. Aquí competimos con Alemania, EEUU, Japón, Francia, Reino Unido, Israel, países nórdicos. Todos tienen en común que ya han dejado atrás los otros dos planos de competición y se centran en exportar productos nuevos y muy elaborados. Para llegar a este punto, hace falta tener una masa laboral altamente capacitada y si no la tienes, poder atraerla. España desde luego que no juega en esta liga, sin embargo hacemos como que sí. Tratamos de vivir como viven estos, pero no producimos lo que producen estos. Gente con una formación excelente, trabaja donde puede, o se va al exterior. Este último caso es bastante sangrante, pues nuestra educación excelente -sobre todo en el área técnica-, es tan buena como la alemana, sin embargo se educa aquí y se va a trabajar allí, con el ahorro en educación que supone para las arcas alemanas. Esto no me preocuparía si no fuera porque nuestro sistema universitario es, básicamente, público. Por lo tanto, estamos invirtiendo nuestros recursos en la mejora de Alemania. Mientras tanto, aquí en casa, no podemos crear cosas nuevas. En el sector privado puede que haya alguna empresa de héroes que viva contra viento y marea; en el público, la siempre masivamente denostada investigación militar aún proporciona divisas por ejemplo, en el sector naval.
En resumen: no somos baratos, no somos especiales, ni somos inventivos. Sin embargo, intentamos vender barato, nos sentimos especiales y nos da igual no inventar. Esta es la sopa venenosa que deglutimos. Y es así, amigos, cómo nos vamos por el sumidero.
Podemos seguir con la cantinela que la política macroeconómica resolverá nuestros problemas, pero realmente, cuando rascas un poco, mucho se reduce a tener nuevos y mejores clientes.
¿Qué hace falta para ello? En primer lugar, poder crear una empresa no en 24 horas, sino en un clic de ratón. Que a esta empresa no la frían a impuestos desde ese momento, que se pueda contratar y despedir libremente bajo ciertas condiciones, que haya una libertad total de competencia con el exterior, dejar de pagar gastos de otros, tener garantías de seguridad, tener una educación excelente, tener una clase empresarial que no confunda una videoconferencia con la ciencia ficción, tener una clase bancaria no córvida... muchas de estas medidas dependen, efectivamente, del gobierno, pero otras dependen del cambio de mentalidad. En esto último sí que no estamos haciendo ninguna reforma. Y eso nos está matando. Luego, si no podemos ser Alemania, tenemos que darnos cuenta de que somos Europa del este. Por lo tanto, habrá que tener los sueldos, precios y servicios de Europa del este.