Cómo curan las Flores?
La filosofía que subyace al sistema terapéutico de Edward Bach es similar al de la Medicina Tradicional China o la medicina homeopática, pues el campo de actuación no es el cuerpo físico sino la energía vital cuyo equilibro es fundamental para el mantenimiento de la salud. Esta energía ha recibido muchos nombres diferentes: Qi, nod, aura, prana... En lugares muy distintos y alejados del mundo, en oriente y en occidente, el ser humano ha hablado de esta misma energía una y otra vez. Fue el médico inglés Walter Kilner, jefe del departamento de electroterapia del Hospital Santo Tomas, de Londres, el primero en demostrar su existencia. Decidió buscar un método para hacer visible el aura y lo encontró impregnando una lente con una sustancia química llamada dycianina, que permitió hacer visible al ojo humano la luz ultravioleta. Observando a una persona con esta lente, el aura se hacía visible como una línea interna que delimitaba el cuerpo y otra más externa, de una luz casi vaporosa, que se extendía hacia el exterior.
Según Bach, "la principal razón del fracaso de la ciencia médica moderna es que trata los resultados y no las causas". "No se erradicará la enfermedad con los actuales métodos materialistas, por la sencilla razón de que la enfermedad no es material en su origen". La enfermedad es energética en su origen. Es un desequilibrio que se produce en la fuerza vital, eso que los chinos llamaron Qi. Este desequilibrio va unido a un estado emocional negativo, un estado de sufrimiento emocional (miedo, ansiedad, tristeza, ira, etc.), de modo que podemos considerar casi como sinónimos el desequilibrio energético y el desequilibrio emocional, pues ambos van unidos. Este desequilibrio afectará también al cuerpo, a los diferentes órganos y su funcionamiento y, si persiste en el tiempo, puede acabar dando paso a la enfermedad física.
¿Por qué se produce este desequilibrio?
La repuesta que dio Edward Bach fue que el desequilibrio es debido a un conflicto. Este conflicto puede darse a dos niveles.
1. Conflicto entre el alma y la personalidad. Al hablar de alma, Bach hacía referencia a nuestro verdadero yo, nuestra esencia más profunda que nos dicta nuestro verdadero camino. Es aquella parte de nosotros que, según la filosofía budista o hinduista, es inmortal y se reencarna en sucesivas vidas para aprender y evolucionar.
La personalidad, en cambio, aunque es la parte de nosotros que más conocemos y con la que más nos identificamos, esa parte que solemos describir cuando alguien nos pregunta cómo somos, es también la parte mortal, una especie de máscara, una serie de características que utilizamos temporalmente, en una sola vida, para aprender una serie de lecciones que necesitamos aprender en nuestra evolución. La personalidad, por tanto, ha de estar al servicio del alma, nuestra verdadera esencia. Cuando esto no sucede y nos dejamos llevar por las pasiones y deseos más materialistas y egoístas de la personalidad, se produce el conflicto, y con él el desequilibrio.
2. Otra idea importante dentro de la filosofía del sistema de Bach, hace referencia a la unidad de todas las cosas. Más allá del mundo de lo material, aquel que percibimos con los cinco sentidos, se encuentra el mundo de la energía. En él no existe la individualidad, sino que todo lo existente forma parte de lo mismo, de la unidad, de modo que "Cualquier acción contra nosotros o contra otro afecta a la totalidad, pues al causar la imperfección en una parte, ésta se refleja en el todo".
"Así vemos que hay dos errores fundamentales posibles: la disociación entre nuestra alma y nuestra personalidad y la crueldad y el mal frente a los demás, pues éste es un pecado contra la unidad. Cualquiera de estas dos cosas da lugar a un conflicto que provoca enfermedad".
Las 38 flores de Bach
Lo primero que percibimos cuando se produce una enfermedad es una alteración a nivel emocional. Incluso un simple resfriado suele ir precedido y acompañado de una emoción negativa, como irritabilidad, desgana, deseo de soledad, deseo intenso de afecto, etc., que será diferente en cada persona, en función de su modo de enfermar. Por tanto, cada una de las 38 flores está dirigida a un estado emocional universal que todos los seres humanos pueden sentir en un momento dado. Por ejemplo, Aspen, es la flor del miedo sin causa conocida, la sensación de presagio, el estado de ansiedad generalizada o síntomas de ansiedad que surge sin que la persona sepa por qué se siente así. Larch es la flor de la falta de confianza, la sensación de no ser capaz de hacer algo, de no estar a la altura, el miedo a ser ridiculizado, a mostrar ante los demás esa falta de capacidad que esta persona percibe en sí misma debido a su baja autoestima. De este modo, con las 38 flores de Bach podemos cubrir todos los estados emocionales negativos y equilibrarlos, equilibrando de este modo el sistema energético. Una vez en equilibrio esta energía vital, el cuerpo será capaz de curarse a sí mismo, liberándose de la enfermedad física, si ésta ha llegado a aparecer, y del trastorno emocional.