Pero siempre sigue en pie. Descalzos caminamos. Sobre cristales o algodones, según pinte la historia. Según el disfraz que tape nuestras memorias. Los pájaros cantan y las nubes se levantan por mucha pereza que les de. Sobre tierra mojada, tierra de nadie y de todos a la vez, nos lanzamos sin paracaídas en busca de una salida. Aunque nunca la hayamos entrado, tirado la caña (con anzuelo o sin) o abierto de patas. Porque nosotros somos ese laberinto de emociones del que no podemos escapar por mucho que corramos. Por mucho que nos corramos. Por mucho que lo hagamos correr. Hay rosas que desprenden un aroma tan bello que el dolor de su espinazo es igual de placentero o más si cabe cada pedacito de tu corazón enterado y entero. Depende de la intención de tus caricias, del amor que las profeses y de los besos que sangren de sus heridas. Como un mar en calma, donde las olas se han quedado dormidas siendo acunadas por el vaivén de su sal espumada, me entrego a la Nada que fue hecha y que ya no necesito que sea desechada. Y ahí, AQUÍ, entre los ‘y ahora, ¿qué?’ y los ‘no tengo ni idea’, me quedo flotando mientras la corriente masajea mis pies. Mientras mis andares me recuerdan que fueron cegados por haberse forzado tanto a Ver. Ahora, AHORA, se dejan llevar por el sonido de ese mar que calma hasta la última gota que colma el vaso por el que mis labios han de beber. Las prisas por llegar al éxtasis se paran justo en ese punto, tan álgido como bravío, donde la línea del antes y del después aún no ha sido cruzada ni peleada ni batallada ni hecha añicos (de 365 días cumplidos) ni olvidada (de recuerdos mal follados o bien fallidos). No hay dobleces que me distraigan por muy doblada que me caiga. Mi flexibilidad aguanta las embestidas con las que las caderas de la Vida me cabalgan sin permiso y sin tomarme la medida. A veces, son las agujetas las que se anotan el tanto de tanta tontería. De haberme dejado tentar por osadas monerías. BienVenidas y manoseadas sean las cosQuillas que me encuentran. ¿Qué sería si no de sus risas escondidas? Morirían sin haber sido aLUZinadas por un revolcón de carcajadas tiradas conDón o sin ningún tipo de don, ésa no es la cuestión. Ni ésa ni ninguna otra. Las respuestas no se preguntan. Les aburre que no las dejen de interrogar. Que no las dejen respirar en Paz, ahogándolas en un pozo cubierto de apegos sin soltar. Como si hubiesen cometido algún delito. Como si alguien las pudiera esposar ‘hasta que la muerte las separe’. Cómo si sólo pudiera contarse con los dedos de una mano el cuento mancillado de ‘La única Verdad’. Cansadas de tanto ‘bla,bla,bla’, prefieren acostarse con el Silencio, que de tanto callar y callar y callar les otorga el paraíso, el cielo y el firmamento sin Necesidad de pasar por el altar. Así es como el Universo las da. A quién las toma sin reChistar. Por mucha Gracia con la que Dios las haya puesto a embarazar. A pelo. Jadeando sabiduría. Paridas sin anestesia. Con aullidos de naturalidad. Plenas de estrellas. Vacías de falsedad. Y cuando las razones me pasen su factura, las nostalgias me apuñalen el Presente y el sueño se me acabe de romper, le soplaré al viento cada uno de los versos con los que experiencia tras experiencia dibujé, mi dinámico, infinito, eterno, impresionante e impresionista cuadro (esta vida EMMArcado) que el mismo día de mi estreno titulé: RESISTIRÉ. ¡Oh, sí! Ya lo Creo que Resistiré.
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